Biden va a Tusla por centenario de una de las peores masacres raciales de EEUU

El presidente estadounidense, Joe Biden, rendirá mañana homenaje a decenas de afroaestadounidenses masacrados hace 100 años en el próspero barrio de Greenwood de la ciudad de Tulsa, en el sureño estado de Oklalhoma, cuando una multitud de blancos atacó a residentes e incendió hasta destruir por completo esa zona de mayoría negra.

La visita de Biden a Tulsa, anunciada la semana pasada por la Casa Blanca sin detalles de su programa, coincide con un renovado debate sobre el racismo y la brutalidad policial en Estados Unidos motorizado por el asesinato del afroestadounidense George Floyd el año pasado en Minneapolis por un policía blanco que lo asfixió con su rodilla.

El 31 de mayo de 1921, la noticia de la detención del joven negro de 19 años, Dick Rowland, acusado de atacar a Sarah Page, una chica blanca de 18 años, atrajo a cientos de hombres blancos que concurrieron armados a la puerta del juzgado para reclamar a las autoridades que les entregaran al acusado.

Por temor a un linchamiento, unos 75 integrantes de la comunidad negra, algunos de ellos armados, acudieron al mismo lugar en defensa de Rowland, y una pelea inicial dejó 12 muertos, diez de ellos hombre blancos y dos hombre negros.

Esa misma noche y la mañana siguiente, una turba desbocada de hombres blancos atacó el vecindario de Greenwood, conocido como la «Wall Street Negra» por su enorme cantidad de comercios propiedad de afroestadounidenses, quemando todo a su paso y dejando a decenas de cadáveres tirados en las calles.

Viola Fletcher, una sobreviviente de 107 años, quien tenía 7 cuando sucedió el hecho, se presentó la semana pasada ante la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense.

«Nunca olvidaré la violencia de los grupos de blancos. Aún veo a hombres negros tiroteados yaciendo en las calles», dijo.

«Aún puedo oler el humo y ver el fuego. Aún veo los comercios de negros ardiendo. Aún oigo los aviones volando sobre nuestras cabezas. Aún oigo los gritos», agregó.

Fletcher afirmó que había concurrido a la comisión para «reclamar justicia» y luego señaló: «Estoy aquí para que se reconozca lo que sucedió en Tulsa en 1921».

«Yo tengo 107 años y nunca he visto justicia. Espero que algún día la haya. Yo he sido bendecida con una larga vida, y por lo tanto he visto lo mejor y lo peor. Yo pienso en el terror infligido a la gente negra en cada día de este país», afirmó.

Según una investigación oficial realizada por el estado de Oklahoma y cuyos resultados se conocieron en 2011, la masacre dejó 39 muertos confirmados, la mayoría de ellos negros, aunque estimó que el número real de fallecidos iba de los 75 a los 300.

Más de 800 personas fueron atendidas en hospitales, más de 1.200 casas fueron incendiadas y más de 10.000 residentes del barrio quedaron sin hogar.

Asimismo, cientos de negocios en el llamado Wall Street negro resultaron arrasados.

Según testigos y algunos historiadores, muchos de los blancos implicados en los ataques, entre los que había vigilantes y miembros del Ku Klux Klan, habían sido armados por el propio comisario como «adjuntos».

La demanda presentada para pedir reparaciones sostiene que también la Guardia Nacional, que fue llamada para contener la violencia, participó en la masacre, descrita por el historiador estadounidense John Hope Franklin como un «pogromo americano».

Cuando terminaron los ataques, cientos de negros fueron llevados a punta de pistola a unos campamentos donde estuvieron retenidos durante semanas realizando trabajos forzosos.

Según el informe de la comisión investigadora presentado en la Legislatura de Oklahoma en 2001, no quedó claro qué ocurrió durante un breve encuentro entre Rowland y Page en el ascensor de un edificio donde ella trabajaba de ascensorista, el 30 de mayo de 1921.

Page fue interrogada por la policía y dijo que no presentaría cargos. La policía determinó que no había habido ataque, pero Rowland, un limpiabotas, fue detenido al día siguiente porque se temía por su vida.

Cien años después de aquella masacre, al pie de los modernos edificios de una calle de Greenwood, unas discretas placas metálicas llevan los nombres de los negocios que en aquellos días eran propiedad de los negros en ese barrio de Tulsa.(Télam)

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El Periodista