COP26: superar fracaso de cumbre anterior y avanzar más allá del Acuerdo de París
El Acuerdo de París, que entró en vigencia en 2020, es considerado un hito en materia de lucha contra el calentamiento del planeta porque hizo que los 197 países firmantes tengan por primera vez una estrategia común.
Por Virginia Solana
La Conferencia del Clima (COP26) se reunirá en la ciudad escocesa de Glasgow, Reino Unido, a partir de este fin de semana para intentar dejar atrás el fracaso de la última cumbre climática mundial y finalmente avanzar más allá del Acuerdo de París, firmado hace ya seis años, y utilizar lo que muchos creen es la última oportunidad para revertir los efectos del cambio climático.
La cita mundial que comienza el próximo domingo llega después de la fallida cumbre de 2019, que iba a realizarse en Chile, pero por el estallido social en el país sudamericano se trasladó a Madrid, donde el encuentro fue considerado un fracaso comparable a la cumbre de Copenhague en 2009.
La COP25 se había planteado cinco objetivos principales: lanzar el mercado internacional del carbono, es decir, un mercado de comercio de emisiones que permita a los países intercambiar créditos de carbono; hallar fondos para afrontar los daños provocados por el cambio climático; elaborar una hoja de ruta para que los países desarrollados financien a los países en desarrollo en su conversión hacia energías limpias; presentar las nuevas metas para garantizar el cumplimiento de los compromisos asumidos en París en 2015 e integrar los componentes en materia de género, derechos humanos y derechos de los indígenas.
Sólo uno de esos objetivos se cumplió y a medias, con la aprobación de un plan de acción de género, pero se dejó de lado por falta de acuerdo la cuestión de derechos humanos y derechos de los pueblos indígenas, dos de los grupos que más sufren el impacto climático.
La propia ministra de Ambiente chilena, Carolina Schmidt, quien mantuvo la presidencia e la COP25 pese al traslado a España, expresó su profunda decepción por lo que consideró un fracaso.
Además, al mudarse a otro continente, la juventud latinoamericana se perdió la oportunidad de mostrar su peso y crear conciencia en su región.
«Perjudicó a miles de activistas ambientales que no pudieron acceder a este gran evento. Muchas comunidades territoriales, originarias, rurales no pueden viajar a Europa o a Estados Unidos para hacer llegar sus principales reclamos», explicó Matías Prol, representante local de Alianza por el Clima, la coalición creada por la sueca Greta Thunberg.
Además, no se tuvo en cuenta que América Latina y el Caribe son una de las regiones más afectadas por la crisis climática y ecológica, agregó el joven activista en diálogo con Télam.
El Acuerdo de París, que entró en vigencia en 2020, es considerado un hito en materia de lucha contra el calentamiento del planeta porque hizo que los 197 países firmantes tengan por primera vez una estrategia común para emprender esfuerzos por combatir el cambio climático y adaptarse a sus efectos, con mayor apoyo para los países en desarrollo.
Su meta es mantener el aumento de la temperatura global promedio por debajo de los 2 °C y perseguir el esfuerzo por mantenerlo a 1,5 °C en relación a los valores preindustriales.
Un objetivo ambicioso pero que no incluyó detalles sobre como alcanzarlos.
Su antecedente inmediato es el Protocolo de Kioto de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (Cmnucc), en el que se establecen, por primera vez, objetivos de reducción de emisiones netas de gases de efecto invernadero.
Fue firmado en diciembre 1997 pero no entró en vigor sino hasta febrero de 2005, en buena parte por la falta de compromiso de EEUU, el segundo país con más emisiones contaminantes.
En 2005 también empezó la discusión sobre los pagos de servicios ecosistémicos, es decir los beneficios materiales que las personas obtienen de los ecosistemas como agua, alimentos, medicinas y materias primas.
Esta discusión derivó en el programa Redd, una herramienta de la Convención para proveer fondos a los países en desarrollo, pero más tarde, en la COP15 de Copenhague surgió la idea de que las naciones más ricas, que también son las que más contaminan, deberían transferir a los países de ingresos más bajos 100.000 millones de dólares anuales para financiar medidas de mitigación y adaptación.
La COP15 había generado mucha expectativa porque fue una de las cumbres en las que más presidentes participaron; sin embargo no se alcanzó ningún acuerdo y el dinero que los países desarrollados iban a donar, sigue sin aparecer.
Con estas experiencias aún frescas, hoy se espera que en Glasgow se termine de reglamentar el Acuerdo de París y se presenten metas más ambiciosas y compromisos firmes para alcanzar la carbono neutralidad para 2030.
Existe un consenso de que para cumplir con estos objetivos se apuntará a reemplazar los autos con motor a combustión por autos eléctricos y cambiar la energía generada por el carbón a energía solar y eólica. La clave es el financiamiento.
Además, la conversión verde aparece como una oportunidad en materia de generación de empleo para salir de la crisis económica y social provocada por la pandemia de coronavirus.
Así lo expresó el presidente de EEUU, Joe Biden, al asumir en enero pasado y, nuevamente, en la cumbre virtual preparatoria de Glasgow de marzo pasado.
Los activistas ambientales, sin embargo, descreen de los líderes mundiales.
«(Son solo) palabras. Palabras que suenan bien pero que no han provocado ninguna acción (…) Llevan 30 años de bla bla y ¿a dónde nos ha conducido eso?», señaló Thunberg en septiembre pasado, durante un encuentro de jóvenes en Milan convocado por la ONU, Italia y la presidencia británica de la COP26.
«Invitan a jóvenes elegidos a reuniones como esta y hacen como que nos escuchan» se quejó la activista y aseguró que su «inacción es deliberada y una traición a las generaciones actuales y futuras». (Télam)