Julia Navarro: «Si Dios existe, no va a perdonar a los que matan en su nombre»

Sobre las dificultades que tiene Europa para integrar a los inmigrantes, la identidad y los condicionamientos conversó la autora a propósito de la presentación de “De ninguna parte”, su octava novela.

                                                                                                                          Por Eva Marabotto

El fracaso del multiculturalismo, el desarraigo y el fundamentalismo religioso son los ejes sobre los cuales la escritora española Julia Navarro construye una historia apasionante en su novela más reciente, “De ninguna parte”, su octavo trabajo de ficción desde que decidió abandonar el periodismo y publicar «La Hermandad de la Sábana Santa», que se transformó en uno de los libros más vendidos de la historia editorial de España.

El texto que acaba de publicar Plaza & Janés cuenta dos historias: la de Abir Nasr, un adolescente musulmán, y la de Jacob Baudin, un francés de origen judío, que tienen un punto de inflexión que los cambia para siempre. En torno de ellos hay varias mujeres sumisas o rebeldes y un sinfín de preguntas sobre la identidad, la pertenencia y el libre albedrío.

Tras la publicación de su primera novela, “La Hermandad de la Sábana Santa”, la española Julia Navarro abandonó una carrera de 35 años en el periodismo para dedicarse a la literatura. La obra, publicada en 2004, se convirtió de inmediato en un éxito y fue editada en más de 30 países. También fueron best-sellers los libros que le siguieron, con los que ha vendido más de un millón de ejemplares. “Dime quién soy”, otra de sus obras, se convirtió en una serie de televisión.

Sobre las dificultades que tiene Europa para integrar a los inmigrantes, la identidad y los condicionamientos conversó la autora a propósito de la presentación de “De ninguna parte”, su octava novela y una de las obras más vendidas en la reciente Feria del Libro de Madrid.

¿Aunque seguramente fue escrita con anterioridad a la salida de Estados Unidos de Afganistán, adquirió mayor actualidad la novela a partir del control talibán?

Julia Navarro: Claro que cuando yo escribí esta novela no pasaba lo de Afganistán, porque yo empecé a escribir esta novela a finales del 2018. En ese entonces Afganistán no estaba en la agenda de nadie. Pero sí es verdad que tiene gran actualidad lo que yo intento es hacer una reflexión en esta novela por el desencuentro que se produce entre Oriente y Occidente. Es un desencuentro que, por lo menos en Europa, es bastante palpable.

Ese desencuentro es, precisamente, uno de los ejes de esta novela.

J.N.: Sí. Creo que la novela tiene tres ejes y el desencuentro es uno de ellos. Por otra parte está el problema de las migraciones que trae consigo a tantas y tantas personas que sufren el desarraigo a veces difícil de gestionar para ellos mismos. Y en tercer lugar, es un poco la relación de los medios de comunicación con el poder.

Sobre la actualidad, yo digo que mi novela se ha escapado de las páginas de los periódicos, pero no por Afganistán solamente, sino porque en las últimas décadas en Europa ha habido muchos ataques terroristas de raíz islámica y por tanto, los atentados de Madrid en los de Barcelona, París.

Pero hablando de Afganistán, no puedo dejar de pensar en todas esas personas que han tenido la suerte de poder escapar de allí. Ahora, con la llegada de los talibanes que han podido venir a Occidente, pero que ahora inician un camino muy difícil, que es el de la integración. Y yo siempre me pregunto si somos capaces de estar a la altura de lo que estas personas necesitan

Otro de los ejes de la novela es la inmigración, la inclusión de los que llegan, que está permanentemente en debate en Europa.

J.N.: Sí. Y uno podría preguntarse si a quienes llegan les tratamos con la dignidad que todo ser humano merece. Y me pongo en la piel de esas personas. El horror que debe significar tener que dejar de un día para otro tu casa, familiares, tu vida, tu forma de entender la vida e ir a un lugar distinto, a una sociedad distinta, con códigos de valores distintos, con costumbres distintas. Es un camino muy difícil, porque no solamente, me marcho de aquí, donde las condiciones de vida son terribles, sino que llego a un sitio donde tengo que tengo que partir de cero. Quizá ese desarraigo a veces es muy difícil de gestionar y sobre todo por los más jóvenes.

Precisamente muchos personajes de la novela comparten el desarraigo, y un desarraigo que se repite, ya que a veces se mudan de país y hasta de continente.

J.N.: A veces yo creo que ahora el mundo está lleno de ciudadanos que son de ninguna parte. Ya no saben de dónde son, porque han tenido que dejarlo todo. Y uno ve la cantidad de personas que desde el Cuerno de África intentan llegar a Europa, que pierden la vida por el camino. O si llegan son explotados por las mafias locales, que van encontrando a su paso, que les cobran barbaridades para meterles en una patera.

Lo interesante es que el narrador de la novela no juzga a los personajes. Aún cuando cometen actos terroristas o crímenes busca aportar elementos como para entender a esos personajes de uno y otro bando.

J.N.: Es que yo no intento dar lecciones de moral cuando escribo. Los lectores son lo suficientemente inteligentes para tener su propia opinión. Tampoco exonero a mis personajes de las cosas que hacen ya que son libres de tomar sus decisiones. Pero yo no juzgo a mis personajes. Lo que hago es acompañarlos, intentar indagar en sus porqués.

Yo soy orteguiana, creo en la frase de Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”, porque creo que las circunstancias de cada uno nos marcan. A veces es difícil gestionar las propias circunstancias, esa mochila que todos llevamos a la espalda, gestionar las piedras que llevamos allí. Pero algunos toman determinadas decisiones en esas circunstancias, y otros toman otras, y me apasiona indagar el por qué alguien elige un camino y no el otro. No los exonero a mis personajes. Lo que intento es decir qué le ha pasado a esa persona para hacer ese recorrido que le ha llegado a convertir en un monstruo, que le haya dado convertir en una persona que se ha deshumanizado para deshumanizar a los demás y matarlos. Yo busco porqués pero no justificaciones. A mí nunca se me ocurriría justificar el terrorismo ni la violencia, porque yo milito en el lado contrario, en el lado de la paz y del entendimiento.

En ese sentido, ¿usted cree que el pasado y el origen de las personas condicionan su vida o no pueden cambiar?

J.N.: Claro. No es lo mismo nacer en un campo de refugiados del sur del Líbano que nacer en Nueva York. No es lo mismo venir de una situación de pobreza extrema que nacer en una familia que tiene posibilidades de llevar a los hijos a la escuela, de que vayan a la universidad. Entonces eso nos condiciona pero no tiene por qué convertirnos en monstruos porque el ser humano es libre para decidir y sabemos perfectamente dónde está la raya, la frontera entre el bien y el mal. Pero qué duda cabe de que las circunstancias son un elemento que condicionan nuestra trayectoria vital y nuestra personalidad.

Y qué pasa con las mujeres? Sus personajes femeninos reflejan que ellas tienen más condicionamientos todavía.

J.N.: Es que las mujeres todavía tenemos muchas batallas por dar. Parece que en este lado del mundo, en Occidente ya lo hemos conseguido todo, pero todavía nos quedan unas cuantas batallas para poder decir que realmente vivimos en sociedades absolutamente iguales. Yo soy feminista y lo seguiré siendo mientras haya una sola mujer en el mundo que tenga condiciones diferentes a las de los hombres. Hasta entonces yo estaré militando en el feminismo con con toda pasión a partir de lo que le pasa a las mujeres de mis novelas.

”De ninguna parte” parece postular una idea diferente sobre los crímenes que se presentan como cometidos en nombre de Dios…

J.N.: Yo creo que si Dios existe, no va a perdonar a los que matan en su nombre. Es decir, esa osadía de matar en nombre de Dios, esa soberbia de decidir qué es lo que quiere Dios y hasta el extremo de decir la voy a a a matar al que no cree en lo que yo creo. Me parece una auténtica monstruosidad.

La novela cuenta el fracaso del multiculturalismo. ¿Qué podría hacer Europa para integrar a esos jóvenes que llegan desde Medio Oriente o África?

J.N.: Creo que lo primero de todo es reconocer el problema de reconocer el problema de que hay un choque de culturas, porque si tú no haces un diagnóstico sobre el problema, es muy difícil encontrar la solución. A mí, a mí me preocupa el fracaso de la integración, porque es un fracaso de todos, es un fracaso de nuestras sociedades. A mí me escandaliza que en el corazón de Europa haya campos de refugiados, me avergüenza como europea. Me parece que la Unión Europea, los políticos y su burocracia, deberían de dedicar todo el esfuerzo a intentar resolver ese problema. Porque es intolerable que a las personas que vienen no se les trate con toda la dignidad que merecen todos los seres humanos.

Hay que reconocer que hay un choque de culturas y hay que buscar la manera de que esas culturas puedan convivir, puedan convivir de la mejor manera posible. Cuando en Francia, en París, en los Balcanes, en la periferia, en los barrios periféricos, de repente hay chicos que salen, empiezan a quemar contenedores, que empiezan a actuar de forma violenta, es un grito desesperado. Son jóvenes que se sienten de ninguna parte, que están en una sociedad en la que ellos sienten rechazo. Tenemos que pensar qué hacemos para ayudarlos a integrarse.(Télam)

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