No hay duda. Chile vive un tiempo muy difícil en materia política debido, más que todo, a la tremenda desigualdad social que ha provocado el capitalismo inconducente y abyecto, pues es un sistema ya decadente que nunca ha sabido manejar los legítimos derechos de una gran mayoría aspirante a un profundo cambio social.
La ausencia de diálogo entre la ciudadanía y los partidos políticos podría significar la aparición de otro anfibológico tiempo político, estéril, temporal, nefando e intrascendente. Entonces, ahora es el tiempo preciso, siempre es cuestión de tiempo, para que los partidos políticos esencialmente democráticos y progresistas asuman su natural rol protagónico y sepan guiar a la ciudadanía hacia un futuro certero, ya que claramente juegan un rol fundamental en la labor de difundir a la presente y próximas generaciones todo un legado ético-político. Ergo, una nueva moral es el único valor, además de la solidaridad y la tolerancia, que fortalecerá la actividad partidaria y su consecuente proyección histórica.
Hay crisis social en Chile. Claro que hay crisis y esta sólo se solucionará con una lógica más cercana a la realidad social para fortalecer el trabajo ideológico de sólidos y disciplinados partidos políticos. Así, será necesario conceptualizar en la próxima Constitución una visión democrática transformadora que inicie un proceso de reformulación social, en el cual el mundo progresista tendrá que implementar seriamente una estructura política que sólo favorezca los intereses de una clase trabajadora expoliada, por lo tanto precarizada, diseñando permanentes políticas públicas de gobierno donde los derechos humanos, la cultura, la educación, la salud y la vivienda sean los pilares fundamentales de la nueva sociedad post pandemia, moderna, realizada. Chile necesita constituyentes calificados que vislumbren una clara estrategia política y una certeza histórica para construir una sociedad libre, equitativa y justa, acorde a los modernos mecanismos sociales y comunicacionales.
Vivimos un tiempo no cultural, un tiempo en el cual la vorágine tecnológica y el sistema capitalista han conducido al pueblo chileno a la soledad más absoluta, algo que jamás nadie pudo imaginarse, ni siquiera en una abstrusa pesadilla. Se lee menos. Prácticamente no se lee, pues vivimos alienados en un sistema deshumanizado e ignominioso que no entiende de ideales mayores. Mas, Chile se cansó y reaccionó. Chile necesita un liderazgo visionario y creativo cuya misión fundamental será solucionar la actual crisis política y liberar a esta sociedad consumista de todo aquello que la hace vivir de una manera ficticia e incoherente. La ciudadanía consciente pretende un cambio de estructura mental y un pensamiento unitario-constructivista para discernir que lo humano sea interpretado como una condición realmente humana.