Hacia un mundo más animal

Por Jacqueline Guzmán, coordinadora de campañas de la ONG Million Dollar Vegan en Argentina

El ser humano tiene una relación compleja con el colectivo animal. Incluso podríamos decir que es contradictoria en sí misma, repleta de disociaciones y de influencias culturales.

A aquellos animales con quienes construimos un vínculo de afecto, los cuidamos, los protegemos y los lloramos cuando ya no están. Sin embargo, tratamos a determinadas especies como recursos de múltiples maneras. Los criamos en pequeños espacios para luego separarlos de sus crías, los obligamos a pasar por tortuosos procesos de matanza, los sometemos a crueles experimentos dentro de los laboratorios, los forzamos a vivir en jaulas para entretenimiento, y los capturamos del agua con enormes redes, impidiéndoles respirar.

Existen prácticas estandarizadas que independientemente del país en donde se apliquen, son detrimentales para su salud física, psicológica y emocional. Pasan sus vidas encerrados, hacinados entre sí y con sus propios desechos, soportan ciclos de inseminación y reproducción mecánicos con el sólo objetivo de aumentar su productividad para generar ingresos. Nuestra relación con los animales está indudablemente basada en su sometimiento y en nuestra dominación.

Hemos puesto en funcionamiento un sistema alimentario basado por completo en el sufrimiento de los animales, en la explotación de la tierra y en la utilización de agroquímicos y antibióticos que perjudican la salud de la población.

Un sistema que tiene un enorme impacto negativo en el medioambiente y que constituye un factor clave en el surgimiento de pandemias de origen zoonótico como el coronavirus. Un sistema que utiliza el 83 por ciento de la tierra agrícola, pero provee solamente un 18 por ciento de calorías, por lo que no logra garantizar el acceso a alimentos a toda la población.

Buscamos que los animales sean considerados sujetos de derecho, que no puedan ser utilizados como recursos ni perciban ningún perjuicio o daño a manos del ser humano por ser juzgados como seres inferiores, incurriendo en la discriminación que llamamos especismo.

Nos oponemos a la utilización de los animales que la cultura de consumo actual propone y reivindicamos el derecho a que sus intereses sean reconocidos y respetados, sobre la base de que son seres sintientes con capacidad de sufrir y de tener experiencias positivas.

Proponemos, entonces, repensar el modelo de producción y distribución de alimentos, y construir un sistema alimentario a base de plantas que excluya el sufrimiento animal y que garantice a las poblaciones en situación de vulnerabilidad socioeconómica el acceso a alimentos de calidad.

A nivel individual, expresamos la urgente necesidad de revisar nuestros hábitos de consumo, desde nuestra alimentación hasta los productos que utilizamos a diario, los cuales también pueden haber sido creados sobre la base de la explotación animal y, muchas veces, humana.

Veamos finalmente a todos los animales que habitan la tierra como vemos a los perros y gatos con quienes compartimos nuestras vidas.

Fuente: Télam

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El Periodista