Adiós, Charlie Watts, el Stone silencioso
La muerte del baterista británico Charlie Watts conmovió a los amantes de la música y nos recordó que, aunque los veneremos como dioses del rock 'n roll, los Rolling Stones también son mortales.
Por Tomás Lobo
A los 80 años acaba de irse, discreto como siempre, quien fue apodado «el Stone silencioso», por esa personalidad introvertida, casi hierática en comparación con la exuberancia de Mick Jagger, el canallesco Keith Richards o el socarrón de Ronnie Woods.
Su agente, Bernard Doherty, confirmó que el buen Charlie falleció en paz, rodeado de su familia, en un hospital de Londres, apenas días después de confirmar que no estaría en la enésima gira de sus Satánicas Majestades, banda incombustible como pocas, que ahora se queda coja…
Los Rolling se repusieron a la expulsión de Brian Jones, la renuncia de Mick Taylor, la muerte de Ian Stewart o el retiro de Bill Wynam, pero la pérdida de su corazón rítmico, del hombre que desde 1963 marcaba la pauta con su cara de Javier Bardem circunspecto, quizás sea demasiado.
Su anunciada ausencia en la gira «No Filter» sentó como un balde agua fría para sus seguidores, pero el propio Charlie, a quien nunca le gustó demasiado la carretera, confesó que ya no podía.
«Por una vez, me he quedado fuera de juego. Estoy trabajando duro para estar completamente en forma, pero hoy he aceptado, siguiendo el consejo de los expertos, que esto llevará un tiempo», había declarado Watts, quien recién había pasado por el quirófano por razones no reveladas.
LA EMINENCIA GRIS
Todos quieren moverse como Jagger y volarse como Richards, pero los «frontmen» de los Rolling Stones nunca dudaron en considerar a Charlie Watts como el auténtico líder, suerte de eminencia gris que conciliaba aquel arcoíris de personalidades.
Nacido el 2 de junio de 1941, Charles Robert Watts descubrió de niño el jazz, e inspirado por el baterista Chico Hamilton armó una suerte de tambor con un banjo, usando pinceles a guisa de baquetas, hasta que en 1955 sus padres le compraron su primera batería.
Estudió diseño gráfico y en 1961 renunció a un trabajo en Dinamarca para unirse a la banda Blues Incorporated, con la que tocaba esporádicamente, y en esas andadas conoció a Mick, Keith, Ian y el malogrado Brian, quienes lo invitaron a unirse a los Rolling primigenios.
Watts sustituyó al baterista Tony Chapman, para sellar la alineación definitiva de una agrupación que hasta entonces probó a varios músicos, que o no convencían, o no duraban.
Amén de su talento como baterista, con un estilo seco y eficaz, Charlie puso su creatividad y olfato publicitario en función del grupo, diseñando el arte para discos y escenarios, y dando ideas locas, como ponerlos a tocar Brown Sugar sobre un camión por las calles de New York.
Siendo un ícono del rock, el jazz fue la pasión de Watts, quien realizó múltiples tributos a Charlie Parker, y participó en numerosos proyectos musicales menos masivos y conocidos que los Rolling Stones, pero con mucho sentimiento, talento y melodía.
HOMBRE DE CASA
Charlie se casó en 1964 con Shirley Ann Shepherd, con quien vivió hasta el último de sus días. Al contrario de sus compañeros, nunca le interesaron las «groupies» y sus favores sexuales, y solo en los años 80 las drogas amenazaron su vida y su matrimonio.
Se consideraba un hombre de su casa, que asumía las giras como un mal necesario, y que tenía el hábito compulsivo de dibujar cada habitación en la que dormía. No le interesaba encarnar el estereotipo de estrella del rock, y sabía poner a su lugar incluso a sus compañeros más divos.
En su autobiografía, Richards relató que una noche Jagger llegó borracho al hotel vociferando: «¿Dónde está mi baterista?». Charlie se levantó, se afeitó, se vistió de traje y corbata, abrió la puerta y le pegó un puñetazo a Mick en plena cara. Lo miró fijamente y le dijo: «No vuelvas a llamarme tu baterista otra vez… ¡Tú eres mi maldito cantante!».
Watts fue un tipo elegante, al punto que en 2006 la revista Vanity Fair lo incluyó en el Salón de la Fama de las personas mejor vestidas. Ya para entonces había sido exaltado entre los inmortales del rock ‘n roll y elogiado como uno de los mejores bateristas de la historia.
En 2004 superó un cáncer de garganta, y al año siguiente casi muere en un accidente de tránsito en Francia, pero después de aquellos percances volvió a las giras, siendo la última el Olé Tour que cerró con el histórico concierto en La Habana, Cuba, en marzo de 2016.
Se fue, en fin, un ícono cultural, el hombre sin cuya presencia, según el propio Keith Richards, «no existirían los Rolling Stones». Queda por ver si la banda dice «adiós», después de medio siglo e infinitos «hasta luegos». (Sputnik)
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