La hechicería: antigua practica y excusa para matanzas de mujeres

En Nigeria, a fines de julio de 2018, un grupo de niños fueron acusados de practicar la brujería, un fenómeno que estalló en la década de 1990 en la región del Delta del Níger.

El asesinato de varias mujeres en aldeas del este de la República Demócratica del Congo (RDC), tras ser acusadas de brujería por videntes o predicadores, reavivó el debate por estos días sobre la hechicería en África, considerada un negocio perverso del que también participan niños.

El caso volvió a salir a la luz con los crímenes de ocho mujeres que fueron golpeadas hasta morir entre junio y septiembre de este año en Kivu del Sur, una provincia del este de la RDC, después de conocerse más de 320 acusaciones de brujería.

La noticia fue revelada el lunes pasado por la radio de la ONU en la RDC, que citó fuentes de la Asociación de Mujeres de Medios de Comunicación de dichas aldeas congoleñas.

Las acusadas fueron quemadas vivas con bencina o linchadas, en los territorios de Kalehe, Walungu y Fizi por una «justicia popular», desencadenada a menudo por las órdenes de videntes y predicadores.

Kivu del Sur está ubicada junto a otras tres provincias que durante años estuvieron controladas por grupos armados, debido al legado obtenido en guerras regionales libradas en esa zona.

«Hay un resurgimiento del fenómeno porque el Estado ha fallado en sus misiones principales, ya que la Policía y la Justicia no están haciendo bien su trabajo», dijo Bosco Muchukiwa, director y profesor de sociología del Instituto Superior de Desarrollo Rural de Bukavu, capital de Kivu del Sur, citado por el diario británico The Guardian.

Pero el problema no se limita a RDC.

El 23 de julio de 2020, Akua Mariama Denteh, de 90 años, fue golpeada hasta morir en la región de Savannah, en el norte de Ghana, una de las zonas más nuevas de ese país africano, tras ser acusada de bruja.

El asesinato de esta mujer volvió a poner de relieve los enormes prejuicios que existen contra las mujeres acusadas de practicar la hechicería en Ghana, muchas de las cuales son ancianas, según la cadena pública de noticias alemana Deutsche Welle.

En Nigeria, a fines de julio de 2018, un grupo de niños fueron acusados de practicar la brujería, un fenómeno que estalló en la década de 1990 en la región del Delta del Níger.

Para 2008 se estimaba que unos 15.000 niños habían sido catalogados como brujos en los estados de Akwa Ibom y de Ríos Cross en el sureste de Nigeria.

Según investigaciones de aquella época, difundidas en la prensa, existían casos de niños y bebés a quienes se les perforó la cabeza con clavos y se los forzó a beber cemento.

También en algunos incidentes fueron quemados con fuego y ácido, o envenenados e incluso enterrados vivos.

En julio de 2014, el diario español El Mundo informó sobre la arraigada creencia africana de practicar la brujería y la llamada medicina tradicional, en la que se distinguen curanderos y hechiceros.

Esta situación, según el rotativo, ha creado un mercado negro de extraños productos en los que se venden desde esperma de hombre, el diente de un león, el cuerno de un rinoceronte o las garras de un buitre, entre otras mercancías solicitadas por el público.

También, en aquellos años, se vendían el corazón y los genitales de un hombre, asesinado a machetazos.

Pero las creencias sobrenaturales no son solo de África, sino que se practican en otras regiones del mundo, como el Sudeste Asiático y América Latina, donde en la mayoría de los casos es un argumento para perseguir y asesinar a mujeres.

Según el semanario británico The Economist, que citó informes de los historiadores Peter Leeson y Jacob Russ sobre las cazas de brujas en la Europa post-medieval, Alemania se destaca por encima del resto de las naciones europeas, pues entre los años 1300 y 1850, acusó o ejecutó a más de 16.000 personas (la mayoría de ellas mujeres).

A continuación le sigue Suiza, con unos 10.000 casos, pero con una ratio de juicios/población superior (en torno a los 980 por cada 100.000 habitantes) y Escocia con 3.000; Francia y España tienen menos de 2500, según la publicación británica.(Télam)

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El Periodista