Javiera Mena: Todo arte es político

Mientras se prepara para estrenar dos nuevas canciones, Mena reflexiona acerca de su último sencillo "Dos" (lanzado en marzo pasado y que compuso en aislamiento pandémica junto a su amiga y productora Marian Ruzzi) y al que presenta como una "balada triste y confusa sobre las inquietudes de estar con alguien y sentir cosas también por otra persona".

La compositora y cantante chilena Javiera Mena considera que haber sido pionera en nuestro país por «mostrar el amor entre dos mujeres» a través de su música «sin la necesidad de ser una cantante de protesta de manera evidente» se funda en su certidumbre de que «todo arte es político».

Mientras se prepara para estrenar dos nuevas canciones, Mena reflexiona acerca de su último sencillo «Dos» (lanzado en marzo pasado y que compuso en aislamiento pandémica junto a su amiga y productora Marian Ruzzi) y al que presenta como una «balada triste y confusa sobre las inquietudes de estar con alguien y sentir cosas también por otra persona».

«Las nuevas canciones tocan esta dualidad. Por un lado, queda una que puedo adelantar que es una mega dance; mucho más dance que todas las otras, y una más que también va para el lado de la balada. Esa es la dualidad que va a marcar este próximo EP; este costado más vulnerable por un lado y más decidida de pista de baile por el otro. Esa dualidad representa mucho lo que soy», asegura Mena.

«Flashback», un single en que habla sobre la nostalgia con notas futuristas, y «Corazón Astral», que trabajó junto al productor Pablo Stipicic y de la que ya hay una versión remixada de Alejandro Paz, uno de los máximos exponentes de la electrónica chilena, completan el repertorio ya estrenado y disponible en todas las plataformas digitales.

Siempre compusiste en soledad, pero ¿Influyó en algo el aislamiento en tu proceso de la producción de estas nuevas canciones?

La verdad es que siempre compongo sola, pero creo que incluso ahora con el aislamiento he compuesto más acompañada. Si bien muchas de las canciones se habían compuesto antes de la pandemia, cuando yo ya estaba buscando hacer un tipo de composición más colectiva, pienso que por esta soledad que uno siente con el encierro he buscado más la compañía. Y después de no sé cuantos años de carrera, hoy me siento muy inspirada por mis orígenes y por quien era yo hace 15 años. Estuve pensando sobre las nuevas generaciones que aprecian mi música lo que quiere decir que mi música ha envejecido bien. Me pone muy contenta y orgullosa el camino que he hecho y de la gente que me ha acompañado, porque significa que he hecho las cosas de manera auténtica.

¿Sientes que cada vez hay menos distancia entre la escena electrónica y la música popular?

La música electrónica es parte de la música popular hace tiempo; incluso la música urbana, el reggaetón, usa secuencias y programaciones. Eso tiene que ver con que se están mezclando géneros como el electrónico, el urbano y el pop a partir de las tantas herramientas que hay a nivel sonoro que te puede dar una computadora. No hay que ser un gran músico para poder componer. Solamente, si tienes tu talento y trabajas, vas a poder hacer lo que quieras. Hoy en día el ordenador es principal para el desarrollo de los músicos, porque aunque seas un músico acústico, tienes que saber manejar los programas para poder grabarte y editar tus voces.

¿Es cierto que sabes tanto sobre sintetizadores que ya desde tu adolescencia los abrías para modificarles el circuito y encontrar nuevos sonidos? ¿Qué encontraste allí y qué efecto produjo ese descubrimiento en tu música?

Es verdad, una vez abrí un Casio Tone para modificarle los sonidos. Después, cuando ya tuve un ordenador, me bajé un sintetizador análogo muy precario que se llamaba TS404 con el que empecé a experimentar. Me pareció una locura haber llegado a eso. A mí que siempre me ha gustado hacer cosas nuevas que nadie haya hecho entonces. Fue como, «wow, qué sonido estoy haciendo». Me parecía mucho más interesante que lo que estaban haciendo mis compañeros de colegio que estaban tocando la guitarra en la plaza, algo que también me parecía increíble. Pero como yo no tenía mucha fuerza en los dedos, me iba a mi casa con la computadora a generar algo diferente, mucho más espacial y futurista, que estéticamente me llamaba mucho la atención. Me gustaban mucho «Blade Runner» y «La historia sin fin» y me parecía loquísimo que yo pudiera generar la música electrónica de esas películas. Al no ser una gran instrumentista y tampoco venir de una familia de músicos, me resultó muy productivo agarrar una PC y hacer música con las cosas que yo quisiera. Siempre me he sentido muy cercana y muy ávida de conocimientos de síntesis y desde entonces es el lenguaje musical que yo más domino.

¿Qué otras barreras te enorgullece haber derribado, ya sean dentro de la industria musical o fuera de ella, dentro del movimiento feminista, arriba de un escenario o en las calles?

Yo de todas maneras tengo dos frases: una es «al arte por el arte» y la otra «todo arte es político» que se pueden oponer pero que tienen mucho que ver. Porque al final no necesitas ser una cantante de protesta de una manera evidente, como algunas compañeras que yo admiro un montón o como la gente del hip hop que trabaja desde la rabia, desde el enfrentamiento hacia los poderes y cosas como mucho más directas. En mi caso, yo hablo de relaciones humanas y emociones, de maravillarse frente al cosmos y de paisajes. Yo soy una mujer que desde un comienzo ha producido su propia música y que ha mostrado abiertamente el amor entre dos chicas. Eso es muy político y abrió un espacio para las nuevas generaciones que dicen que mi rol ha sido fundamental para ellas para haberse descubierto. Lamentablemente, a mi me tocó ser punta de flecha. Y digo «lamentablemente» porque me hubiera encantado vivir en una sociedad en la que la mujer no estuviera tan reprimida. Pienso, en ese sentido, que cuando te paras en un escenario y te muestras tal cual eres, sea un chico o una chica, o por la ropa que te pones, la manera en la que hablas y las palabras que ocupas; todo es político cien por ciento. (Télam)

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El Periodista