Después de algunas semanas de negociaciones tras las elecciones del Parlamento alemán o Bundestag, se llegó a acuerdo entre los partidos Social Demócrata (SPD), Verde y los liberales (FDP) para formar un nuevo gobierno en Alemania.
Este acaba de asumir el miércoles pasado, con Olaf Scholz -exministro de Finanzas y líder del SPD que obtuvo la primera mayoría en las elecciones- como primer ministro o canciller, en tanto la líder verde Annalena Baerbock, se desempeñará como ministra de Relaciones Exteriores. Así, se ha conformado una vez más lo que los alemanes denominan la coalición semáforo, debido a los colores de sus partidos integrantes.
Por ser Alemania un país multipartidista -como Chile y como la generalidad de las democracias del mundo, por lo demás- ello se ajusta muy bien a la mecánica de funcionamiento del parlamentarismo, sistema de gobierno que también es el más generalizado en el planeta, pudiendo calificárselo de canon de la democracia representativa (toda Europa, excolonias británicas, Japón, Israel etc), con la sola excepción de nuestro continente, donde tiene su sede el sistema presidencial que se dieron los estadounidenses después de la Revolución Americana en su Constitución de 1787 aún vigente.
Tras nuestras respectivas guerras de independencia, los demás países del continente americano, naturalmente, adoptamos el régimen de Estados Unidos, que era, a la sazón, la única democracia en el mundo, pero, la verdad es que sólo ha funcionado eficientemente en Estados Unidos; no así en su “patio trasero”, donde sólo ha sido el caldo de cultivo de caudillos populistas y mesiánicos y ha derivado en autoritarismos de los signos más diversos.
Basta pensar en Donald Trump para apreciar el contraste en la efectividad del presidencialismo en EEUU, con sus frenos y contrapesos, en comparación con Latino América, donde aquél habría sido un autócrata en poco tiempo.
Este proceso de formación de gobierno en el seno del parlamentarismo, resulta especialmente interesante de observar en el “momento constitucional” que vivimos, en el que una Convención Constitucional (paritaria, con representación de pueblos indígenas y de independientes en su conformación, decidida por el sufragio universal de los ciudadanos) conduce el proceso constituyente que nos hemos dado soberanamente y que espero que nos lleve a la adopción de un nuevo régimen político con un sistema de gobierno parlamentario.