Ken Follett: «Escribo novelas para lidiar con el miedo que impregna la época»
El autor, quien ha figurado en varias oportunidades en el listado Forbes con ganancias de más de 14 millones de dólares anuales, pasó la pandemia confinado en su casa de campo en el pueblo de Knebworth.
Por Ana Clara Pérez Cotten
Para contar la historia de una crisis global que amenaza con hacer estallar una nueva guerra mundial, el escritor galés Ken Follett, el best seller europeo que lleva más de 170 millones de ejemplares vendidos, regresa al thriller con su nueva novela «Nunca», que rescata el liderazgo del personaje de Pauline Greene, la presidenta norteamericana: «Las líderes mujeres suelen ser geniales porque combinan muchas virtudes que los hombres escondemos», dice en entrevista con Télam.
Desde su casa en Hertfordshire y ataviado en un traje azul impecable -le gusta vestir de azul marino para las entrevistas, de gris para las tardes y de negro para las cenas-, Follett (Cardiff, Reino Unido, 1949) cuenta por qué decidió abordar una historia contemporánea bajo el liderazgo de una presidenta mujer, cómo la sensación de peligro que reina en el mundo lo ha inspirado a escribir y por qué, a pesar de ser un confeso militante del laborismo, todavía prefiere separar la política de la literatura.
«Cuando me documentaba para `La caída de los gigantes’ -la novela que el autor publicó en 2010- me impactó darme cuenta de que la Primera Guerra Mundial fue una guerra que nadie quería. Ningún líder europeo de ninguno de los dos bandos tenía intención de que sucediera», recuerda el autor. Pero todos ellos tomaron decisiones -decisiones lógicas y moderadas- que derivaron en semejante conflicto. «Llegué a creer que todo fue un trágico accidente y el pensamiento que se me ocurrió fue: ¿Podría volver a pasar?», recuerda sobre la hipótesis que lo llevó, una década después, a escribir «Nunca».
Follett es uno de los tanques de la industria editorial. Vendió más de 178 millones de ejemplares de sus 36 libros en 80 países y fue traducido a 33 idiomas. Tuvo que escribir exactamente diez libros antes de publicar su primer best seller, «El ojo de la aguja»(1978), una historia de espionaje ambientada en la Segunda Guerra Mundial. «Los pilares de la Tierra», su obra más famosa, vendió 27 millones de ejemplares.
El autor, quien ha figurado en varias oportunidades en el listado Forbes con ganancias de más de 14 millones de dólares anuales, pasó la pandemia confinado en su casa de campo en el pueblo de Knebworth en el condado de Hertfordshire, donde tiene algunos vecinos notables como la cantante Geri Halliwell o el DT argentino Mauricio Pochettino.
Lejos de avergonzarse, defiende su condición de escritor popular. Hace diez años, coincidió en una conferencia con su amigo, el escritor Hanif Kureishi -autor de novelas entrañables como «El buda de los suburbios», «Intimidad» o «Algo que contarte» – y conversaron sobre lo que les gusta a los lectores. Ante el público, Kureishi sostuvo que nunca pensaba en los lectores mientras escribía, mientras Follett asumió que solo pensaba en ellos: «Por eso tú eres un gran escritor y yo soy un escritor rico», respondió el autor de «Un mundo sin fin» y «El invierno del mundo».
Se casó con Barbara en 1985, una integrante del Parlamento entre 1997 y 2010 que ostenta el rol de primera lectora del autor: «Ella es parte del grupo de pocas personas que leen mis originales. No me interesa que tenga una opinión condescendiente, sino que realmente me ayude a mejorar el libro. Barbara suele hacer observaciones afiladas del tipo ´una mujer jamás diría eso´. Y en `Nunca´ ese tipo de acotaciones de mi mujer me ayudaron mucho».
¿Por qué decidió dejar de lado la ficción histórica? ¿Qué lo convocó esta vez a narrar una historia contemporánea?
Ken Follett: Principalmente pensé que tenía entre manos una historia genial. De hecho, en general, lo que siempre me motiva a escribir es saber que tengo una buena historia para contar. En segundo lugar, creo que para todo artista creativo es importante reinventarse de vez en cuando. Llevo escribiendo novelas por casi 50 años y bueno es importante no hacer siempre todo el tiempo lo mismo. Es una buena idea cambiar, empecé con el thriller y cambié con «Pilares de la Tierra» y ahora volví a pensar en cambiar y me fui a la novela histórica. Cambiar es en sí mismo un desafío, me inspira a trabajar duro y a tratar de mejorar. Creo que salió bien el ensayo, estoy muy conforme.
¿Escribió «Nunca» durante el confinamiento? ¿La pandemia cambió en algo su rutina?
K.F.: Sí, lo hice durante la pandemia. Durante el confinamiento, escribí mucho más rápido porque no tenía nada más para hacer: no iba al teatro, no cenaba en restaurants con amigos y no viajaba a ningún lado para hacer investigaciones, una parte de mi trabajo que disfruto mucho. Por suerte, la mayoría de los lugares que se mencionan los conozco: estuve en China, en el norte de África y también en la Casa Blanca, en Washington. Pero también descubrí cosas en el encierro: ¡Google Earth! Es una herramienta fantástica para los que trabajamos con la imaginación, me permitió conocer lugares puntuales con imágenes satelitales.
¿Cómo se documentó e investigó? ¿Qué cuestiones de la coyuntura política e histórica le resultaron más difíciles de investigar?
K.F.: La investigación fue bastante similar. Empecé entrevistando a personas que conozco, a personas en la diplomacia o que saben de China o a expertos en cuestiones militares en cuestiones, estratégicas, en la armamentística que tienen los distintos ejércitos del mundo, así que hago entrevistas también leo muchos libros sobre los distintos temas y como siempre hago, miro muchas imágenes y mapas y las fotos satelitales. Pero una gran diferencia que encontré es que cuando uno escribe sobre el presente no hace falta chequear dos veces tanto los datos más chiquitos: qué se comía, cómo se vestían, qué rutinas llevaban.
Decidió que la presidenta fuera mujer, Pauline Green. Es un personaje que a veces es acusada de blanda y empática. ¿Por qué hizo ese planteo? ¿El liderazgo de las políticas mujeres tiene algo para enseñarnos?
K.F.: Quería dejar muy claro una percepción que tengo. Todas las líderes políticas en la historia han sido responsables, moderadas y racionales. No hay casos locos, no hay una mujer Donald Trump. Y hacer que el presidente de Estados Unidos sea una mujer me permitió enfatizar el hecho de que sería racional, que intentaría evitar la guerra por todos los medios. Creo que es cierto: las mujeres no entran tan rápido en un conflicto, es difícil que uno las vea peleando en un bar, por ejemplo. Creo que en la historia ha habido suficientes líderes mujeres que prueban que no solo son iguales a los hombres, sino que son mejores que ellos. Angela Merkel o la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. No tuve gran estima por Margaret Thatcher, pero nunca alguien dijo de ella que fuera suave o que le costaba tomar determinaciones. Las líderes mujeres suelen ser geniales porque logran combinar muchas virtudes que los hombres escondemos.
¿Por qué mantuvo a los líderes europeos por fuera del entramado de la novela? ¿Cuál es su percepción sobre el rol histórico que está jugando la Unión Europea?
K.F.: No podría pensar en algo que los europeos pudieran hacer durante esta crisis que describí o hacer alguna diferencia. Yo creo que hoy Europa es una gran potencia económica, pero no militar. No hay ejército europeo, no hay un comandante que sea significativo y creo que no está lista como para involucrarse en ese tipo de conflicto. Y tal vez sea inteligente que sea así.
Cambio climático, una pandemia, amenaza nuclear. El miedo parece ser constitutivo de nuestra época. ¿Cómo afrontarlo?
K.F.: Mi forma de lidiar con el miedo que impregna la época es escribiendo novelas. Creo que hay un ambiente y una atmósfera de miedo, hoy el mundo es un lugar mucho más peligroso de lo que ha sido durante el resto de mi vida. Por supuesto, crecí con la amenaza de la guerra nuclear pero está empeorada porque hay más países con armas y porque China es impredecible y muy poderoso. A eso se suma el riesgo del cambio climático y la posibilidad de que haya una pandemia aún peor que esta. La sensación de peligro que reina en el mundo me ha inspirado a escribir.
Es miembro del Partido Laborista y la política es un tema que le interesa, pero en sus novelas no aparece de forma explícita. ¿Por qué aparta la literatura de lo estrictamente político?
K.F.: No soy más inteligente que mi lectores. Ellos no quieren que yo les cuente o les diga qué pensar y definitivamente no quieren que yo les diga cómo votar. No estoy aquí para instruirlos, no soy su maestro, pero lo que sí puedo hacer es imaginar cosas. Mi talento es la imaginación y mi invitación es siempre a que me acompañen a ver eso que yo imaginé. Todo el mundo sabe que mi elección partidaria es la de la centro izquierda, que mi esposa pertenece al Partido Laborista y que ha sido parte del parlamento. Pero no me interesa la propaganda política ni que mis opiniones personales se cuelen en mis novelas aun cuando sé que, en las entrelíneas, muchas veces eso se nota.
A más de 40 años de la publicación de «La isla de las tormentas» ¿En qué cambió como escritor? ¿Y qué cuestiones mantiene desde esos primeros años?
K.F.: Mis primeros libros eran cortos, en parte porque tenía la práctica de periodista, entonces me habían enseñado a ser breve y conciso. Con el tiempo, aprendí a hacer libros más largos y creo que son los que los lectores disfrutan más y los recuerdan por más tiempo. En el camino, aprendí muchas cosas sobre el oficio de escribir pero conservo la emoción que me generaban las historias hace 40 años, y creo que tiene que ver con que todavía disfruto de la lectura, de toparme con otras buenas historias. Me gusta leer durante tres o cuatro horas por día y, a pesar de que mi trabajo se ha profesionalizado y rutinizado mucho, mantengo intacto ese amor por la literatura que tenía cuando era joven.(Télam)