Juan Gabriel Valdés: Haití necesita ser pensada de nuevo y recibir ayuda, pero con controles

Por Daniel Casas (Télam)

El diplomático chileno y exjefe de la Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití (Minustah) Juan Gabriel Valdés descontó que Estados Unidos va a intervenir en la búsqueda de una solución ante la profundización de la crisis haitiana, que derivó en el asesinato del presidente Jovenel Moïse, y abogó por una salida que contemple no solo la asistencia económica sino que la condicione al funcionamiento institucional del país caribeño, a imagen y semejanza del plan que Washington diseñó para Centroamérica.

Valdés, quien estuvo al frente de la Minustah entre 2003 y 2006, dijo a la agencia Télam que desde la discutida elección en 2011 de Michel Martely, de quién Moïse era heredero político, ha habido una confrontación con grupos que consideraban que el Gobierno «estaba actuando con altos niveles de corrupción, manipulando los fondos de Petrocaribe», que quería perpetuarse en el poder y «lo vinculaban con el período duvalierista» (por la dictadura de François y Jean Claude Duvalier, entre 1957 y 1986).

                       (Photo by THONY BELIZAIRE / AFP)

Días antes de ser asesinado, Moïse dejó entrever en una entrevista la posibilidad de que podía ser atacado ¿Ve como probable que una familia determinada haya impulsado el magnicidio?

Todo es posible en Haití. De haber sido ejecutado por un comando de extranjeros, estas personas estaban representando a algún interés interno. La pregunta es si se hará una investigación fiel, pero es evidente que Moïse no murió por intereses internacionales sino por internos.

Con Moïse Haití cambio el posicionamiento internacional. Viró de una buena relación con Venezuela a estar alineado con el expresidente de Estados Unidos Donald Trump y con la Organización de Estados Americanos (OEA) liderada por Luis Almagro. ¿Se puede vincular esto con el magnicidio?

No creo que haya una incidencia de esa postura. Lo que sí ha habido es una creciente indiferencia hacia el tema haitiano. Trump no tuvo ningún interés y hasta ahora la nueva administración americana no ha prestado una atención particular al tema. Y, claro, un país que recibió billones de dólares de ayuda y que no parece cambiar y tiene fenómenos de corrupción evidentes, produce lo que es conocido en Washington como la «fatiga con Haití». Tanto la región como Estados Unidos han entendido a Haití como un problema de seguridad y, por lo tanto, han enviado tropas. No hubo un plan de desarrollo como el que hoy estudia el presidente Joe Biden para los países de Centroamérica, que consiste en transferir instituciones de Contraloría, Poder Judicial, apoyo en las policías… de alguna manera equipos de planificación.

Hubo hartazgo, digamos.

Haití ha recibido fondos, muchos de ellos administrados por organizaciones no gubernamentales, que existen en el país en un número absolutamente excesivo y que muchas veces se alimentan de la ayuda. Esa ayuda y ese dinero nunca ha sido controlado. En cambio, se ha permitido la veleidad de la elite haitiana disputándose el poder permanentemente, porque la única fuente real de riqueza radica en el Estado y en algunos monopolios que están en Puerto Príncipe.

¿Monopolios de qué?

Gas y la importación de alimentos. Haití produce muy poco y todo lo que significa el manejo de la infraestructura está siempre en manos de un grupo muy pequeño de personas. Han gozado de la ayuda exterior durante mucho tiempo, y han participado de esa ayuda. Si efectivamente Naciones Unidas quiere trabajar en este terreno va a tener que establecer formas de control, por supuesto con la participación de los dirigentes haitianos democráticos, para controlar un proceso que ha sido desastroso por el mal uso de fondos recibidos de la cooperación internacional.

Hay sectores en Haití que destacan que a lo largo de su historia o han tenido intervencionismo directo, como el de Estados Unidos a principios del siglo pasado, o proteccionismos internacionales, entre los que ubican a la Minustah, a la que identifican como una intromisión en los asuntos internos. ¿Lo ve así?

Es cierto. Ha habido intervencionismo internacional y Haití ha favorecido la intervención externa con un enorme desorden interno, con un histórico fenómeno de corrupción en su elite. Eso tiene que cambiar. Hay fuerzas en Haití que permiten imaginar una república soberana, sin intervención externa, pero a esas fuerzas hay que permitirles llegar. Una cosa muy importante, y no lo digo para quedar bien con nadie sino como un hecho político, es la participación de las mujeres, que tienen capacidad política, honestidad y rectitud que hacen que uno tenga esperanzas en ese país. Para eso hay que generar el espacio político, la tranquilidad y la capacidad de que se puede ejercer esa soberanía y de tener ese tipo de autoridades. Evidentemente, con las bandas armadas con armamento pesado y con un Gobierno que las permite o no las confronta, como ocurrió con Moïse, es difícil.

¿Usted descuenta que Washington va a intervenir, cree que Biden se va a inclinar por una estrategia parecida a la que tiene con Centroamérica o por una intervención más directa?

Biden tiene la sensibilidad para entender el drama haitiano mejor que otros, sin duda. Por lo tanto, tengo cierta esperanza de que haya una mirada distinta sobre el proceso y que haya una forma de entenderlo en acuerdo con los haitianos, para esto primero que todo hay que escucharlos y no llegar con ideas preconcebidas. Es posible pensar que, a pesar de todo, este crimen sirva para entender que se requiere de un nuevo comienzo. Que no se necesita sólo dinero sino que se pide ayuda para construir un Estado que funcione y que tenga controles sobre el dinero que se gasta. Que se acabe con esta especie de administración en las sombras de grupos de individuos y de poderes que hacen imposible que los haitianos mantengan la democracia durante un período más o menos normal, para estabilizarse.

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El Periodista