Escritos inéditos de madre de Borges revelan particularidades del escritor argentino

Publicado por Editorial Claridad, este trabajo es un descubrimiento único e inesperado que brinda también un testimonio directo de la vida cotidiana en la Argentina a fines del siglo XIX.

                                                                                                                                Por Carlos Aletto

El libro «Memorias de Leonor Acevedo de Borges», de Martín Hadis, ofrece recuerdos de la madre del escritor argentino, además acerca al lector a datos inéditos sobre la infancia y juventud del autor y cómo esta mujer participó en su literatura e, incluso, aportó datos como escenario de varios de sus cuentos presentando perspectivas hasta ahora desconocidas de la vida y la obra del autor de «El Aleph».

Publicado por Editorial Claridad, este trabajo es un descubrimiento único e inesperado que brinda también un testimonio directo de la vida cotidiana en la Argentina a fines del siglo XIX.

Escritor e investigador, Hadis dedicó más de una década a recopilar y compaginar los recuerdos dispersos de la madre del gran escritor argentino. La principal fuente fueron los textos que Alicia Jurado redactó a partir de sus conversaciones con la madre de Jorge Luis Borges.

Autora de biografías, relatos y ensayos, entabló a partir de 1954, una cercana amistad con Jorge Luis Borges que luego se hizo extensiva a la madre del autor de «Ficciones». En la década de 1970, la madre de Borges se aproximaba al siglo de vida, pero su lucidez y su memoria permanecían absolutamente intactas. Para acompañar a su amiga, Alicia Jurado decidió darle en cada visita «el placer de recordar un pasado feliz».

De manera que por asociación libre la fomentó a recordar su historia de vida. Como un efecto colateral, tomó nota de esos recuerdos para redactarlos luego con sus palabras «pensando que aquel podría ser un material interesante para darlo a conocer algún día».

Pero esto no pudo ser, porque dado que el principal objetivo de Alicia había sido entretener a su amiga, no le planteó ningún orden. De manera que lo que había redactado conformaba una red de asociaciones libres, un conjunto de fragmentos dispersos, sin ningún orden temático ni cronológico.

Jurado intentó ordenarlo. Llegó a escribir un prólogo pero nunca pudo superar el rompecabezas que esos fragmentos representaban, y finalmente se rindió. «Este fue un prólogo que escribí para un proyectado libro que contuviera los recuerdos de Leonorcita. Nunca se hizo», redactó.

Pasaron décadas hasta que Hadis, también amigo de Jurado, decidió intentar recopilarlos y enhebrarlos. Hizo falta un minucioso trabajo arqueológico para fechar cada recuerdo. Para esto debió recurrir a bibliotecas, archivos y realizar investigaciones minuciosas. A estos textos de Jurado sumó otras fuentes, entre las cuales se destaca una serie de cartas autobiográficas que Acevedo había enviado a una prima residente en el Uruguay, Esther Haedo de Amorim.

Tras diez años de labor, Hadis logró enhebrar todos estos materiales en este libro que permite que estos recuerdos vean la luz luego de un sueño de décadas.

Acompañan al texto principal notas siempre precisas de Hadis que aclaran sin entorpecer la lectura; así como fotografías de los parientes mencionados en el texto y anuncios de las confiterías, restaurantes y demás comercios de las décadas de 1880 y 1890, extraídos de revistas como Caras y Caretas.

Hadis es egresado del Massachusetts Institute of Technology y estudió antropología en la Universidad de North Texas. Pero además es un reconocido especialista en Borges: es coautor de «Borges profesor», libro que recopila el curso de literatura inglesa dictado por el autor de «Funes, el memorioso» en la Universidad de Buenos Aires, autor de «Literatos y excéntricos: los ancestros ingleses de Borges» que rastrea los orígenes literarios de gran escritor argentino y «Siete guerreros nortumbrios» que descifra los símbolos e inscripciones de lápida del escritor en Ginebra.

«Este es, entre todos mis libros sobre Borges, quizá el más personal», afirma.

Leonor Acevedo, nacida en 1876, comienza su narración describiendo la vida cotidiana del Buenos Aires de fines de siglo XIX. Se trata de un testimonio de primera mano, que hace que el libro funcione como un viaje en el tiempo.

La madre del escritor describe las comidas, los paseos, las fiestas y los personajes de ese período. Hay encuentros con personajes ilustres, como Leandro Alem y anécdotas que tienen como protagonistas a Nicolás Avellaneda o Juárez Celman. Pero comparte también los relatos heredados de sus antepasados, varios de ellos partícipes directos de las revoluciones y batallas que dieron origen la Argentina. Así figuran relatos familiares que incluyen, entre otros, a Vicente López y Planes, Juan Manuel de Rosas, y hasta Cornelio Saavedra, personajes todos que figuran en el árbol genealógico de la narradora. Hay anécdotas que aluden incluso al cruce de los Andes y a los pormenores políticos de la época colonial y el 25 de mayo.

Algunas son solemnes. Durante una visita de su madre a Manuela Rosas, recuerda: «Mamá se echó a temblar, porque de repente apareció Rosas en el corredor de enfrente, por donde paseaba golpeándose la bota con un rebenque».

Otras son directamente cómicas: «Manuela Rosas tenía un joven pretendiente de apellido Lacasa. Una noche, Rosas obligó a este festejante de Manuela a jugar con él a las cartas; el muchacho no tenía plata, pero Rosas le hizo jugar las perlas, el reloj, y el frac; lo dejó en calzoncillos, abrió la puerta de la sala de Manuela que estaba con las amigas, lo empujó al hombre y él salió corriendo; las mujeres gritaron y el noviazgo fracasó. Mi tía Micaela Soler, hija del general Soler, estaba con Manuela Rosas durante este episodio».

La vida de Leonor Acevedo abarca, al fin y al cabo, una época de cambios enormes. Cuando nació, en 1876, no había ni luz eléctrica ni un solo automóvil. Para la fecha en que falleció, en 1975, la computación estaba comenzando a expandirse por el mundo, y la NASA estaba por enviar las sondas Viking a Marte. En el medio transcurrieron dos guerras mundiales, los rascacielos, las autopistas, la llegada del hombre a la luna, la transformación completa de Buenos Aires en una gran urbe. «Cuando comparo aquel mundo de mi infancia con este tumulto actual -reflexiona en medio de su relato Leonor Acevedo- pienso si este mundo es el mismo y si yo soy la misma». Y luego agrega, a modo de conclusión «¡claro que buena parte de un siglo ha transcurrido!».

Otro de los mayores atractivos del libro es que permite arraigar la biografía y la obra de Borges en la historia argentina y el espíritu criollo. Su pasión por las milongas y el viejo Buenos Aires haya explicación en la forma en que su propia historia familiar se entreteje en la historia argentina.

Se destacan también las revelaciones que la madre de Borges hace de su hijo. Para empezar, acerca de su infancia. Hasta ahora era muy poco lo que se sabía acerca de los primeros años de vida del escritor. Entre otras cosas, Acevedo explica el origen de muchas de sus pasiones -los tigres, los espejos y las etimologías- y demuestra la inteligencia deslumbrante, la pasión desenfrenada por la lectura, y el humor irónico y filoso del futuro autor de «El Aleph» en sus primeros años de vida.

Entreteje luego su particular visión de la vida social y cultural de la Argentina con el progreso y las publicaciones de Borges y describe la admiración que su obra comenzaba a despertar alrededor del mundo. Sus descripciones ofrecen datos desconocidos, y hasta los hechos que ya figuran en biografías adquieren una nueva perspectiva a través de la mirada de la madre del escritor.

La atmósfera y la geografía que describe sirvió directamente de material a su hijo para redactar sus cuentos. Así lo contaba el mismo Borges: «Cuando mi madre vivía yo le solicitaba detalles circunstanciales. Vamos a suponer que en un cuento describía un conventillo y alguien debía atravesar el patio. Podía haber flores. Entonces le preguntaba a mi madre qué flores podían existir en el conventillo. Y mi madre me las nombraba y yo las ponía, porque yo no me detengo en esas cosas».

No es una exageración afirmar que la madre de Borges fue, literalmente, la escenógrafa de sus cuentos ubicados en el viejo Buenos Aires. «Creo -afirmó Borges una vez- que (mi madre) ha colaborado en lo que yo he escrito. Y sería absurdo hablar de mí y no hablar de Leonor Acevedo de Borges».

«Sobran en este libro las pruebas de esta última afirmación. Leonor Acevedo despliega en este libro muchos rasgos que luego aparecen en Borges: la curiosidad por el más allá; cierto sesgo místico y sobrenatural; la atracción por lo misterioso; las observaciones parcas e irónicas; el gusto por los idiomas y los libros; la nostalgia por el pasado, la memoria de Buenos Aires y la proclividad por la Banda Oriental; la genealogía, la memoria precisa y exacta –tanto de vivencias propias como de relatos heredados- que persiste y atraviesa los siglos», explica Hadis a Télam.

En sus relatos cuenta cómo inició su noviazgo con Jorge Guillermo Borges, el padre del escritor: durante la revolución radical de 1893, Frank Borges, su futuro cuñado, tuvo una actuación brillante, pero cuando la revolución fracasó perdió su grado y terminó desterrado en Montevideo.

«Esta circunstancia -reflexiona Leonor Acevedo- decidió quizás mi destino», y agrega: «Cuando Frank Borges regresó de su exilio, su madre (Frances Haslam, la futura abuela inglesa de Borges) nos invitó a su casa, reanudando así una amistad que dio origen al amor a primera vista que me unió a Jorge por siempre».

Leonor dice que Jorge Guillermo, padre de Jorge Luis Borges, se esmeró en compartir con el pequeño Jorge Luis su pasión por el conocimiento: «Mi marido -afirma- fue quien realmente educó a Georgie; le franqueó el acceso a su la biblioteca, le dijo que leyera lo que le interesaba y que si un libro lo aburría lo dejara. Su inteligencia, su manera de escribir… todo eso Georgie lo ha heredado de su padre».

Hadis, señala que estos relatos de la madre del escritor son además de un documento histórico, una fuente de claves literarias. «Es una narración llena de revelaciones, que permiten descifrar referencias de Borges que hasta ahora no se entendían. Estas memorias nos brindan una nueva perspectiva que nos permite incluso interpretar de una forma nueva varios textos de Borges». (Télam)

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El Periodista