Keiko Fujimori, entre la defensa de su padre y la estrategia del mal menor
Con reivindicaciones y comparaciones constantes con su padre, el expresidente Alberto Fujimori, y una campaña centrada en una propuesta de mano dura, la candidata presidencial Keiko Fujimori está determinada a que la tercera vez sea la vencida y a ganar el balotaje con una estrategia clara: convencer a los sectores populares y las fuerzas poderosas de Perú que aún se crispan al escuchar su apellido de que, como dijo el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, ella es "el mal menor" en esta elección.
El fujimorismo que ahora dirige la candidata de 45 años, que llega al balotaje del 6 de junio con un caudal de casi 13,4% de la primera vuelta, es aún recordado por muchos peruanos por su autoritarismo, el autogolpe de 1992, los crímenes de lesa humanidad por los que está condenado el expresidente y una masiva corrupción.
Por ejemplo, en el primer debate presidencial en la pequeña localidad de Chota, aunque reivindicó políticas sociales y de inversión del Gobierno de su padre, se desmarcó del maltrato que los maestros sufrieron durante la década fujimorista, en un intento por escapar a las críticas de su rival electoral, el docente y sindicalista de izquierda Pedro Castillo.
Fujimori prometió que, si llega a la Presidencia, los trabajadores esenciales, como los maestros, serán los primeros en recibir la vacuna contra el coronavirus para poder volver a las clases presenciales.
«Daremos un aumento en las remuneraciones, con las capacitaciones que están esperando y nuevos nombramientos, unos 50.000 en los próximos cinco años», dijo la candidata a los docentes, aunque también intentó conciliar al sector educativo con su padre y agregó: «Construiremos, así como lo hizo mi padre, 3.000 colegios».
Sin embargo, son muchos los frentes que debe conciliar antes de poder ganarse el apoyo de este sector. o de la clase trabajadora en general. ya que durante los 90 se desregularon y flexibilizaron las condiciones laborales en el país, lo que facilitó el despido individual y colectivo, permitió largas jornadas de trabajo y socavó la organización sindical
Según una carta abierta publicada en 2011 por varios profesores y el exministro de Trabajo Javier Neves Mujica, la afiliación sindical en Perú pasó de 22% en 1990, cuando Fujimori asumió por primera vez, a 5% en 2000, cuando renunció y se escapó a Japón.
A corto plazo, Keiko propuso empleo rápido en base a obras de infraestructura bajo un esquema público-privado y, a mediano plazo, sistemas fiscales para trabajadores y un cambio en la gobernanza de la Superintendencia Nacional de Aduanas y de Administración Tributaria para recuperar «los niveles institucionales y profesionales que la caracterizaron en la década de los 90″, según recogió el periódico El Comercio.
Asimismo, planteó una reforma del Sistema de Pensiones para garantizar el derecho al ahorro privado con fines de jubilación y asistencia humanitaria por parte del Gobierno, y definió su frente como «economía social de mercado, versus comunismo».
Fujimori también prometió durante el debate «devolverle a la policía el espacio que tiene» y «recuperar el principio de autoridad». «Solo con mano dura vamos a derrotar la delincuencia», sentenció y, comparándose otra vez con su padre, reivindicó que en su Gobierno «derrotó el terrorismo».
Graduada en Administración de Empresas y excongresista, la joven dirigente aprendió en la última década que el apellido Fujimori tiene un costo demasiado alto y que sola, sin sanear algunas heridas y puentes rotos que dejó su padre, no puede ganar.
Por eso, esta semana selló una alianza con el partido de César Acuña, Alianza para el Progreso, que pregona el liberalismo económico y que en la primera vuelta obtuvo un 6% de los votos.
Días antes, el excandidato de Avanza País, Hernando de Soto, quien quedó cuarto en la primera vuelta con casi 11,6% había anunciado que él, personalmente, votará a Fujimori en el balotaje
Y el excandidato que quedó tercero en la primera vuelta con más del 11,6%, Rafael López Aliaga, fue contundente en un acto reciente: «Hay que ser tarado, imbécil, para votar por una alternativa comunista. No seamos tarados. Por rencor, odio, que yo sé que existe contra (Alberto) Fujimori y Keiko».
Poco parece estar influyendo las dificultades de Keiko para escapar a la contradicción que le generan su historia, sus propuestas y las garantías que le demandan sus nuevos aliados. O, siquiera, su promesa de indultar a su padre si llega a la Presidencia.
Entre sus promesas, por ejemplo, se destaca hacer una revisión histórica sobre los textos escolares de planes educativos.
«Tenemos que revisar y retirar de los textos escolares donde se señala que lo que vivió nuestro país fue una guerra interna. No, lo que vivió nuestro país fue terrorismo. Asimismo eliminaremos la mal llamada ideología de género y pondremos énfasis en la igualdad de género, el respeto entre hombres y mujeres, entre niños y niñas», expresó y apeló a quienes, como ella, que tiene dos hijas de 11 y 13 años: «Saben que todo el esfuerzo y el sacrificio lo hacemos por ellos».
Sin embargo, más de 200.000 mujeres indígenas y campesinas no lo sabrán porque fueron esterilizadas contra su voluntad en el marco de una política de control demográfico bajo el Gobierno de su padre, quien además cumple una condena de 25 años por dos matanzas con 25 fallecidos y el secuestro de un periodista y un empresario cometidos por un escuadrón que estaba bajo su mando.
Al igual que su padre, Keiko cumplía prisión -pero por delitos económicos y de manera preventiva y domiciliaria- cuando anunció su regreso a la carrera por la Presidencia en septiembre pasado. Aún es investigada por un caso de lavado de dinero relacionado con aportes ilegales de la constructora brasileña Odebrecht a sus campañas electorales entre 2018 y mayo de 2020.(Télam)