Bullying: ¿anglicismo para esconder el matonaje?
Por Marcelo Trivelli, director www.fundacionsemilla.cl
En Chile y Latinoamérica usamos palabras en inglés, porque ha sido en Estados Unidos o Inglaterra donde se ha dado relevancia a conceptos invisibilizados en nuestro continente de habla hispana. Usar palabras de otro idioma esconde su significado hasta que no se integra plenamente al vocabulario. Eso pasa con la palabra “bullying”, que en español significa “matonaje”.
La palabra bullying en inglés significa: buscar dañar, intimidar o coartar a una persona percibida como vulnerable. Y la palabra matonaje significa: conducta de quien quiere imponer su voluntad por vía violenta, amenaza o terror.
El lenguaje genera realidad y si la palabra no existe, la realidad tampoco. Han existido avances en el uso de la palabra bullying, pero aún no está masificada, mientras que el matonaje continúa estando invisibilizado. Es más simple y decir “el bullying es cosa de niños” que decir “el matonaje es cosa de niños”. Y también es mejor para quienes no quieren hacerse cargo de la problemática.
En la sala de clases y detrás de los juegos se esconden las primeras señales del matonaje a los que hay que estar atentos. Si la conversación involucra poner en ridículo a una persona, es matonaje. Si un chiste es una burla a un o una estudiante, es matonaje. Y si en el juego alguien se siente mal, también es matonaje. Generalmente las víctimas son personas vulnerables, ya sea por ser extranjeras, por orientación sexual, etnia o por no calzar con los estereotipos de belleza que nos impone la publicidad.
Estas conductas descritas no son normales y tampoco lo es la violencia física, las amenazas o las burlas a través de redes sociales. Todas ellas son matonaje y debemos estar en alerta, para corregirlas y evitarlas. Lamentablemente, las conductas de adultos a través de los medios de comunicación y redes sociales son un muy mal ejemplo para niñas, niños y jóvenes.
Para los padres, madres y apoderados es de vital importancia escuchar a sus hijas e hijos y conversar de sus miedos y angustias que tienen al ingresar nuevamente a la escuela. También es una oportunidad para identificar prejuicios, violencia y desprecio por la diversidad. Debemos mantener esa conversación abierta y ponerles en situaciones de conflicto, para saber qué harían y así orientar conductas que eviten que se transformen en víctimas o victimarios, en una cultura que normaliza el bullying o el matonaje como cosa de niños.
En el regreso a clases, más aún después de meses sin clases presenciales por la pandemia, es necesario estar atentos a cambios de conductas tales como tristeza, silencio, cambios de humor brusco, ansiedad o no querer asistir a la escuela. Si esto ocurre, tenemos que actuar de inmediato y buscar ayuda en las instancias correspondientes, porque está en juego el bienestar socioemocional y la capacidad de aprender de la niña, niño o joven.
Es durante las primeras semanas de clases que se acomodan las relaciones entre estudiantes. Por ello, debemos poner atención a las señales que pudieran indicar que un o una estudiante está siendo víctima de “matonaje”, como debiera decirse en Chile, sin relativizarlo. Reaccionar después puede ser demasiado tarde.