El «método Merkel», liderazgo que marcó las crisis europeas de los últimos 16 años

El primer gran desafío para Merkel fue sacar a flote un proyecto similar al de una Constitución de la UE que había fracasado en 2005 tras ser rechazada por referendos en Francia y Países Bajos.

                                                                                                                        Por Camil Straschnoy

Alabada por salvar la integración de la Unión Europea (UE) ante diversas crisis como la del euro, los refugiados y la pandemia de coronavirus, y criticada por su defensa a ultranza de la austeridad en países en crisis, la canciller alemana Angela Merkel deja su legado a nivel regional a través de un método con sello propio basado en un enorme pragmatismo y cintura política que va llegando a su fin.

A lo largo de sus 16 años en el poder, la dirigente de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) se convirtió en la líder europea más importante del siglo XXI y es responsable de la forma que tiene hoy el bloque, donde Alemania no solo es el principal motor económico sino que además es la que mueve los hilos del poder político.

El primer gran desafío para Merkel fue sacar a flote un proyecto similar al de una Constitución de la UE que había fracasado en 2005 tras ser rechazada por referendos en Francia y Países Bajos: lo logró en coordinación con el entonces presidente francés Nicolás Sarkozy, al impulsar la firma en 2007 del Tratado de Lisboa que rige el funcionamiento actual del bloque.

Poco tiempo después llegó uno de los momentos fundacionales del peso de Merkel en el continente: a fines de 2009 estalló la crisis del euro, una tormenta perfecta de deuda soberana, caída del sistema bancario y pérdida de confianza que se produjo como un efecto dominó iniciado por la bancarrota de Lehman Brothers y que desnudó las diferencias económicas al interior del bloque.

En ese contexto, la canciller primero se mostró como una gran opositora a mutualizar las deudas y dar ayudas financieras, medida que hubiera generado rechazo en el pueblo alemán que no estaba dispuesto a pagar los platos rotos por lo que estaba pasando en sus vecinos del sur del continente como Grecia, Italia, Portugal y España.

Esa línea dura le permitió acumular capital político con sus votantes para luego ceder en algunas posturas destinadas a salvar la moneda regional como fueron los planes de rescate europeos que exigieron, a cambio, aplicar medidas de austeridad como control del déficit y reformas estructurales.

«La crisis del euro lo que muestra más que nada es que Merkel intenta resolver conflictos o crisis desde un punto de vista pragmático, que no tiene mucho que ver con cuestiones emocionales o de empatía, ni siquiera con visiones programáticas de cómo resolver problemas en términos de doctrina, sino más bien con la necesidad de intentar desarticularlo para resolverlo parte por parte», indicó a Télam el argentino Franco Delle Donne, doctor en Comunicación que vive hace más de una década en el país europeo.

«A eso le llaman el ´método Merkel´ y es lo que después aplica también en otras situaciones en las cuales había que resolver puntos de vistas no congruentes», añadió el analista, a cargo de la coordinación general de La canciller de las crisis, una serie de podcasts sobre la vida política y personal de la dirigente en el fin de su era.

Estas acciones también le valieron ganarse detractores, tanto en el plano alemán como extranjero.

«En el sur de Europa la criticaron porque era desalmada y quería la austeridad a costa de todo. Esto hizo que surjan muchos movimientos de corte más populista y radicales que después, en algunos casos, se transforman en partidos políticos como en Grecia o España», apuntó Delle Donne.

«También la critican en la propia Alemania, los más liberales conservadores e incluso dentro de su propio partido que cuestionan los rescates, por ejemplo, a un país como Grecia, en varias oportunidades y con el dinero de todos los alemanes», añadió.

Otro momento decisivo que le valió ganarse tanto seguidores como opositores fue la crisis de refugiados de 2015, cuando la canciller decidió abrir las fronteras para cientos de miles de personas que desde Siria, Irak, Afganistán y el norte de África buscaban llegar a Europa Occidental a través del Mediterráneo o la ruta de los Balcanes.

«Lo lograremos», fue la frase de Merkel que resonó entonces para intentar subir la moral ante el desafío de absorber la oleada migratoria, una movida que generó aplausos de organizaciones humanitarias, críticas de otros países europeos que no compartieron esa visión y el crecimiento de los nacionalismos antiinmigrantes, como el caso del partido de ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).

Nuevamente el pragmatismo de la canciller hizo que, una vez terminado el pico de la crisis, Alemana volviera a endurecer su política de asilo y dé su respaldo al acuerdo de la UE con Turquía para bloquear el flujo en sus fronteras a cambio de prerrogativas con el presidente Recep Tayyip Erdogan.

La respuesta a la pandemia será quizás la última vez en la que aparece el «método Merkel» en acción ante una crisis: tras negarse sistemáticamente por años a que la UE emita bonos conjuntos, la dirigente finalmente aceptó que el bloque acuda a los mercados internacionales para conseguir fondos destinados a paliar el efecto del coronavirus.

«Ahí aparece también esto del pragmatismo, es decir si no cambiamos nada, acá tenemos un problema grave», indicó Delle Donne.

El gran impulsor de esta deuda mancomunada fue el presidente francés Emmanuel Macron, que ya con el Reino Unido fuera del bloque por el Brexit y próximamente sin Merkel dirigiendo Alemania, quiere posicionarse para tomar las riendas de la UE e imponer su propio método.(Télam)

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El Periodista