Bob Dylan: a 55 años de un accidente en moto que aún alimenta leyendas

La suma del momento en la vida del músico en que se produjo el accidente, la falta de detalles del hecho y las elucubraciones al respecto, alimentada además por lo ocurrido en los años siguientes, convirtió a esta cuasi tragedia en un hito en la carrera del artista.

Por Hernani Natale

En medio de una intensa actividad artística que prometía extenderse debido a los muchos compromisos en vivo asumidos por su mánager para los siguientes meses, y todavía con la llama encendida de la polémica pública por su abandono de la música folk por el rock y el blues eléctrico, Bob Dylan sufría el 29 de julio de 1966 un famoso accidente en moto que lo dejó fuera de la escena por un largo tiempo.

La caída desde su Triumph T100 experimentada en una ruta cerca de su vivienda en Woodstock alimentó una serie de leyendas, muchas de ellas absurdas, debido a los interrogantes en torno al hecho que aún persisten, sobre todo por las escasas y elípticas referencias realizadas al respecto por el propio artista.

La suma del momento en la vida del músico en que se produjo el accidente, la falta de detalles del hecho y las elucubraciones al respecto, alimentada además por lo ocurrido en los años siguientes, convirtió a esta cuasi tragedia en un hito en la carrera del artista.

La amplia gama de mitos construidos alrededor de este incidente osciló entre quienes afirmaban que el legendario artista en realidad había muerto y había sido reemplazado por un doble –algo similar a lo que se comentaba en esos tiempos también sobre Paul McCartney- y quienes sostenían que el accidente nunca había sucedido, sino que había sido un invento del músico para escapar del laberinto emocional en el que se encontraba.

Más allá de esto, el acontecimiento resulta ineludible a la hora de repasar la vida y obra de Bob Dylan, tal como lo demuestran las referencias al respecto que aparecen en la película de Todd Haynes “I´m Not There”, o el videoclip de la nueva versión que remixó el productor Mark Ronson del tema “Most Likely You Go Your Way (And I´ll Go Mine)”, por citar apenas dos ejemplos.

Mucho más contundente resulta que el repaso por la vida de Dylan realizado en el exhaustivo documental “No Direction Home” (2005), de Martin Scorsese, en el que el mismo músico oficia de relator de su propia historia, termina en ese accidente, obviando así los casi 40 años que van desde el episodio a la realización del filme.

Acaso, esta decisión tenga que ver con que el célebre accidente cerró un círculo que sería constante en el recorrido artístico de Dylan. Así como pocos años antes había eludido los cantos de sirena que lo consagraban como el profeta folk que traía la voz de la nueva generación a partir de su conversión al rock y el blues eléctrico, ahora volvía desmarcarse de su nueva imagen pública con un abandono total de la escena.

A través de los años, el icónico artista iba a realizar violentos virajes en su carrera, ya sea con cambios abruptos de estilos musicales o con decisiones personales que lo situaron en un plano completamente diferente, como cuando a principios de los `80 anunció su conversión al cristianismo.

La versión oficial del accidente cuenta que Dylan regresaba a su casa en moto seguido en un auto por su esposa Sara, luego de una reunión en la casa de su mánager Albert Grossman, cuando cayó de su vehículo al trabarse una rueda.

La caída le produjo diversos cortes en la cara y la rotura de varias vértebras, lo que lo mantuvo varios meses convaleciente, sin embargo no existen reportes de que haya sido trasladado a un hospital. La explicación oficial de esto fue que su esposa lo recogió, lo llevó de nuevo a la casa de su representante y, entre ambos, decidieron que lo tratara un médico particular para evitar la intromisión de la prensa.

Pero el accidente llegó en un momento en que Dylan se sentía presionado por viejas polémicas que lo perseguían desde que había decidido abandonar la música folk por el rock, lo que le había zanjado un sinfín de enemigos que habían depositado en él ciertas esperanzas; y por la ajetreada agenda de presentaciones que le había organizado Grossman.

Atiborrado de fármacos, en constante disputa con la prensa en las conferencias que ofrecía, con miles de personas que pagaban una entrada a sus shows solo para abuchearlo y decepcionado por cómo estas cuestiones parecían opacar uno de los momentos más brillantes de su carrera, el artista parecía encontrarse sin escapatoria.

El regreso a la vida pública del artista se produjo de manera paulatina con discos en donde retomaba las raíces musicales estadounidenses sin prestar atención a la psicodelia que imponía la época, con una imagen que lo mostraba rozagante a diferencia de lo demacrado que se lo notaba antes del accidente, con un tono más bajo de voz y apenas unas pocas y breves actuaciones públicas.

Algunos creyeron la historia oficial. Otros afirmaban que Dylan había muerto y era reemplazado por un doble. Y un tercer grupo estaba seguro que todo había sido una farsa montada por el artista para escapar a la encerrona en la que lo había puesto la industria musical. La historia demostró que, a su manera, todos ellos tenían razón.(Télam)

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El Periodista