Hora de decisiones responsables

El próximo fin de semana elegimos constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales. El voto es libre y voluntario, eso lo convierte en nuestra absoluta responsabilidad. Votemos, entonces, por candidatos serios, honestos, capaces, conocedores de la tarea que les encomendamos. Es el país el que está en juego cada vez que ejercemos nuestro derecho ciudadano. Finalmente, la responsabilidad es nuestra.

Por Javier Edwards Renard*

En fácil, como dice el refrán “los países tienen los gobiernos que se merecen”, o que pueden. El extremismo, la demagogia, el odio, el payaseo, el resentimiento, el cinismo, la hipocresía, el paternalismo, la locura, el dogmatismo están ahí, en la calle, representados por una serie de políticos de mala clase que quieren el poder a cualquier precio. El precio, no lo olvidemos, siempre lo pagamos nosotros, las personas, nuestros hijos, las generaciones que vienen. Un país, una sociedad civilizada no se construye desde los extremos sino logrando acuerdos reales sobre temas esenciales: libertad, justicia, respecto por el Estado de Derecho, una institucionalidad clara, una economía responsable, Paz y armonía entre todos los que somos Chile, y representantes que respondan por sus actos. Cabe citar aquí a la excepcional Hannah Arendt: “…la pura violencia es muda, razón por la que nunca puede ser grande.” (La Condicion Humana).

        Javier Edwards

El 15 y 16 de mayo de 2021, enfrentaremos cédulas de votación llenos de nombres de los que no se sabe nada o de los que sabemos claramente su falta de preparación para ocupar los cargos a que aspiran. Hagamos la tarea, cada uno de nosotros debe y puede, estudiar quiénes son los candidatos, conocer las ideas que representan, saber cuál es su historial real (las palabras aguantan todo tipo de mentiras), analizar objetivamente las ideologías tras ellos, los titiriteros tras los que actuarán como títeres.

No debemos olvidar jamás que no es mejor el que grita más fuerte o el que promete lo imposible o deseable. El que se disfraza de justo no necesariamente lo es. La sociedad que queremos no se construye en 30 años, a veces cuesta más de un siglo. Aprendamos de los que han llegado a niveles de desarrollo deseables, veamos qué han hecho, sus errores y aciertos. Identifiquemos con claridad qué tipo de país no queremos. Seamos realistas, a lo que aspiramos cuesta trabajo, tiempo, coordinación, empatía recíproca; destruir, por otra parte, requiere tan sólo segundos, unos pocos días.

Que la igualdad no nos haga perder la libertad y que la libertad no nos haga olvidar la equidad. Que la justicia sea real y se aplique dando a cada uno lo suyo, según la acertada frase aristotélica. Que el resentimiento por las injusticias ya ocurridas no nos impida ejercer el único acto capaz de reparar lo irreversible, el perdón. Cada acto electoral supone y requiere del ejercicio de ese perdonar aquello que se hizo mal y, junto con ello, frente a la incertidumbre de todo actuar humano, mantenernos fieles a la palabra de aquello que hemos prometido de buena fe.

Sostengamos con convicción que la democracia es la manera en que reemplazamos la fuerza de las armas por un lápiz y un papel, es la manera en que civilizamos el ejercicio del poder. Como muy bien dice Timothy Snyder en su breve pero certero libro, Sobre la Tiranía, “Cuando los hombres con armas, que han reclamado contra los abusos del sistema, comienzan a vestirse con uniformes y a marchar portando antorchas y fotos de lideres, el fin de la democracia está cercano.”. Cualquier similitud con la realidad no es mera coincidencia, es la historia que se repite una y otra vez.

En un empobrecido campo de discusión retórica, nuestros políticos se acusan cruzadamente de ser fascistas o comunistas. La verdad es que no es mejor una cosa que la otra, ambas son manifestaciones históricas y concretas de la perversión a la que puede llevar el hambre por del poder, algo que tan bien queda reflejado en esa épica y mitológica saga del escritor sudafricano J.R.R. Tolkien en “El señor de los anillos”. Todo político puede convertirse en un Smeagol. En nombre de bienes superiores, el Gran Terror Soviético (1937-38) y el Holocausto Nazi (1941-45) representan lo mismo. Debemos mirar nuestras decisiones democráticas hacia aquellas ideas, palabras y acciones políticas que no suponen fanatismo ni violencia alguna.

Seamos responsables, cuidemos el país y nuestra democracia. Hay mucho por hacer, pero no se hace destruyendo irracionalmente sino sumando, ajustando, uniéndonos en un proyecto que integre visiones en beneficios de todos. No, nada será perfecto ni instantáneo, pero es muy posible lograr el caos total. Nada cambió con la destrucción de la Plaza Baquedano, sólo quedó lo destruido y la incertidumbre. Ahora nos toca la tarea en serio, reconstruir y mejorar, no es necesario inventar nada. Hasta las ideas más revolucionarias y fracasadas ya se han intentado varías veces. No juguemos este próximo fin de semana la la lotería rusa, no vaya a dispararse la bala mortal. No juguemos con armas de fuego, no juguemos con fuego. Ya sabemos lo que el fuego hace cuando se descontrola.

Por último, tengamos presente que seguimos en pandemia y debemos concurrir a votar adoptando las medidas de cuidado sanitario que ya conocemos, son necesarias para cuidarnos y cuidar al resto. Que estas elecciones votemos para cuidar todo lo que tenemos que cuidar. Votemos por gente buena y preparada, en conciencia.

*Abogado Universidad de Chile, Magister en Derecho Europeo de la UAB (Barcelona, España) y LL.M. en Derecho Corporativo, Financiero y Bancario de Fordham University (Nueva York) profesor de derecho comercial, y crítico literario por más de 25 años en distintos medios.

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El Periodista