Anna Karénina llega a Netflix y convoca a una relectura del clásico a la luz del feminismo

Por Ana Clara Pérez Cotten.

La decisión de Netflix de producir «Anna K», la interpretación moderna de «Anna Karénina» y la primera producción de la plataforma en Rusia, invita a pensar cómo se actualiza la icónica novela que León Tolstoi publicó en 1877 y por qué los grandes articuladores e intérpretes de la lógica del algoritmo ponen ahora el ojo en aquel personaje decimonónico.

La iniciativa de la plataforma responde, en parte, a la naturaleza de los clásicos de la literatura: se adaptan, se leen y se interpelan al calor de la época y, en ese movimiento, crecen.

La obra de Tolstoi, que empieza con aquella mítica línea «Todas las familias felices se parecen; las infelices lo son cada cual a su manera», fue llevada al cine más de veinte veces. Bajo la dirección del francés Maurice André Maître llegó por primera vez a la pantalla grande en 1912, fue interpretada por Greta Garbo en 1935 y la última versión es de 2012 con el protagónico de Keira Knightley.

En la versión de Netflix, la actriz Svetlana Khodchenkova representará a Karénina, una dama de la alta sociedad y esposa del futuro gobernador de San Petersburgo que se adentrará en una historia de amor que cambia su vida con Vronsky, heredero de un imperio de aluminio.

«Llevarla a la Rusia del siglo XXI y presentarla ante el mundo entero en su propio idioma es un sueño hecho realidad para mí», asumió el escritor Roman Kantor, quien estará a cargo de la adaptación de la trama a los debates más coyunturales de la sociedad rusa y será parte del rodaje en Moscú y San Petersburgo.

Esa entidad de clásico que habilita las reversiones también dificulta que una adaptación pueda captar los matices y las tramas entrecruzadas con los que Tolstói edificó la obra de más de mil páginas que fue publicada completa en 1877.

Anna Karénina, por ejemplo, podrá tener la relevancia que ostentan los protagonistas, pero el personaje de Lievin, el terrateniente atormentado, maduro, lleno de contradicciones y alter ego del autor, se apodera de a poco de la historia.

«Elegir la línea de lectura de Anna y creer que la novela trata simplemente sobre la historia trágica de una mujer adúltera es tramposo y oculta la arquitectura compleja de la obra que pivotea entre la línea de ella y la de Lievin, que prácticamente no se tocan. Mientras ella es un personaje trágico, él es como todo personaje positivo, un poco acartonado y predicador», explica el traductor Alejandro González, quien hizo un posgrado en la Facultad de Filología de la Universidad de Petrozavodsk, Rusia, vivió en San Petersburgo entre 2006 y 2014, tradujo una treintena de títulos y ganó el prestigioso Premio Lee Rusia.

A González, le gusta retomar la mítica primera frase de la novela para explicar la trama: «La novela es la historia de dos familias, no tanto la de Ana y su adulterio. Empieza con esa frase pomposa: `Todas las familias felices se parecen; las infelices lo son cada cual a su manera´. Sin embargo, el desarrollo de la novela parece invertir esa máxima: las familias infelices se parecen una a otra, mientras que las familias felices logran construir un mundo propio donde casi cada elemento adquiere un peculiar sentido».

El año pasado, al cumplirse 110 años de la muerte de Tolstoi, el escritor Guillermo Saccomanno participó del ciclo «Leamos clásicos» con Anna Karénina y apostó por una lectura que revisionaba el personaje, a la luz de Emma Bovary, la otra gran figura decimonónica. «Nabokov sostiene que Emma Bovary comete la más burguesa de las transgresiones: el adulterio. Anna no solo es adúltera, sino que no quiere reincidir en el matrimonio. Porque cuando su amante, Vronsky, quiere casarse -ella ya ha abandonado a su marido, Karenin-, Anna no quiere de ninguna manera casarse porque no quiere perder la pasión.

Desde este punto de vista, Anna es una novela revulsiva que arremete contra la familia, contra la sociedad hipócrita de su tiempo, contra la aristocracia y también contra el clero. Es una criatura prometeica con su deseo», analizó Saccomanno. Y advirtió que la razón por la cuál el resto de las mujeres la desprecia es que «Anna pone en evidencia algo que todas y todos hacen, patea el tablero y, en ese sentido, es más subversiva que Emma Bovary».

¿Puede leerse a Anna Karénina en clave feminista, al calor de esa última gran reivindicación de derechos que pareciera no entender de fronteras? ¿La edad de oro de la novela realista tiene algo para decirle a los lectores que se acerquen a la obra durante los días de aislamiento durante la pandemia de coronavirus?

Aquellos problemas decimonónicos parecieran tener un eco contemporáneo: mientras Vronsky se mueve en la ópera sin recibir ni una mirada, Anna es insultada por una mujer desde el palco contiguo; él mantiene una vida social activa, ella queda recluida en su habitación. Y es ella quien lo advierte y le repite que no tienen nada de qué avergonzarse porque su amor es verdadero y, por lo tanto, legítimo. Anna no está dispuesta a vivir una doble vida pero después padece la «violencia machista» que hay detrás del señalamiento.

La escritora Carmen Boullosa ficcionalizó en «El libro de Ana», editado en 2016 por Alfaguara, la faceta de escritora de la protagonista de Tolstoi y emprende un trabajo metaliterario: ¿Qué hubiera pasado si Anna Karenina hubiera escrito un libro? Según su mirada, el personaje permite conocer el debate que se daba sobre el papel de la mujer a finales del siglo XIX.

Anna Karénina es una mujer de clase acomodada, que escribe y que activa el debate sobre cuál es el papel de la mujer en la sociedad, si debe tener permiso de trabajar, si puede obtener el divorcio. La historia da cuenta de una mujer que está saliendo del ostracismo decimonónico para entrar en la vida pública.

Ciento cuarenta y cuatro años después de su publicación, la lectura de la novela genera una sensación intensa de identificación: en alguna medida, todos pasamos por las situaciones que se cuentan porque Tolstoi apela al sentido más profundo de la existencia.

González, quien dictó dos cursos de lectura del clásico en el Museo de Bellas Artes y también lo abordó con sus alumnos en un curso más extenso de literatura rusa, reconoce que quienes logran adentrarse en él se sienten atrapados.

«Muchas veces llegan con un preconcepto, creen que van a leer la historia de una mujer oprimida. Pero la estructura y una de las primeras frases, `reinaba la confusión en la casa´, reciben al lector y le dan paso a una arquitectura literaria muy compleja y a una serie de personajes con muchos matices», analiza, expectante sobre en qué medida la adaptación de Netflix podrá escapar a las simplificaciones.(Télam)

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