El Afganistán de posguerra al borde del abismo

Castigada por años por una guerra fratricida y la invasión estadounidense, la población local afronta ahora una de las peores crisis humanitarias, que ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional.

                                                                                                                                Carlos Chávez

Afganistán, a cuatro meses del final del conflicto armado de casi dos décadas que finalizó con la victoria del movimiento insurgente talibán (en la lista de la ONU de organizaciones terroristas), permanece al filo del precipicio.

Castigada por años por una guerra fratricida y la invasión estadounidense, la población local afronta ahora una de las peores crisis humanitarias, que ha hecho saltar las alarmas de la comunidad internacional. Unicef, por ejemplo, advirtió que más de la mitad de la población afgana, de 39 millones de habitantes, enfrentaría hambre aguda a medida que las necesidades humanitarias crezcan a niveles récord.

RESPIRO A LA CRISIS AFGANA

La India y Rusia, en una cumbre celebrada a principios de este mes, acordaron enviar ayuda humanitaria urgente para mitigar las penurias de los afganos de a pie. Antes de esa cita, Moscú había llevado ya a Kabul toneladas de alimentos, medicinas y otros bienes.

La Acnur, la oficina de la ONU para los refugiados, movilizó también decenas de toneladas de asistencia vía Uzbekistán. Desde China anunciaron la donación de un millón de vacunas contra el coronavirus. El gigante asiático ha enviado también más de 1.000 toneladas de ayuda.

Si bien el Banco Central de Afganistán tiene activos que, según varias estimaciones, ascienden a 9.000 millones de dólares, más de 7.000 millones de ellos en bancos estadounidenses, el país no puede disponer de esos fondos porque han sido congelados por Washington y la Unión Europea tras la caída del Gobierno anterior y la huida del presidente Ashraf Ghani.

El atascamiento de esos fondos, necesarios para atender a los más vulnerables, no ha hecho más que empeorar la situación.

TERRENO FRÁGIL

La llegada de los talibanes al poder coincidió con la retirada caótica de las tropas estadounidenses de Kabul. Cientos de afganos asediaron el aeropuerto de la capital buscando huir en los aviones norteamericanos. Muchos temían por sus vidas tras haber colaborado con las fuerzas invasoras. Las imágenes de afganos encaramados en el fuselaje de las aeronaves del Pentágono dieron la vuelta al mundo. Algunos perdieron la vida al caer en pleno despegue.

El 30 de agosto, tras casi 20 años de ocupación y más de 2.400 soldados muertos, Estados Unidos completó su repliegue de Afganistán, al salir a la medianoche el último avión militar desde el aeropuerto de Kabul. Washington apoyó a los Gobiernos de turno que se sucedieron en el país centroasiático desde 2001 y combatían a los talibanes. Pero no solo Estados Unidos tuvo presencia militar en Afganistán, sino también sus aliados europeos de la OTAN.

Casi tres meses después de lo que muchos califican como el peor fiasco de Washington tras la guerra de Vietnam, la Casa Blanca se sentó a la mesa de negociaciones con los talibanes en territorio neutral, Catar, para abordar el descongelamiento de las cuentas de Afganistán y asuntos políticos, entre otros temas. El presidente estadounidense, Joe Biden, envió a Doha a altos funcionarios de los departamentos de Estado y del Tesoro y de sus agencias de seguridad. La delegación de la milicia integrista estuvo encabezada por su ministro de Exteriores, Amir Khan Muttaki. En las reuniones también participaron delegados de Europa.

Si bien no trascendieron los resultados de esas negociaciones, los portavoces de los talibanes se limitaron a destacar que fueron positivas. «Los problemas no se resuelven en el transcurso de una o dos reuniones, pero consideramos estos encuentros un paso positivo; ambas partes manifestaron su voluntad de seguir celebrando estas reuniones en el futuro», dijo Mohammad Naim, vocero de la oficina política de los fundamentalistas.

Desde Washington aseguran que sus negociadores expresaron «su profunda preocupación» por los abusos a los derechos humanos e instaron a proteger los derechos de todos los afganos, sin distinción.

Días después del encuentro, Bruselas adelantó que planeaba reanudar la labor de su representación en Kabul, aunque negó que ello implique un reconocimiento al Gobierno interino afgano. Nabila Massrali, la portavoz de Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, avanzó que sería cuestión de semanas.

TOCAR LA PUERTA DE LA ONU

En una ofensiva diplomática, los talibanes pidieron también a Naciones Unidas reconocer a Mohammad Suhail Shaheen como nuevo representante de Afganistán, en sustitución de Ghulam Isaczai, nombrado por el anterior régimen. «El nuevo gobierno afgano, como órgano responsable con derecho a la soberanía de todo Afganistán, que también garantizó la seguridad a todos los afganos, tiene derecho legítimo a representar al pueblo afgano ante la ONU», señaló el portavoz del Ministerio de Exteriores, Abdul Qahar Balkhi.

La Asamblea General de la ONU ha hecho una pausa y pospuso el debate de este tema hasta nuevo aviso, lo que aleja el reconocimiento de las nuevas autoridades afganas. Los talibanes insistieron en que Naciones Unidas vuelva a analizar con profundidad el asunto.

El reconocimiento de los talibanes abriría la puerta para que los estadounidenses desbloqueen las cuentas del Estado, algo que ayudaría a paliar la grave crisis humanitaria que golpea con fuerza a los sectores más vulnerables de la población. (Sputnik)

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El Periodista