Polémica por entrega de bonos y medidas económicas: ¿Es Chile un país de clase media?

El académico de la Facultad de Ciencias Sociales, Giorgio Boccardo, pone en tensión las ideas principales detrás del imaginario de nuestro país. Además, explica por qué la definición que se usa de clase media no es correcta, y por qué el gran empresariado sería el único sector social del país que realmente actúa como una.

 

Durante más de dos décadas, el relato generalizado sobre nuestro país era que el desarrollo había permitido que una gran mayoría de la población dejara atrás la pobreza, constituyendo una fisonomía social dominada por una amplia «clase media», ubicada entre una minoría millonaria, y quienes aún viven en la pobreza.

Sin embargo, la revuelta social del 2019 y las consecuencias de la crisis económica generada por la pandemia, han puesto duramente en cuestión esta propuesta, develando las tensiones y limitaciones de esta idea, alguna vez tan popular entre analistas y medios de comunicación.

Así lo explicó el profesor Giorgio Boccardo, de la Facultad de Ciencias Sociales, para quien si bien existe «un sector de la sociedad que se emplea en el sector de servicios, obtuvo un título técnico o profesional, y está asociado a esta idea de una nueva clase media que habría surgido con el neoliberalismo, en realidad hablamos de una clase trabajadora con mayor certificación, muy heterogénea, pero que no se articula como clase». 

Consultado sobre por qué no se podría hablar de una clase media cuando para muchos la mayoría del país pertenecía a esta categoría, Boccardo afirmó que «las clases sociales se vinculan con relaciones de producción y de poder, con una visión de mundo compartida, no con los ingresos recibidos por un individuo. Cualquier aproximación desde los ingresos en verdad es un error conceptual».

En este sentido, el académico recordó que en Chile existió una clase media tradicional hasta los años ’70, vinculada al empleo público, a grupos profesionales y a posiciones gerenciales en empresas privadas, que se reproducía en ciertos barrios, liceos y universidades públicas y que sirvieron como base para el imaginario de lo público, y que se ubicaba al lado de una clase trabajadora organizada en partidos políticos, sindicatos y organizaciones de masas estructuradas nacionalmente, con una cultura y una visión compartida sobre la sociedad.

Sin embargo, «la dictadura lo que hace es destruir todo esto: las organizaciones, la cultura y los partidos que habían hasta 1973, subjetivamente en términos de sus símbolos y cultura, pero también objetivamente a partir de las transformaciones neoliberales en el mercado del trabajo, instaurando este otro imaginario, donde es con la tarjeta de crédito, el colegio subvencionado y una vivienda alejada de la toma de terrenos que se sale de la pobreza hacia la clase media». 

Para Boccardo una idea clave es que si bien hoy en día la gente no entra al sindicato o a los partidos políticos, que eran las herramientas que proporcionaba el imaginario en torno a la clase trabajadora antes de los años ’70 para salir adelante, la actual «clase media» no ofrece una alternativa. «Esta idea de supuesta clase no está vinculada a barrios, organizaciones ni colegios, no se accede a nada al pasar a integrar esta categoría, sólo que no eres pobre», profundiza.

En contraposición, para el académico si existe una clase social conformada como tal, esta es la «del gran empresariado, que cuenta con sus organizaciones, sus clubes; que actúa de manera coordinada, condiciona la economía, financia la política e interviene en la coyuntura política, ha generado sus instituciones como universidades y centros de pensamiento. Eso es una clase social, no es solo ser propietario».

De todas maneras, el profesor Boccardo alertó que el estallido y la posterior crisis económica, junto con hacer tambalear la idea de Chile como un país de clase media, también ha abierto la posibilidad de que reconfiguren las otras clases sociales. «Veo esfuerzos paulatinos por organizar sectores de profesionales en sus asociaciones gremiales, de construir nuevos espacios, también de grupos de trabajadores y trabajadoras por conformar sindicatos, pero es algo paulatino, que se vislumbra desde los estallidos sociales de la última década. Seguimos teniendo un país donde el individuo está solo, donde el Estado ayuda poco o nada, y si bien se ve que algo nuevo se está conformando, no hay garantía de la dirección que tomará en la próxima década», finalizó

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El Periodista