La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, planteó hace unos meses la idea de la “Ciudad de los quince minutos”, como parte del plan que está implementando para reducir la contaminación y mejorar la calidad de vida de los habitantes de la capital francesa.
La cada vez mayor extensión de las ciudades, su creciente densidad vehicular junto con las grandes masas de personas que deben trasladarse todos los días hacia sus destinos, han hecho que los tiempos muertos debido a estos desplazamientos aumenten progresivamente y que las grandes ciudades se hayan ido transformando en lugares siempre de paso, que no acogen a los ciudadanos y en los cuales su habitante no se ve reconocido ni reflejado.
Por otro lado, la pandemia nos ha obligado a todos a restringir nuestros movimientos, estar más en casa o en nuestro entorno inmediato y a adoptar, a veces forzadamente, el trabajo remoto como una condición casi permanente, con lo que muchos hemos vuelto a “vivir” los territorios urbanos que nos toca habitar, reconociendo sus bondades y también, padeciendo sus carencias.
¿Qué tiene por decir y aportar el desarrollo inmobiliario comercial en este escenario?
Los desarrollos inmobiliarios dedicados al retail, ya venían mostrando signos de cambio desde hace algunos años, con el cierre de algunos centros comerciales suburbanos en otros países, la disminución de actividades comerciales presenciales y el ingreso con mayor fuerza del e-commerce, fenómenos que se aceleraron como resultado de la pandemia y los consiguientes cambios en las rutinas de compra.
En este contexto, parece bueno mirar hacia el desarrollo de Centros Comerciales de cercanía, pequeños polos de oferta de productos y servicios, que ayuden a solucionar el tema básico de la provisión a escala de barrio, pero que al mismo tiempo den cabida a usos no necesariamente comerciales, que entreguen espacios amigables y protegidos que se hagan parte del quehacer cotidiano, donde coexistan el comercio, las oficinas, servicios tanto públicos como privados y espacios exteriores de esparcimiento, pero no a la manera de un mall, sino en un esquema más parecido a esas esquinas comerciales de barrio de los años 60, que ya casi no existen en las grandes ciudades, pero que aún están presentes y funcionan exitosamente en ciudades menores.
No se trata de una vuelta romántica (y anacrónica) al pasado, sino de descubrir cómo podemos ayudar a devolverle su ciudad a las personas, con los requerimientos de hoy y mañana, respondiendo a los distintos actores desde la realidad actual y a la escala de la persona, aun cuando el valor del suelo tensione hacia la maximización de la superficie de renta. Es en esta tensión en la que estamos llamados a encontrar mejores maneras de resolver una ecuación difícil entre mercado y bienestar social, ¿Alianzas público privadas? ¿Utilización de espacios residuales (Tipo plazas de bolsillo)? ¿Beneficios tributarios?
Cada lugar, cada barrio, cada pequeña ciudad, tiene sus propios requerimientos, necesidades y realidades y los desarrolladores inmobiliarios comerciales tenemos una tarea importante en encontrar la solución a ese encargo específico que nos están haciendo la sociedad y el mercado, que permitan hacer nuestra ciudades más bellas y vivibles, llevando productos y servicios donde son requeridos y fomentando el bienestar de las personas que las habitan.