Estigma asociado a una enfermedad

Por Manuel Ortiz, Director del Doctorado en Psicología UFRO

Durante el último fin de semana, todos nos hemos sorprendido ante la noticia de la falsa enfermedad de Rodrigo Rojas, el “pelao Vade”, convencional constituyente que hizo suya la causa del cáncer, su tratamiento, sus costos y sus consecuencias. La historia es por todos conocida: Al ser confrontado, “Vade” asumió no tener cáncer sino un diagnóstico que no pudo reconocer hace ocho años debido al estigma que la sociedad tiene sobre la enfermedad que padece.

Sin hacer causa común y, por el contrario, disgustado por el engaño de Rojas, en esta columna quiero reflexionar brevemente sobre el estigma que las personas cotidianamente experimentan producto de su apariencia física o de padecer una enfermedad que no han elegido tener. Con lo anterior pretendo contribuir al debate sobre este fenómeno y aclarar que las personas que se sienten estigmatizadas no mienten ni fingen tener una enfermedad.

Para entender de qué estamos hablando, primero definamos qué se entiende por estigma. El término hace referencia a actitudes negativas que un grupo social tiene hacia otros grupos minoritarios, en relación a que estos muestran algún rasgo diferencial que permite identificarlos. En su clásico análisis, Goffman refiere que el estigma es un atributo profundamente desacreditador, una característica que genera descrédito, desvalorización y estereotipos negativos hacia la persona que lo posee.

El estigma en si mismo es un problema, pues está fuertemente relacionado con estereotipos o creencias negativas erróneas, prejuicios y discriminación que la mayoría de la población posee sobre un grupo social determinado y que sesgan la percepción, valoración e interacción que se tiene con y hacia las personas estigmatizadas. Ejemplos hay muchos: se tiende a estigmatizar a las personas por su peso, a enfermos crónicos, o a personas con patología mental, atribuyendo a ellos características negativas como debilidad de carácter, falta de voluntad, incompetencia o peligrosidad, entre varias otras.

Lo anterior tiene un profundo impacto psicológico en quien es estigmatizado. Es frecuente que las personas internalicen el estigma, generando desconfianza en si mismos, baja autoestima, ansiedad, depresión y vergüenza. Producto de lo mismo, las personas estigmatizadas tienden a ocultar su diagnóstico, pues se les niegan oportunidades educacionales y laborales, se les brinda un trato desigual en contextos sanitarios y se les niega acceso a servicios. En algunos casos, es posible observar auto-estigmatización, como resultado de vivir bajo una permanente estigmatización, cuestión que solo incrementa la no virtuosidad del fenómeno.

Por lo mismo, es esperable que una persona anticipando la estigmatización no quiera revelar abiertamente que tiene una enfermedad, pero que mienta y pretenda vivir con una enfermedad que no tiene, definitivamente no.

La conducta de Rojas Vade es burda y parece más bien un intento de obtener una ganancia secundaria (beneficio o apoyo que de otra manera no recibiría) o bien generar compasión, reacción que de alguna manera está presente en la persona que estigmatiza.

En definitiva, el estigma social relacionado a enfermedades es malo por donde se le mire, genera desigualdades sociales, retraimiento social, comportamientos evitativos en salud y profundas consecuencias negativas en las víctimas. Por lo mismo, que me disculpe Rodrigo Rojas, pero su explicación desde un punto de vista psicológico no es creíble.

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El Periodista