Trabajadores celebran su día entre crisis y desafíos por pandemia y una economía más digital
El mundo laboral conmemora mañana el Día del Trabajador en medio de una crisis internacional que combina un proceso de larga data, vinculado a la precarización y reconversión en una economía cada vez más digital, y otro más reciente relacionado a los efectos de la pandemia de coronavirus que incluye una mayor desocupación y los nuevos desafíos por el aumento del teletrabajo.
De acuerdo a la última actualización del informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre el impacto de la Covid-19, durante 2020 «se registró una pérdida de horas de trabajo del 8,8% a escala mundial respecto al cuarto trimestre de 2019, equivalente a 255 millones de empleos a tiempo completo».
Los ingresos provenientes del trabajo cayeron en un 8,3% el año pasado, lo que equivale al 4,4% del PBI mundial, una perdida que es cuatro veces mayor a la producida en la crisis financiera del 2009.
Ninguna región se salvó del cimbronazo por la pandemia: la economía del Reino Unido cayó 9,9% (la peor cifra desde el Gran Invierno de 1709), la estadounidense 3,5% (la mayor contracción desde la Segunda Guerra Mundial) y la japonesa 4,8% (poniendo fin a 12 años de crecimiento consecutivos).
En este contexto de contracción global, América Latina y el Caribe es la región más golpeada del mundo en desarrollo con una caída del PBI de 7,7% en 2020, de acuerdo a la Cepal, y el efecto en el mundo laboral es directo: se perdieron 26 millones de empleos, según datos de la OIT.
Esto ocurre por una sumatoria de causas epidemiológicas, como las altas tasas de contagio principalmente por la expansión de la llamada variante brasileña de Manaos, y las relacionadas a las características del trabajo en la región como la alta informalidad, la desigualdad y la escasa cobertura de protección social.
«Muchos de los desafíos que teníamos antes de la pandemia continúan vigentes, aunque ahora son más urgentes», alertó el director de la OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro, quien apostó a que 2021 «sea el año de la vacunación y de la recuperación económica con generación de más y mejores puestos de trabajo».
Las perspectivas para este año son de una recuperación económica a nivel mundial y regional, en base a previsiones del Fondo Monetario Internacional (FMI), y una desaceleración en la pérdida de horas de trabajo que serán de un 3% con respecto al cuarto trimestre de 2019.
Al margen de estas cifras, las restricciones por el coronavirus aceleraron la apuesta por el teletrabajo, lo que conviene a las empresas que por su rubro pueden operar de esta forma ya que reduce costos, y que generó un alerta entre los sindicatos por la necesidad de fijar reglas claras, sobre todo en lo que respecta a horas extras no remuneradas y el denominado derecho a la desconexión digital.
El crecimiento del trabajo a distancia se reflejó, por ejemplo, en que la plataforma para videoconferencias Zoom, por muchos desconocida antes de la pandemia, cuadruplicó su facturación en 2020 respecto al año anterior, mientras que Meet, la competencia de Google, amplió el plazo para usar su versión gratuita en dos oportunidades ante su popularidad.
Este aumento del teletrabajo reforzó aún más el impacto de la economía digital en el mundo laboral, un camino en marcha desde hace por lo menos una década por la mayor inserción y prestaciones de los teléfonos celulares, las mejoras en las conexiones de banda ancha y la expansión de los servicios de computación en la llamada nube.
Un fiel reflejo de esto es el aumento de las plataformas que distribuyen trabajo, como Uber, Rappi y Cabify, para nombrar algunas, que pasaron de ser 142 en 2010 a 777 en 2020, de acuerdo a otro informe reciente de la OIT que destacó que estas aplicaciones «están transformando los procesos laborales»
La entidad hizo hincapié, además, en que estas empresas «ofrecen oportunidades» para los colectivos más excluidos, entre ellos mujeres, personas con discapacidad, jóvenes y migrantes, aunque no dejó de subrayar los riesgos, ya que la relación es de una gran precarización laboral, sin ofrecer protección social, libertad sindical ni instancias de negociación colectiva, todos derechos básicos del trabajo reconocidos internacionalmente.
«Los nuevos desafíos que presentan pueden afrontarse mediante un diálogo social global para que los trabajadores, los empleadores y los Gobiernos puedan beneficiarse plena e igualmente de estos avances. Todos los trabajadores, independientemente de su situación laboral, deben poder ejercer sus derechos fundamentales», dijo el director General de la OIT, Guy Ryder, en la presentación del informe.
Pero por ahora la instancia en la que se dirime esta situación es la judicial y en febrero de este año hubo un fallo en Reino Unido que puede cambiarlo todo: el Tribunal Supremo obligó a Uber a clasificar a sus conductores como trabajadores propios y no como autónomos, lo que les garantiza un salario mínimo, vacaciones pagadas y otros beneficios.(Télam)