Hace 30 años moría Frank Capra, introductor del optimismo en la pantalla
Nacido como Francesco Rosario Capra en Bisacquino, Sicilia, el 18 de mayo de 1897, en 1903 formó parte de las familias que emigraban de la miseria hacia un soñado nuevo mundo junto a sus padres y sus seis hermanos.
El director cinematográfico Frank Capra, de cuya partida se cumplen tres décadas el viernes 3 de septiembre, fue un hombre al que le tocó llevar esperanza y buenos sentimientos a las pantallas tras el «crac» financiero de 1929 y, luego, durante la Segunda Guerra Mundial.
Fue un largo período de escasez y tristeza que obligaba a evadirse de la realidad, como lo hacía en su momento la protagonista de «La rosa púrpura del Cairo» (Woody Allen, 1985), quien llegaba, en su alienación, a mantener un romance con un personaje que escapaba de la proyección.
Tras sus comienzos en el cine mudo, donde organizó «gags» para el cómico Harry Langdon, Capra se destacó esencialmente por cuatro películas: «Lo que sucedió aquella noche (1934), «Horizontes perdidos» (1937), «Caballero sin espada» (1939) y sobre todo «¡Qué bello es vivir!» (1946).
Este filme, rodado en la inmediata posguerra, se alejaba por completo del cine propagandístico con el que Hollywood había obturado las pantallas con soldados heroicos y sus vicisitudes en el barro, y ubicaba su acción, con apuntes fantasiosos, entre gente ordinaria en un pueblito normal.
Con toques no declarados de «Cuentos de Navidad», de Charles Dickens, la historia se centra en un hombre honrado y de buenos sentimientos (James Stewart), que intenta suicidarse ante algún inconveniente en la Nochebuena de 1945, pero la aparición de una criatura celestial (Henry Travers) le da una lección de vida que también sirve para la platea.
«¡Qué bello es vivir!» no fue un éxito de público al principio, pero fue nominada a cinco Oscar de la Academia, sufrió el disparate de ser coloreada en varias oportunidades –la original es en bellísimo blanco y negro- y terminó siendo uno de los clásicos del cine, objeto de varios guiños en filmes posteriores.
Capra, que terminó teniendo una vida tan placentera como el cine que hacía -y además larga: murió a los 94 años en su casa de La Quinta, California, rodeado por sus seres queridos- no la comenzó del mismo modo.
Nacido como Francesco Rosario Capra en Bisacquino, Sicilia, el 18 de mayo de 1897, en 1903 formó parte de las familias que emigraban de la miseria hacia un soñado nuevo mundo junto a sus padres y sus seis hermanos.
Lo hizo a bordo del vapor Germania, en una travesía de 13 días que para él y los suyos fue un verdadero infierno: «No había ventilación en los camarotes y todo apestaba terriblemente –recordaba luego-. Fue espantoso; siempre con tormenta, lloviendo como el infierno y con mucho viento, con estas olas grandes y largas del Atlántico. Todo el mundo estaba enfermo, vomitando. Y con el permanente llanto de los niños…».
Sin conocer el idioma, la familia se estableció en un pueblo de California y Frank comenzó su escuela primaria y, ya en Los Ángeles, vendió diarios en las calles, cantó en bares y burdeles y, en la escuela secundaria, se interesó por el teatro.
En guerra con sus mayores, que veían en esa vocación una pérdida de tiempo y descargaban su desacuerdo por medio de bofetadas, Francesco -ya Frank en su nueva patria- se nutrió de lecturas, escribió poesía y una comedia teatral, «El fracaso del mayordomo», sobre un criado que tendría que asesinar a su patrón para luego suicidarse.
Ingresó al ejército de Estados Unidos en 1918, sobrevivió a la «gripe española» -que en 1920 se llevó 20 millones de vidas en todo el mundo- y concurrió a un casting para «The Outcasts of Poker Flat» (1919), de John Ford, en el que fue elegido como extra para interpretar a un vaquero.
En esa oportunidad hizo muy buenas migas con Harry Carey, protagonista y gran estrella en su momento, al que como reconocimiento incluyó en «Caballero sin espada», donde Carey obtuvo una nominación como mejor actor de reparto.
Entre 1921 y 1927 escribió numerosos guiones e intertítulos en cortometrajes ajenos, y desde 1926 comenzó a dirigir: fue con «El hombre cañón» y «Sus primeros pantalones», protagonizadas por Harry Langdon, quien lo despidió por cuestiones de celos, sin saber la entidad que Capra iba a obtener en el futuro.
Radicado en San Francisco, el productor Walter Montague lo contrató para ayudar a dirigir el corto «La pensión de Fultah Fischer» (1922), basado en un poema de Rudyard Kipling. Montague, que había intentado ser actor, creía que esa ciudad estaba destinada a convertirse en la capital del cine, y que podía hacer una fortuna haciendo películas basadas en poemas, pero la relación cesó.
En esa época comenzó a salir con la actriz Helen Edith Howe, quien se convertiría en su primera esposa y, casado con ella en 1923, la pareja se estableció en Hollywood, donde las películas habían saltado de una bobina a dos o a tres, hasta llegar al largometraje que rondaba la hora de duración.
A Latinoamérica llegaron a las pantallas «El submarino» (1928, sonorizada), «Mujeres de lujo» (1930), «La mujer milagrosa» (1931) y «La amargura del general Yen» (1933), las tres con Barbara Stanwyck; «La locura del dólar» (1932); y «Lo que sucedió aquella noche» (1934), con Clark Gable y Claudette Colbert.
La última fue una de sus comedias más exitosas -obtuvo cuatro Oscar-, sobre todo por el trabajo de sus protagonistas, y se adelantó al tiempo porque en un famoso diálogo Colbert califica a su galán de hombre muy alegre, a lo que Gable contesta: «Yes, i’m so gay», cuando el adjetivo no significaba lo mismo que hoy.
Entre otros estrenos se conocieron «Estrictamente confidencial» (1934); «El secreto de vivir» (1936), con Gary Cooper; «Vive como quieras» (1938), con Jean Arthur, Lionel Barrymore y James Stewart; «…Y la cabalgata pasa» (1941), con Cooper y Stanwyck; «Arsénico y encaje antiguo» (1944, con Cary Grant.
Los últimos títulos de Capra proyectados localmente fueron «Aquí viene el novio» (1951), con Bing Crosby y Jane Wyman; «Un hombre sin suerte» (1959), con Frank Sinatra y Edward G. Robinson; y «Milagro por un día» (1961), con Bette Davis y Glenn Ford.
Frank Capra pasó sus últimos 30 años alejado de las cámaras, aunque en 1971 publicó su autobiografía «The Name Above the Title».(Télam)