Aunque los Juegos de Tokio 2020 se hayan presentado como los de mayor igualdad de género en la era moderna, el deporte no escapa a la estructura patriarcal que tiene el mundo entero. El lema «más rápido, más alto, más fuerte» que el barón Pierre de Coubertin propuso en la creación del Comité Olímpico Internacional ya atrasa. Porque en estos JJOO se pusieron en discusión las problemáticas de género, las masculinidades, los estereotipos y hasta la salud mental.
El clavadista británico Tom Daley que teje un sweater en la tribuna durante la final femenina de trampolín de 3 metros, días atrás ganó la medalla de oro en plataforma 10m. sincronizado. «Es un orgullo decir que soy gay y campeón olímpico”, confesó en contra de los prejuicios y a favor de la inclusión.
Además de nadador, Daley es un influencer del tejido a crochet. En su cuenta de Instagram (Made with love by Tom Daley), subasta sus creaciones para donar el dinero a los hogares de tránsito para jóvenes LGBTIQ+ que fueron discriminados y/o echados de sus casas.
“Me siento muy empoderado porque cuando era más chico pensaba que nunca iba a ser nada ni a lograr nada por cómo era. Y ser campeón olímpico ahora solo demuestra que se puede lograr cualquier cosa”, expresó Daley en Tokio 2020, donde participan países que todavía legislan explícitamente en contra de los derechos del colectivo.
Simone Biles, la gimnasta que ganó todas las medallas en Río 2016 para consagrarse como the GOAT (Greatest of All Times), renunció a varias competencias en Tokio porque no es un robot. Pasó por muchas, fue parte de las gimnastas que denunciaron colectivamente a Larry Nassar, el médico del equipo estadounidense que abusó de más de cien niñas y mujeres, y en este acto de rebeldía desafió al mandato de que la excelencia deportiva no permite ningún rasgo de humanidad. Los atletas de alta competencia son personas que sienten presión, ansiedad, miedos y vergüenza.
La tenista japonesa Naomi Osaka, encargada de encender el pebetero en la ceremonia de apertura, ya había visibilizado el tema de la salud mental cuando se negó a dar conferencias de prensa en Roland Garros para resguardarse de tanta exposición.
En el deporte de Biles, las gimnastas alemanas utilizaron una malla de cuerpo entero para competir, en un gesto contra la sexualización de los cuerpos. “Queremos que las deportistas que no se sientan cómodas con su atuendo se animen a seguir nuestro ejemplo”, explicó Sarah Voss, la gimnasta de 21 años del equipo olímpico alemán que impulsó y llevó a cabo la idea de la vestimenta.
El italiano Gianmarco Tamberi compartió la medalla de oro en salto en alto con el qatarí Mutaz Essa Barshim. Después de una competencia agotadora de dos horas, ambos quedaron empatados y acordaron ser los dos campeones olímpicos. No sólo se abrazaron y festejaron entre ellos sino que Tamberi, que llevó el yeso para recordar la lesión que lo dejó afuera de Río y que guardó por cinco años, comenzó un raid de saludos fuera de protocolo que terminó con un beso en la boca a su compatriota Lamont Jacobs, el nuevo campeón de los 100 metros, abajo de la bandera italiana.
La lanzadora de peso estadounidense Raven Saunders hizo el primer gesto de protesta política que se haya visto en los Juegos de Tokio 2020. Al recibir la medalla de plata y mientras las otras ganadoras posaban para las fotos en el podio, Saunders levantó los brazos en forma de X y dijo que representaba «la intersección en donde todas las personas oprimidas se encuentran». La joven afroestadounidense, integrante de la comunidad LGBTI, había hecho público que lucha contra la depresión.
Los Juegos de Tokio fueron también los de la irrupción de otras identidades de género. Quinn, de Canadá, se convirtió en la primera futbolista abiertamente trans y no binaria en lograr una medalla olímpica, la de oro nada menos.
Por su parte, la atleta transgénero Laurel Hubbard también entró en la historia olímpica, aunque no logró un levantamiento exitoso en la categoría de más de 87 kilos en halterofilia femenina. La neozelandesa, de 43 años, fue la primera deportista en competir en unos Juegos en una categoría de género diferente a aquella en la que nació. En 2015, el COI cambió sus reglas habilitando a atletas transgénero a competir como mujeres siempre que sus niveles de testosterona estén dentro de los permitidos.
La surcoreana An San, de 20 años, ganó tres medallas de oro en Tokio 2020 en individual y en los eventos por equipos femenino y mixto del tiro con arco. Sin embargo, en lugar de destacar sus logros, en las redes sociales en Corea del Sur (la duodécima economía mundial y potencia tecnológica, pero con una una sociedad dominada por hombres y con muchos ‘pendientes’ en derechos de las mujeres). recibió comentarios machistas contra su corte de pelo, tildado de “feminista” y hasta le pedían devolver sus medallas.
A estas críticas, una oleada de mujeres respondió viralizando miles de fotografías de mujeres con cabello corto en respaldo a la campeona olímpica de tiro.
Los Juegos de la pandemia mostraron cambios sociales contra el sexismo y la libertad de género. Un motivo más para que marquen un precedente y queden en la historia. (Télam)