Rachid Benzine: La diferencia cultural, religiosa, étnica es insuperable en el imaginario francés

Atravesada por el conflicto de la extranjería, el escritor marroquí Rachid Benzine aborda en la novela "Así hablaba mi madre" una historia íntima y sensible a partir del vínculo de un profesor universitario y su madre, una sudafricana analfabeta, cuya sabiduría de vida solo podrá ser reconocida por el hijo en su lecho de muerte

Por Claudia Lorenzón

Atravesada por el conflicto de la extranjería, el escritor marroquí Rachid Benzine aborda en la novela «Así hablaba mi madre» una historia íntima y sensible a partir del vínculo de un profesor universitario y su madre, una sudafricana analfabeta, cuya sabiduría de vida solo podrá ser reconocida por el hijo en su lecho de muerte: «es una novela sobre cómo llenar el vacío que deja la muerte de una madre. También trata de cómo, en algún momento de la vida, te conviertes en los padres de tus padres».

Durante años, un hijo le ha leído a la madre en repetidas oportunidades una novela de Balzac y a partir de su enfermedad ella vuelve a solicitarle que repita ese ritual con el cual, el hombre de 54 años y profesor de literatura en la universidad, no solo cumplirá ese deseo, sino que además rescatará la vida de esa mujer que crió en soledad a sus hijos.

La historia es, al mismo tiempo, el argumento de la novela recién publicada por el sello Edhasa y parte de la trama vital de Benzine, un investigador del islam que abandonó su Marruecos natal cuando era niño para radicarse con su familia en la localidad de francesa de Trappes, donde creció y construyó una mirada política sobre la inmigración o el fanatismo religioso que impregna sus ensayos y ficciones.

En «Así hablaba mi madre» , la madre del protagonista llegó a Francia desde Marruecos junto a su esposo y al morir él tuvo que trabajar como empleada doméstica y sufrir humillaciones por ser pobre, inmigrante y analfabeta, hechos que avergonzaron a su hijo y que ahora recuerda a la par de momentos luminosos, como cuando su madre lo acompañó a recibir un premio literario en la adolescencia, o cuando asistieron a un concierto en el que ella terminó cantando con el artista sobre el escenario.

No es la primera vez que este politólogo, novelista y dramaturgo descarga el peso de la historia sobre un personaje femenino: hace unos años publicó «En los ojos del cielo», donde la protagonista era una prostituta que se enfrentaba a una sociedad intolerante en los albores de la Primavera Árabe. En el caso de «Así hablaba mi madre», el primero de sus libros, buscó «rendir homenaje a la primera generación de inmigrantes norafricanos en Francia», según cuenta en entrevista con Télam.

La obra está atravesada por el tema de la extranjería y las dificultades de comunicación de una madre humilde. ¿Qué hechos inspiraron esta historia?

Rachid Benzine : El tema de la vejez me pareció una buena forma de dar las gracias. También es una novela sobre cómo llenar el vacío que deja la muerte de una madre. «Así hablaba mi madre» da cuenta de la fuerza del símbolo de la madre y cómo sus enseñanzas acompañan nuestros caminos por la vida. No se trata de sacralizar a la madre sino de destacar que las madres de primera generación tienen su propia forma de hablar. Incluso cuando no han aprendido los códigos de las sociedades en las que se han criado. La madre de mi novela toma posesión del país en el que vive a través de la emoción y la alegría, la música y la literatura. Aunque no compartamos los mismos medios, siempre encontramos una manera de habitar el mundo y esta madre, para mí, fue una prueba de ello. También trata de cómo, en algún momento de la vida, te conviertes en los padres de tus padres y descubres la vulnerabilidad de cada uno: hijos y padres.

Esta es una relación entre una madre y su hijo, una novela social que nos dice algo sobre nuestra sociedad, sobre el viaje de una familia, más allá de la inmigración. La inmigración es un ancla entre otros. Qué hacemos con nuestros ancianos es algo fundamental para mí.

«La piel de zapa», la novela de Balzac a la que se alude en la novela, habla de desear lo imposible, de un pacto que lleva a la muerte. ¿Por qué eligió que el hijo leyera esa obra a la madre?

RB: Cuando era adolescente, me atrajo el título de esta novela de Balzac, que no entendía. Al asociar el dolor con una piel, lo encontré muy hermoso y extraño a la vez. Más tarde comprendí que no debía entender el disgusto en el sentido de la tristeza. El término procede del turco «sagri», que significa la piel de un animal, en este caso el burro, y el cuero que se preparaba con ella. En el siglo XVI, la lengua francesa lo tomó prestado como «sagrin», luego chagrin. Este cuero granulado tiende a encogerse a medida que envejece. Balzac hará de esta expresión una novela filosófica sobre el deseo, el ímpetu vital que se marchita como este cuero, es una metáfora del paso irrevocable del tiempo. También me atrajo la presencia en la novela de un cuento oriental que el héroe de Balzac descubre. Como hijo de un inmigrante, estaba orgulloso de encontrar una parte de mi cultura en la literatura francesa. Al leer la novela, la madre encuentra una especie de consuelo, una especie de salvación en la lectura.

La historia transcurre en Francia, ¿en qué medida cree que la sociedad francesa es expulsiva respecto de los inmigrantes, árabes en este caso? ¿Hasta qué punto algo de lo que se cuenta en esta historia tiene que ver con sus propias vivencias como extranjero?

RB: Dada la situación actual, caracterizada por la crispación, la simplificación extrema, la polarización del discurso y la banalización de los comentarios racistas o al menos del ostracismo, no soy muy optimista. Por muchas garantías que se puedan dar -excelencia escolar, perfecta integración social y económica- la diferencia cultural, religiosa, étnica es insuperable en el imaginario francés. Nos quedamos en representaciones simplistas -el inmigrante pobre, el musulmán violento-, esencializamos las poblaciones en calificativos esquemáticos, y al hacerlo, olvidamos el matiz, la gran variedad de historias y experiencias que conforman la Francia de hoy. Y lo lamento, porque estas fracturas son hoy una bendición para los extremos, ya sea la derecha nacionalista y racista, o los extremistas musulmanes que reclutan a los jóvenes explotando sus sentimientos de discriminación y rechazo. Tendremos que redoblar la vigilancia, construir discursos pacíficos, proponer horizontes comunes, a través de la memoria, la historia y la puesta en común de las historias de todos.

El hijo tiene una relación dependiente con la madre, no tiene pareja y su vida se reduce a dar clases como docente; vive con su madre y le lee por muchas horas esa novela. ¿Hay como una devolución de un sacrificio que la madre hizo por ellos, al trabajar para poder mantenerlos económicamente?. ¿A qué responde esa entrega del hijo?

RB: No creo que el hijo se sacrifique a cambio de agradecer a su madre que se sacrificó por ellos. Creo que él busca reconectarse a través del cuidado por ella y a través de la lectura de ese libro de Balzac: la literatura que los separó les permite reconectarse. Y lo hace simplemente por amor a su madre. El hijo también se repara cuidando a su madre. Se siente culpable por haberse avergonzado de ella, culpable por ser literato…. se redime de alguna manera, sin ser consciente de ello. Pero esta madre es muy moderna cuando le dice a una vecina: «Los niños no nos deben nada, nosotros se lo debemos todo». No pidieron nacer. Libera a sus hijos de la culpa. Es un acto de amor.

El enfrentamiento del hijo con la enfermera que le dice que le está alargando la vida a la madre innecesariamente, lo confronta con sus pensamientos, y le genera dudas internas acerca de si ese vínculo es sano…

RB: El narrador se pregunta si lo que dice la enfermera no es una verdad que se oculta a sí mismo. Se niega a vivir con el pretexto de cuidar a su madre. Luego se pregunta si esta enfermera podría haber dicho eso a una familia rica. Lo ve como un desprecio a los pobres cuyas vidas cuentan poco.

La literatura y la música aparecen como redentoras en la novela. ¿Piensa que la redención para cualquier persona viene a través del arte?

RB: Es fundamental el papel que se otorga en este texto a la música y la literatura como medios para que la madre entre en diálogo con ese mundo cuya lengua no habla. Las canciones que aprende, el libro de Balzac al que tanto se aferra, son como anclas que la devuelven a la orilla desconocida de la cultura francesa, una cultura a la que no puede acceder a través del idioma. Las canciones de Sacha Distel le resuenan profundamente. Aquí es donde la cultura adquiere su dimensión universal. La canción que le gusta cantar a la madre la une a su mundo perdido, al país que dejó atrás. En este momento de la lectura, los papeles se invierten: ella no sabe leer, así que él lee. Él no puede oír todo lo que su madre tiene dentro de ella, así que ella oye. Es como si en esos momentos, cada uno reparara la fragilidad o la minusvalía del otro. Él lee en su lugar y ella escucha en el suyo. Por ello, este texto es también una oportunidad para subrayar hasta qué punto el hecho de compartir una cultura «popular» y no necesariamente «culta», que apela a lo común, puede hacer mucho para unir a personas de distintos orígenes en algo común. Tal vez en eso consiste la cultura.

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El Periodista