Expansión del teletrabajo: ¿Oportunidad o amenaza?

El teletrabajo es una nueva realidad que está cambiando la vida cotidiana de la gente, y lo nuevo siempre da miedo. ¿Hay que percibirlo como una amenaza?

Por Aleksandr Dunáev

La expansión del teletrabajo, acelerada por la pandemia del Covid-19, ofrece nuevas oportunidades, pero para poder aprovecharlas los trabajadores deben luchar por sus derechos, opina el sociólogo italiano Domenico De Masi, en una entrevista concedida a la agencia de noticias Sputnik.

Con la llegada de la pandemia del coronavirus en marzo de 2020, el Gobierno italiano impuso el teletrabajo a sus funcionarios, e instó a los empleadores privados a seguir su ejemplo. En cuestión de días, la cifra de los trabajadores a distancia en Italia pasó de 570.000 a 8 millones.

Un año después, a pesar del relajamiento de las medidas anticovid, en Italia siguen trabajando a distancia unos 7,3 millones de italianos, casi un tercio del total de los ocupados. Además, surgen modalidades mixtas, cuando el empleado trabaja unos días en la oficina y otros desde casa.

El teletrabajo es una nueva realidad que está cambiando la vida cotidiana de la gente, y lo nuevo siempre da miedo. ¿Hay que percibirlo como una amenaza?

REGRESO AL RITMO DEL TALLER RENACENTISTA

Es más bien una oportunidad que ofrece ventajas a tanto a los trabajadores, como a las empresas y las ciudades, opina Domenico De Masi, profesor emérito de la sociología del trabajo en la Universidad La Sapienza de Roma.

Gracias a esta modalidad «el tiempo y el lugar del trabajo adquieren una flexibilidad que antes no tenían, lo que constituye un primer paso hacia una revolución» cultural y estructural respecto a los tiempos en que se trabajaba únicamente en la fábrica o en la oficina.

Con el trabajo a distancia, el empleado no está confinado en un espacio cerrado, sino «trabaja en casa, donde está con su mujer e hijos, después baja al bar para tomarse el café, va al quiosco para comprar el periódico, se ve con los vecinos y los amigos, pasa por la oficina», de manera que el trabajo y la vida cotidiana resultan más equilibrados y la gente goza de una mayor socialización.

Es curioso notar que, a pesar de que tal estilo de vida parece insólito a personas acostumbradas a los ritmos de la sociedad donde predomina el trabajo de oficina, en la historia podemos encontrar analogías inesperadas, por ejemplo, en la Florencia del siglo XV.

En su libro «Teletrabajo. La revolución del trabajo inteligente», publicado en 2020, De Masi describe detalladamente el taller de aquellos tiempos, que «era una unidad orgánica de vida y trabajo» y se caracterizaba «por el hecho de que en el mismo edificio convivían el dueño, sus hijos y su mujer, las máquinas para trabajar, los aprendices y los obreros. Con el trabajo a distancia en un cierto sentido volvemos a esta situación».

REMEDIOS PARA DISTRIBUIR LA RIQUEZA

Volviendo a nuestros días, el profesor De Masi constata que el teletrabajo también permite aumentar la productividad. Gracias al uso cada vez mayor de las tecnologías avanzadas, se puede trabajar menos y ganar más.

«Por ejemplo, en Italia se trabaja 1.800 horas al año, mientras en Alemania 1.400 horas, y se cobra más gracias a una productividad más alta». Además, si cada uno trabaja menos tiempo, más gente encuentra empleo: «En Alemania hay un 3 por ciento de desocupados, nosotros tenemos el 10 por ciento».

El problema está en cómo se distribuye la riqueza producida y qué hacer con la gente que, por varios motivos, está desempleada. Para el sociólogo italiano en estos casos podría ayudar la introducción del ingreso universal: «Es útil para personas que no pueden trabajar y no tienen otros ingresos, como menores de edad, enfermos, discapacitados, ancianos. Y también para los que se encuentran en una fase de transición de un trabajo a otro».

Pero por si solo el ingreso universal no basta, para los trabajadores es crucial saber luchar por sus derechos. En el campo del teletrabajo en el último año los sindicatos han elaborado nuevos tipos de contrato de trabajo, que resultan más equilibrados y salvaguardan los derechos de los empleados.

Sin embargo, aún queda mucho por hacer. Según observa De Masi, «el capitalismo es una guerra entre trabajadores y dueños y, de momento, están ganando los dueños». En un nuevo mundo, caracterizado con una extensión cada vez mayor de altas tecnologías y teletrabajo, el futuro de los trabajadores depende de su capacidad de luchar por sus derechos. (Sputnik)

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