McCartney 3 2 1: una armonía que prevalece en el tiempo.

Por Miguel Reyes Almarza*

★★★★✭ (4,5 sobre 5)

¿Otro documental acerca de un Beatle? ¡No, gracias!

Tanto se ha hablado de Sir Paul McCartney que cada vez que asoma una mirada íntima de su proceso creativo aparece una cierta sospecha y algo de insatisfacción para los seguidores más ortodoxos. Sobre todo, en el año que se celebran los 50 años de “Ram” -una muy buena- y que viene precedido por el ardid comercial del McCartney III y su versión “Imagined” -dos malas- que se llevan el aplauso fácil del fan de catálogo y dejan un sabor amargo a quienes anticipaban la secuela del hoy, dada la comparación, majestuoso McCartney II.

En este río revuelto, Zachary Heinzerling -el mismo de “Cutie and the Boxer” que en 2013 se llevó el Óscar a la mejor película documental- convence a Rick Rubin, productor de larga trayectoria y respeto en la industria musical (RHCP, Tom Petty, Beastie Boys) para que involucrara a McCartney en un proyecto distinto, una docuserie que descansara exclusivamente en la música, casi como una terapia de shock, donde el músico se reencontrara con aquello que, por lo menos después del Chaos se hizo esquivo, no por falta de talento, sino que por decisión. Eso que llamamos música de verdad.

Para esto Rubin, en su papel de anfitrión, vuelve a las valiosas cintas de los Beatles, Wings y su etapa solista primigenia, para llevar a McCartney a presenciar la disección de su obra, que, en resumen, es el análisis de la influencia innegable del músico para todas las generaciones venideras. Casi como lo vivido por Paul en la India, mientras era un Beatle, Rubin a veces fan, otras un discípulo de Buda, lo guía en los aspectos más sobresalientes de sus canciones sorprendiendo muchas veces al Rey Midas del rock. Sorpresa genuina y emotiva, reconociendo, desde la mirada de quién ya recorrió el camino, los aspectos más excepcionales de su obra, de su vida y de aquel tándem indestructible llamado Lennon/McCartney.

La fotografía, perfecta y minimalista, recurre al blanco y negro para poner en foco las miradas y los sentimientos, aquella comunicación verbal, que, entre el músico y el productor, transita desde la euforia hasta la nostalgia. Es que no es fácil encontrarse de un golpe en la cocina de la genialidad Beatle. Mucho menos cuando estas creaciones ya han sido definidas como imprescindibles para entender y ponderar la historia de la música popular. Rubin, un afortunado de entrar en la fábrica de creación de universos y Paul, feliz de volver, como siempre.

Más allá de mover perillas y panear sonidos, algo que ya habíamos visto en 1992 con el “Making of Sgt. Pepper’s”, “McCartney 3 2 1”, mueve las fibras del corazón de quienes aún sostienen -sostenemos- que Paul se está guardando algo poderoso entre manos porque, así como el acorde final de “A Day in the Life”, hay en la música de McCartney un sonido que parece palidecer por momentos, pero luego de un tiempo se rehace en una explosión de armonías dignas del genio que es.

Un imperdible en tan solo 6 cortos capítulos, disponible en Hulu y Disney +.

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

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El Periodista