Biden recuerda masacre contra negros y pide memoria: No se puede sepultar el dolor por siempre
Durante décadas se habló de disturbios y nunca se investigó siquiera cuántas personas negras fallecieron, resultaron heridas o perdieron todo lo que tenían
A los 100 años de una de las peores masacres contra la comunidad negra en la historia de Estados Unidos, el presidente Joe Biden se reunió hoy con tres sobrevivientes en la ciudad de Tulsa, en Oklahoma, y, en un discurso a una nación que aún se polariza por la cuestión racial, pidió tener memoria porque «no se puede sepultar el dolor y el drama por siempre».
En 1921, en un Estados Unidos segregado racialmente donde el movimiento de derechos civiles afroestadounidense eran apenas un sueño de algunos, cientos de residentes blancos de Tulsa saquearon e incendiaron hasta los cimientos el barrio de Greenwood de la comunidad negra y le arrojaron proyectiles desde aviones el 31 de mayo y el 1 de junio.
Durante décadas se habló de disturbios y nunca se investigó siquiera cuántas personas negras fallecieron, resultaron heridas o perdieron todo lo que tenían.
Una comisión determinó en 2001 que hasta 300 residentes negros de Tusla murieron en la matanza, y que miles más fueron detenidos durante varias semanas en campamentos custodiados por la Guardia Nacional de Oklahoma. Recomendó que los residentes de Greenwood recibieran una indemnización, algo que aún no sucedió.
Algunos ladrillos chamuscados y un pedazo de un sótano de una iglesia es todo lo que queda hoy del barrio, que por entonces era una de las mayores y más pudientes concentraciones de comercios propiedad de afroamericanos en Estados Unidos, también conocida como la «Wall Street Negra».
«Esto no fue un disturbio, fue una masacre y una de las peores de nuestra historia, pero no fue la única», sentenció Biden en el discurso difundido por la Casa Blanca y agregó: «Ni bien pasó, hubo un esfuerzo de borrarlo de nuestra memoria colectiva».
Antes de dar su mensaje, Biden recorrió el Centro Cultural Greenwood, vio fotos de la época y luego se reunió a puertas cerradas con tres sobrevivientes de entre 101 y 107 años: Viola «Mother» Fletcher, Hughes «Uncle Red» Van Ellis y Lessie «Mother Randle» Benningfield Randle.
Con su presencia y su discurso, el mandatario no solo buscó reconocer la masacre, sino también el legado de racismo y violencia institucional que le sucedió y que impacta hasta el día de hoy.
Biden destacó que «hubo cinco miembros del congreso y gobernadores que eran miembros declarados del Klan», en referencia al grupo supremacista blanco Ku Klux Klan, cuya segunda generación, destacó, ganó fuerza justamente después de la masacre en Tulsa.
«Ese odio es parte de nuestra historia, nuestra cultura. La única manera de construir un terreno común es reconociendo lo que pasó. Debemos elegir recordar, no se puede sepultar el dolor y el drama por siempre, y no se puede ignorar más lo que pasó. Tenemos que terminar con la visión de un Estados Unidos de suma cero, si a uno le va mal, a mi me irá bien», pidió el mandatario.
Uno a uno, explicó cómo sus principales iniciativas económicas intentar revertir esta idea de suma cero y las asimetrías que sufren históricamente las minorías negras, latinas e indígenas en el país.
Destacó que la tasa de propietarios negros de viviendas está en un nivel más bajo hoy que lo que estaba en 1950 cuando se aprobó la Ley de Acceso Justo a la Vivienda, y prometió «todos los fondos» a su disposición para que se invierta en «trabajadores estadounidenses para producir bienes estadounidenses para beneficiar a pequeños y medianos empresarios, especialmente negros y de color».
«Ellos crearan puestos de trabajos e invertirán en sus comunidades», agregó.
También volvió a defender su plan de sumar cuatro años de educación gratuita obligatoria, para la primera infancia y para el terciario.
«Pero ningún derecho es más fundamental que el derecho a votar y hoy está siendo atacado de una manera agresiva como no sucedía hace mucho tiempo», alertó.
En su mensaje, Biden buscó todo el tiempo vincular el pasado y el presente para que quede claro la necesidad de impulsar cambios profundos.
«Lo de Greenwood fue un acto de terrorismo interno, no hay dudas. Les pido que cierren los ojos y recuerden la turba de neonazis en Charlottesville (en 2017 atropellaron y mataron a una manifestante pacifista y antirracista) y de supremacistas blancos que atacaron el Capitolio (cuando el Congreso intentaba ratificar la victoria electoral de Biden en enero pasado). El odio nunca es derrotado, solo se esconde. Si se les da solo un poco de oxígeno a sus líderes, reaparece», advirtió el mandatario.
Historiadores cuentan que la masacre de Tulsa comenzó luego que un diario local informara que una adolescente blanca había denunciado a un joven negro de atacarla.
Cientos de blancos se congregaron frente a un juzgado para exigir que les entregaran al joven negro, que había sido detenido.
Decenas de hombres negros, algunos armados, se presentaron en el lugar para evitar su linchamiento y se desencadenó una pelea que terminó con varios muertos.
La noche de ese 31 de mayo y la mañana siguiente, cientos de residentes blancos atacaron el barrio de Greenwood, incendiando y saqueando todo a su paso y dejando a decenas de cadáveres tirados en las calles.(Télam)