No es un acto de fe

Por Rodrigo Reyes Sangermani

Han pasado unos días y pareciera que muchos han podido recobrar el aliento. Después de una segunda vuelta altamente polarizada, con acusaciones y descalificaciones mutuas, la elección del 19 de diciembre -más allá de las encuestas de última hora- parecía apretada e incierta. Los cálculos del trasvasije de votos intentaban prever el destino del sorpresivo voto de Franco Parisi. Si bien los estudios parecían inclinar levemente la balanza hacia el candidato de Apruebo Dignidad, los debates mantenían la duda respecto de un resultado definitivo. No se sabía muy bien cuánto afectarían las agresivas acusaciones esgrimidas por la candidatura de la derecha a partir de suposiciones y mentiras como parte de una estrategia de desinformación o cuál sería el nivel de credibilidad de Gabriel Boric en relación a la sinceridad de los cambios programáticos planteados en el balotaje respecto de lo dicho en la primera vuelta.

Pero a la hora de la verdad, las señales republicanas parecieron disipar todas las incertidumbres. El oportuno llamado realizado por Kast para reconocer su derrota y felicitar el triunfo de Boric, el amable diálogo del presidente Piñera con el presidente electo transmitido a todo el país, el discurso inclusivo del frenteamplista haciendo un llamado a ser presidente de «todos los chilenos», o el ritual de la visita realizada a La Moneda el día siguiente, fueron algunas de las señales necesarias para cambiar el enrarecido ambiente político que se respiraba en el país luego de dos años de gran inestabilidad, con sorpresas electorales por doquier y una campaña para el balotaje salpicada de odiosidades y noticias falsas.

Es cierto que todavía hay muchas preguntas sin responder, muchas expectativas que satisfacer para los próximos meses; Boric tendrá que mostrar liderazgo para recomponer las confianzas, enfrentar el tema económico con responsabilidad, delinear en forma precisa sus prioridades frente a las transformaciones planteadas en la campaña y dar un respaldo inequívoco al proceso constituyente; todo ello deberá hacerlo con la humildad que supone no tener una mayoría en el Congreso, y saber que su base electoral también está compuesta por aquellos viejos electores de la Concertación, además por sectores que vieron en el magallánico una forma de decirle no a la derecha representada por Kast; hacerlo con paciencia, al constatar que se inaugura un período inédito en la historia de Chile, y con unidad, en la comprensión de convertirse ya no en el candidato de un sector sino en un presidente para todos los chilenos, como única forma de emprender los desafíos de cambios profundos en paz y democracia como lo reclamó la ciudadanía.

Una vez más sería un grave error creer que un triunfo electoral, incluso holgado como éste, sería un cheque en blanco o representaría unívocamente un Chile empaquetado con papel de una sola ideología, o que el tipo de transformaciones que deben hacerse obedecen a una lógica partidaria y excluyente. Lejos lo más equivocado. Lo mismo para la derecha, sería un error creer que Kast queda instalado con el liderazgo que su sector requiere. ¿Cuántos votaron por él a regañadientes tratando de evitar más bien el triunfo de una supuesta izquierda más ultra? En ese sentido las palabras de Briones reconociendo su voto en blanco, guste o no, corresponda o no de acuerdo a los códigos políticos, representa con nitidez a un sector importante de la derecha que comprende la necesidad de alejarse del conservadurismo más duro de cara a un país que desea avanzar hacia un desarrollo sustentable, social e inclusivo, más allá de los fanatismos propios de la Guerra Fría o de los ideologismos religiosos del siglo XIX, superando los traumas del autoritarismo de la derecha, como también superando las viejas nostalgias “igualitaristas” de una parte de la izquierda que aún mira con simpatía y complicidad a las dictaduras socialistas.

Con Boric no se trata de asumir un acto de fe, sino de fundar la esperanza en los hechos, en las señales, en el análisis de la historia reciente, en el derrotero de un país que más allá de sus dificultades, ha sabido ir construyendo los acuerdos necesarios para cimentar definitivamente un mejor futuro de todos.

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El Periodista