Tomás Jocelyn-Holt: ¿Por qué no quieren debatir conmigo?
"Me consta que la he sufrido, al menos, con Marco Enriquez-Ominami, Gabriel Boric, Pablo Maltés (el marido de Pamela Jiles), Franco Parisi, José Antonio Kast y Sebastián Sichel", asegura en esta columna el ex diputado y candidato presidencial.
Hace dos semanas, un programa de TV me reconoce que me han querido invitar a un panel para discutir con otros y se han sorprendido que no aceptan discutir conmigo. Yo, que ya sufrí este problema el 2013, le advertí que a menos que los medios disciplinen esta maña de algunos (de discutir solo con quiénes quieren o que los hagan ver mejores), o de lo contrario el ciclo político del 2021 va a ser un desastre. “Lo que tienes que hacer tú –le dije- es invitarme y al comienzo del programa hacer un disclaimer que el canal invitó a Fulano, pero Fulano no acepta discutir con Zutano. Volver a hacerle la invitación bajo los mismos términos y si vuelve a decir que no, ahí no volver a invitarlo más… te aseguro que ahí se termina la maña para siempre y los canales dejarán de sufrir esta extorsión de gente que gira a cuenta de ellos”.
La anécdota no es propia de un solo canal ni de un solo programa. Me consta que la he sufrido, al menos, con Marco Enriquez-Ominami, Gabriel Boric, Pablo Maltés (el marido de Pamela Jiles), Franco Parisi, José Antonio Kast y Sebastián Sichel.
Con el director de prensa de otro canal de TV le tuve que decir “¿qué culpa tengo yo de que Marco Enríquez-Ominami esté con sus derechos constitucionales suspendidos, que Jadue esté imputado por terceros en una investigación penal, que Boric tenga un impedimento legal para postular, que Paula Narváez y Heraldo Muñoz no calienten a nadie o Ximena Rincón esté desprestigiada”. Se rió.
Y ese es el problema. Hoy la oposición, entre todos sus candidatos no hacen uno y descansan en vender una imagen falsa de sus opciones. No quieren que nadie se los polemice. Decirles en pantalla a MEO o Boric que no pueden postular por ley es algo que no toleran y eso que Boric anda pidiendo a Juan Sutil que discuta con él.
El tema es relevante por cómo se han impuesto las opciones presidenciales en ciclos pasados y cómo ese modelo ya no funciona. En el pasado, Piñera o Bachelet se desplegaban dos años antes de una elección. Se instalaban en la opinión pública. Sus empresas de encuestas iban armando simulaciones con otros candidatos, de un modo que -a esta fecha en otros ciclos- los hacían ver como el mal menor ante el resto de las opciones. Bachelet y Piñera hoy están fuera. La dispersión es total. Hay un vacío político y como nunca antes, más de dos tercios del país no solo se declara sin candidato, sino que prefiere cualquier otro que no sean los nombres actualmente en vitrina.
El problema no es solo de la oposición. El gobierno alimenta una primaria donde Mario Desbordes, Sebastián Sichel e Ignacio Briones son solo teloneros de Lavín, en una primaria diseñada para él y dónde los primeros solo están para impedir fugas que de otra manera se irían por fuera de la alianza de gobierno e irían a incrementar la enorme masa de gente que le angustia la sola idea de cuatro años más de un gobierno parecido al de Sebastián Piñera. Evelyn Matthei que pudo haber sido una competencia a Lavín, decidió postular como alcaldesa, algo que la debilitó a la hora de demostrar credibilidad de sus verdaderas intenciones.
Yo ya viví este enredo con Claudio Orrego, Andrés Velasco, Ximena Rincón y José Antonio Gómez como teloneros de Bachelet a su primaria en el 2013. Gente cuyo único propósito fue impedir fugas de sus alianzas deterioradas. Velasco terminó diciendo “no voy si Bachelet va”.. para después terminar diciendo “Voy aunque vaya” y después a refugiarse en Londres con un partido que no podía hacerse el recuento porque el señor que tenía la clave estaba haciendo el Hajj en la Meca. Aún no lo puedo creer por lo surrealista. Orrego terminó de intendente y Ximena Rincón de ministra de Bachelet. Ya conozco el baile de los colocados. Buscan que el candidato definitivo los meta a su gobierno con un pituto o ayudan a presionar por un pacto parlamentario.
Lo que tenemos es una cacofonía de nombres que dicen ser candidatos presidenciales, pero que no lo son y que no estarán en la papeleta definitiva. Solo en este ciclo, 67 personas han manifestado interés de ser candidato presidencial, 12 de lo cuáles han manifestado intención antes, pero solo cinco que lo hemos logrado (Lavín, Matthei, MEO, Kast y yo).
Hoy la papeleta presidencial no se proyecta con más de tres personas capaces de cumplir un registro legal definitivo (alguien de la alianza de gobierno, alguien de la ex NM y yo como independiente, aunque suene presumido). Por otro lado, cinco personas, aunque quisieran presentarse, tienen impedimentos legales que los enredan (Marco Enriquez-Ominami, Longueira, Ossandón, Jadue y Mulet). Otros cuatro nombres tienen impedimentos legales porque su partido no puede presentarlos (José Antonio Kast, Jiles, Artés y Gabriel Boric). En la historia de pretendientes desde 1990 hasta hoy, 172 personas han manifestado deseos de ser Presidente de Chile, pero solo 30 de esas personas hemos estado en una de las papeletas definitivas de las siete elecciones generales desde entonces. De esas 30 personas, solo cinco hemos manifestado deseos de volver a competir en este ciclo electoral (Lavín, Matthei, MEO, Kast y yo).
Para graficar cuán barroco y poco sincero son estas pretensiones presidenciales, basta ver los candidatos a la primaria de la derecha o en la oposición y todos tienen su Plan B: como Jadue y Matthei que postulan a alcaldes o como Sichel, Desbordes y Briones que han confesado querer ser ministros, correr como senadores o dedicarse a un think tank. O sea, están pidiendo el voto, pero para algo completamente distinto a lo que declaran. Sus votantes van a esas primarias con la ilusión de elegirlos cuando ellos saben que no lo serán y se los endosan a otro.
También, la confusión se alimenta desde el gobierno. Intenta reproducir la estrategia del mal menor que le dio resultado a Sebastián Piñera el 2017 y que nos tiene con este gobierno convertido en la profecía del mal mayor y que nadie quiere repetir. Eso alimenta la angustia por la oferta electoral y el rechazo a una manipulación que sorprende que los medios de comunicación se presten para ello como lo hicieron en el pasado. Ya no sirve, como Víctor Moller de Unifrutti me dijo a mí en 2013 que “Mami” (refiriéndose a Bachelet) venía a “controlar la puebla” o que Sebastián Piñera el 2017 se impusiera asustando al país de que Alejandro Guillier sería la proyección del fracaso previo de Bachelet. Ese encuadre electoral ya no está disponible. Alvaro Elizalde se dio el lujo de barajar a Ricardo Lagos hasta abril del 2017 para dejarlo botado. Hoy no tiene ese margen. Bachelet, que en otros momentos pudo anunciar su candidatura presidencial desde Nueva York, no logra disciplinar al Frente Amplio (su propia creación) para apoyar a Paula Narváez. El mismo Lavín tiene mucho paño que cortar y no parece poder repetir la misma estrategia que dos veces impuso a Piñera el 2017 (entonces desde la oposición, pero ahora desde el gobierno), menos con este desastre económico, social, político y sanitario.
La elección presidencial está abierta y forzar a los chilenos a un espejismo electoral dañará la credibilidad democrática y entorpecerá la necesidad de convertir la elección de noviembre en el remedio y no la proyección del malestar. Encajonar a quienes votaron por Sebastián Piñera el 2017 (y entonces vendieron la ilusión de ser el mal menor frente a sus adversarios), es algo que los expone ahora a repetir el fracaso de Rechazo en el plebiscito pasado. El 20% se convierte en su techo y no en su piso electoral. Se vuelven inelegibles y solo terminan ayudando a sus adversarios más fanáticos. Por otro lado, no ayuda a una oposición proyectar credibilidad como alternativa de gobierno, que de aquí al 5 de mayo (plazo para inscribir sus candidatos a una primaria) no sabe si irá a una primaria común o no o si sus candidatos cumplen con el requisito para poder postular. Como me dijo un amigo, “la oposición en estos tres años, no se ha puesto de acuerdo nunca, ni para los gobernadores ni para alcaldes ni para nada. Por eso amenazan a tener una derrota electoral municipal y regional. ¿Por qué debemos pensar que de la noche a la mañana lograrán un candidato común?”.
Lo peor es que cuándo los actores políticos se dan por perdidos, comienzan a manipular la ley electoral y tiran el mantel. Ya la oposición dio por perdida la elección para la Convención Constituyente o al menos en el margen que quiso para lograr los 2/3 e imponerse por sí sola. Eso, no obstante la paridad de salida o los cupos cuasi-designados para indígenas, cambios todos que impactan sobre el umbral de 2/3, disminuyendo la proporcionalidad y presionando más el sistema electoral a operar como un sistema mayoritario. Era obvio que, si tenías 105 pactos para 97 listas, alguien iba a salir trasquilado. En especial, los independientes.
Pero ahora buscan suspender la elección de abril y ya antes Claudio Fuentes y otros no solo andan pidiendo cambiar las elecciones locales y constituyentes, sino derechamente pidiendo postergar la elección presidencial para después del proceso constituyente en el primer semestre del 2022. No les importa el problema de legitimidad, los mandatos vencidos o la crisis política que ellos mismos han culpado al actual gobierno y su mantención. Han visto en estas elecciones la oportunidad para llevarse Constitución y gobierno para la casa y cuando eso les falla, no se les ocurre otra cosa que pedir un cambio competo de reglas del juego. La paridad y cupos indígenas fueron ambos cambios después de aprobar el acuerdo constituyente y no fueron parte de él. Ahora no les basta porque son insaciables.
Gabriel Boric se pasea en los medios afirmando ser candidato presidencial y vendiendo la idea que le darán una excepción a la norma que solo permite a militantes de partidos ser postulados por sus partidos, inscritos en todo Chile o con al menos 35 mil militantes. Requisito que no solo Boric no cumple, sino que no tiene cómo cumplir de aquí al 5 de mayo para la inscripción de la primaria que dice promover en la oposición. Se siente confiado cuando un miembro del SERVEL (Alfredo Joignant) prevarica a nombre del SERVEL en La Segunda y en entrevistas radiales y le fabrica la excusa para que otro partido lo puede inscribir (Revolución Democrática), cuando eso está prohibido por ley, nunca se ha permitido y de permitirlo el SERVEL será polemizado judicialmente. Además, hoy ningún partido del Frente Amplio siquiera puede “prestarle el patrocinio” a Boric, aun cuando fuera posible, porque ninguno de esos partidos cumple con la condición mínima. Ni siquiera Revolución Democrática, que es el que más cerca está de poder hacerlo.
Para que se entienda la frescura, Boric pretende ser candidato presidencial con un partido de 9 mil militantes mientras yo debo reunir 35 mil patrocinios para lo mismo. Además, Boric busca una excepción a la regla, ya de por si excepcional que los partidos se fabricaron el 2016, cuando bajaron sus requisitos a la mitad de lo que se exigían para independientes. Ni siquiera cumple con los 17 mil militantes básicos para cubrir el 0,25% (ya no el 0,50%) de la última elección de diputados. Vaya forma de decir que defiendes la igualdad entre militantes e independientes y hacer todo lo contrario.
Boric se siente seguro no solo por Alfredo Joignant en el SERVEL sino por Jaime Gazmuri en el TRICEL, un tribunal cuya composición lo hace ser muy voluble a maniobras políticas y torcer la ley para favorecer a unos en perjuicio de otros. Ya para el 2016, el TRICEL le regaló a Andrés Velasco un partido, Ciudadanos, que no tuvo las firmas mínimas para su existencia legal. Incluso recién, el Consejo del SERVEL le regaló a Fernando Atria una excepción a la norma que prohíbe postular como independiente o militar en otro partido, a quién hubiere militado o participado en la formación de otro partido en los últimos nueve meses anteriores a su inscripción. Es un hecho que Fernando Atria promovió el 2020 un partido que finalmente no logró su registro y se hizo acreedor de la inhabilidad de la Ley Antidíscolos, que siempre en ocasiones parecidas inhabilitó a otros candidatos, pero que el Consejo del SERVEL decidió excusarlo solo a él, con nombre y apellido, en esta ocasión. Incluso Fernando Atria se sintió sobre seguro de mentir en su propia declaración jurada al inscribirse, cuando aseguró no incurrir específicamente en ESA precisa inhabilidad.
Todo lo contrario a lo que debió hacer Jorga Arrate el 2009 que debió militar con dos meses de anticipación del apoyo de Partido Comunista (y más de nueve meses después de dejar el Partido Socialista) o Marcel Claude que debió militar en el mismo lapso en el Partido Humanista para contar con su patrocinio el 2013 o que Alejandro Guillier, a falta de primaria el 2017 y aún con el apoyo del Partido Comunista y Radical, no le quedó otra que reunir las 40 mil firmas que le permitieron postular como independiente en esa oportunidad. No, Gabriel Boric cree poder postular con un partido, Convergencia Social, que NO está constituido en 11 de las 16 regiones el país y que no tiene más de 9 mil militantes inscritos a marzo de este año, mientras el resto solo lo puede hacer desde un partido presente en todas las 16 regiones del país o con al menos 35 mil militantes.
Y si fuera poco, el SERVEL logró la aprobación de una ley corta (Ley 21.311) a comienzos de este año, después que el gobierno le dio urgencia, que permite inscribir candidatos independientes con clave única y dejar de exigir patrocinios presenciales ante notario, solo para poco menos que tener pelear con el gobierno que demoró su promulgación en febrero y sufrir la sorpresa que lo que no costó más que una semana en levantar para candidatos a la convención constituyente en noviembre pasado, ahora el SERVEL se demora más de un mes para implementar para los candidatos a noviembre. Incluso ha insinuado que quiere demorarlo hasta después de la elección de abril. Esto en circunstancias que Gabriel Boric, Pamela Jiles, José Antonio Kast y Eduardo Artés (todos candidatos de partido, cuyos partidos no cumplen el mínimo para presentarlos) pueden hoy conseguir militantes con patrocinios virtuales para cumplir con la misma norma que rige para independientes, pero que nosotros no tenemos el portal disponible para hacerlo en igualdad de condiciones y no obstante estar mandatado por ley vigente. Llevo ya dos reuniones con el SERVEL para hacer ver este problema y atosigo a su staff todos los días para que reaccionen.
Mientras las leyes vigentes pasan sin cumplirse, analistas electorales atosigan la plaza con propuestas que solo enredan la angustia que tienen de un ciclo político que ya no es dominado por dos alianzas ni que parece poder ser descremado en el tiempo disponible para imponerse. Sebastián Soto, profesor de Derecho Constitucional de la UC propone en su reciente trabajo “La Hora de la Re-Constitución” mover la elección de primera vuelta a la fecha estimada para la segunda vuelta, de modo de contaminar ésta última con el alineamiento del resultado de la elección del Congreso y así forzar una negociación que se le imponga al presidente después. Es impresionante la creatividad de iniciativas, ya no solo para imponernos un híbrido parlamentarista, sino que no asumen la falta de voluntad de Chile de converger y la ausencia de liderazgos motivados a levantar un relato que contenga nuestra democracia y que deje de apostar por la polarización. Lo peor es que dan por inexorable un diseño político de coaliciones que no tiene más de 30 años de vida y no asimilan la experiencia que Chile tuvo en dos siglos de gobiernos con presidentes en minoría. Para qué decirles que hasta los presidentes que gobernaron después del retorno a la democracia en 1990, todos gobernaron en minoría, salvo Michelle Bachelet en su segundo gobierno.
Aún así no fue obstáculo para dejar sucesión ni fue la causa que produjo el desastre actual. Dejen de modificar leyes o reglas del juego democrático solo para resolver problemas políticos.
La pretensión de hacer reformas ad-hoc para manipular este ciclo político ante un devenir que ya no puede ser controlado por los mismos actores, que tampoco encuentra respuesta en analistas incapaces de abstraerse del molde con el que se obsesionaron por años y con medios de comunicación acostumbrados a una programación política que farandulizó inercias que ya no se repetirán, tiene a toda la plaza viviendo de una ilusión como si todo seguirá igual. Stakeholders que ven amenazados sus intereses y que buscan la manera de precocinar un resultado que no se dará cómo ellos suponen.
Por eso los candidatos no quieren debatir y solo acuden a medios de comunicación en la esperanza que el medio se haga cómplice de la venta de una pomada que ya no pasa el examen de la realidad. Obvio que no quieren que se los polemicen en pantalla. No resisten que alguien les diga que el “rey está desnudo”. Una crónica política tribalizada, dónde cada uno solo le habla a su gente y no pretende la más mínima persuasión de adversarios, ni busca inspirar o dar esperanza a un país con mayoría independientes cansados del ofertón electoral de turno y una franja política en TV que solo los enreda más. Los chilenos estamos abrumados y angustiados por una grilla ensordecedora, candidatos ignorantes de los roles a los que postulan y de los temas en juego.
Boric, en el fondo, apela a intereses que quieren bajar a Jadue de la papeleta presidencial (nadie parece querer aliarse con el PC). No será de extrañar que la objeción legal a su postulación provenga de ellos mismos. En eso apela a gente de gobierno que le asusta Jadue o un candidato comunista. También apela a Evelyn Matthei, sabiendo que la misma norma que inhabilita a Boric también inhabilita a un partido que va a una primaria con más de un candidato, cosa que le pasa a la UDI. Y por último, apela a un sistema de partidos deteriorado que nadie entiende cómo gente milita para terminar renunciando para ir como independiente cuando eso no le resulta (Atria) o que le incomoda cuando quiere llevar a más de un candidato (Lavín y Matthei) o que le pide a otro partido que le preste el patrocinio cuando el propio ya no lo puede hacer (Boric) o que le pide al TRICEL que le haga la paleteada de hacerse los lesos cuando no están las firmas (Velasco) o que le pide al SERVEL que demore la puesta en marcha de una ley para impedir que otros cómo yo entremos como candidatos independientes. Cuando falla todo lo anterior Izkia Siches se saca una foto con Jaime Mañalich para postergar la elección que saben que perderán y Claudio Fuentes pide poner en duda todo el calendario electoral. Otros proponen más cambios constitucionales antes siquiera de esperar el mismo proceso constituyente. Impresionante.
Agreguen que esta prostitución ya se puede ver en la calle. Vallas callejeras dónde un candidato DC a la constituyente como René Cortázar comparte propaganda callejera con Sylvia Eyzaguirre que va en el pacto de gobierno. O en Las Condes, Nicolás Preuss (DC) que la comparte con Sara Larraín (Ecologista). O sea, díscolos a la carta, militantes que arman su propio naipe de acuerdos y enredan a los votantes que no entienden qué quieren decir con ello. Mientras otros como Patricio Zapata (DC) sufren el costo de gente como yo que (aunque lo apreciemos con motivos de sobra para integrar esta Convención), no estamos dispuestos a subsidiar la elección de Jorge Baradit en la misma lista y distrito. Adversarios que tratan de hacer causa de facto común entre ellos mientras aliados formales se anulan en la misma lista como adversarios. ¿Quién entiende semejante enredo?
Hoy el sistema de partidos que armó Eduardo Engel en el gobierno de Bachelet está prostituido y se presta para enredos, fraudes y excepciones que manipulan al electorado al antojo de cada populista. Un sistema pensado para ordenar una democracia, hoy se ha convertido en una Cueca en Flandes que nadie entiende ni nadie confía. Políticos que debieran dar el ejemplo, toman y botan partidos de toda una vida y los cambian por otro. Como quién se cambia de calzoncillo en las mañanas porque el otro ya no le sirve. Eso no es un régimen de partidos. Son patentes de corso de piratas y de extorsionadores. No le sirve a una democracia.
El mismo mes de marzo del 2014, cuando asumió Michelle Bachelet por segunda vez, Ricardo Solari desde TVN armó un debate “presidencial” entre Andrés Velasco y Marco Enriquez-Ominami en la esperanza que algo así poco menos que fijara anticipadamente la disputa de la elección del 2017. La historia se escribió de manera muy distinta. Francisco Vidal fue a la primaria recién pasada del PPD con la esperanza que su vitrina en matinales de TV le daría la ventaja decisiva sobre Heraldo Muñoz en el PPD. Los hechos lo desmintieron. Ya Bachelet y Ricardo Lagos perdieron su impronta que les permitía definir sus sucesores. Para qué decir el gobierno. Hasta sus candidatos intentan decir que no son “de gobierno”. El 2013, yo fui a la Contraloría para reclamar contra una propaganda del primer gobierno de Sebastián Piñera que tuvo a Amaro Gómez Pablos y otras figuras conocidas repitiendo “si no votas en la primaria, tú candidato no estará en la papeleta de diciembre”. Reclamé que las primarias no eran la única forma de llegar a esa papeleta y tuvieron que cambiar el spot.
La pregunta es ¿cómo impedir que este enredo político joda a nuestra democracia e impida que el pueblo sea el que finalmente la ordene y solucione? ¿Cómo impedir que la elección presidencial trabe más nuestra democracia y sea una solución que dé esperanza de otro futuro?
Partamos por hacerle ver a los medios y a todos que Chile no es distinto a aquellos países que se cansaron de esta manipulación. Lo mismo le pasó a franceses y norteamericanos y finalmente sus electorados dijeron ¡basta! No aceptaron la manipulación de un presidente que no trepidó en incentivar hordas a atacar el Capitolio e interpuso cerca de 90 recursos judiciales para poner en duda los resultados electorales de noviembre pasado en EE.UU. Francia ya lleva dos elecciones dónde el candidato de gobierno sale tercero y contra todo pronóstico.
A veces pienso que mi papá tenía razón cuando en Colombia, al ir a visitarlo, me hacía mirar las entrevistas a Virgilio Barco. Un tartamudo que no fue a debate alguno y que terminó ganando la presidencia de Colombia como liberal en 1986, contra todo pronóstico y el ninguneo de los demás. Uno de mis amigos editores de TV me dijo “Tomás, no te preocupes. Te vamos a invitar solo”. Que conste que no soy tartamudo ni lo pedí. No he vetado a nadie y aunque me halaga que no se atrevan a discutir conmigo, mi inquietud es por la mala fe de algunos y cómo desprecian nuestra democracia. Tengo fe en Chile y sé que prevalecerá.
Tengo una óptima opinión de Tomás, y si el resto de los políticos no quieren debatir con él es porque a priori se sienten perdedores.