Pandemia de desigualdades y Proceso Constituyente (Parte II)

Por Daniel Ramírez, doctor en Filosofía

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Hemos hablado de desigualdades en el mundo como una pandemia. Pero los antídotos han comenzado a manifestarse. En Chile, por ejemplo, una inmensa esperanza se despertó con la puesta en marcha de un proceso constitucional, negado durante tanto tiempo por toda la clase política. Pero es innegable que las condiciones en que este proceso se ha puesto en marcha, nos hacen dudar. Las trabas legales y las disposiciones que la Convención Constitucional deberá respetar, como los tratados internacionales, así como el modo de elección de sus miembros –la reciente secuencia de las pre-candidaturas lo muestra– que reproduce un esquema implicando principalmente propulsar a personas que están ya muy bien apoyados por estructuras de partidos políticos tradicionales, sabiendo que estos mismos son prisioneros de la mentalidad que describíamos en la primer parte; cuando no se trata de personas que gozan de alguna notoriedad mediática, que poco tiene que ver con liderazgos sociales.

       Daniel Ramírez

¿Qué hacer? Por supuesto y como siempre, esa es la gran pregunta, a la cual no se puede responder de manera simple. No hay recetas. Sin duda mucho de “lo que hay que hacer”, escapa a mis propias capacidades y ni las imagino, concretamente el desarrollo de nuevos métodos de lucha y de lenguajes para la expresión social. En ello, los movimientos sociales, la juventud y los artistas, sabrán sorprendernos. En lo que es de mi dominio, sin embargo, me permito hacer algunas observaciones.

Se trata de un período extremadamente complejo en el cual vendrá la elección de los miembros y la puesta en marcha de la Convención Constitucional, así como una serie de otras elecciones que, aunque para todo demócrata sea triste confesarlo, aparte de las municipales, más que nada servirán de distracción y serán otras tantas ocasiones de shows mediáticos.

Lo más importante entonces será conservar una concentrada y alerta atención en las ideas y proposiciones que deberán discutirse en el proceso constitucional. Alimentar el debate de ideas, la deliberación pública, tanto en medios de comunicación como fuera de ellos, ya que muchos de estos pertenecen a grupos económicos, y aunque finjan neutralidad, ya sabemos claramente que su oficio es destilar día tras día una ideología conformista y adaptada al neoliberalismo que no ponga en cuestión los privilegios. Todo aquel que tiene la posibilidad de publicar o manifestarse en los medios que sea, tiene en este período una responsabilidad moral mayor, poner esos breves o limitados espacios al servicio de la reflexión que más necesitamos: las ideas acerca del país que queremos construir, los contenidos posibles de la constitución.

Necesitamos leer, discutir, publicar, debatir, respondernos los unos a los otros, atenta y respetuosamente, pero sin miedo ni eufemismos; reanudar la fabulosa conversación cívica que conocimos en el corto período del estallido social –asambleas populares y cabildos autoconvocados, como ya sabemos perfectamente hacerlo–, de la cual en principio la continuación perfectamente natural debió haber sido una asamblea popular con poder constituyente originario.

Pero no ocurrió así; lo hecho, hecho está. La historia juzgará las responsabilidades.

Ahora que el mundo ha cambiado, una buena parte de cualquier proceso deliberativo será virtual. Y es probable que movimientos masivos como los del breve período del estallido social no podrán volver a producirse. Y es allí donde se necesitará creatividad, arte, invención y audacia. Porque si bien –y este es el guion optimista– estaremos saliendo poco a poco de la situación puramente sanitaria de la pandemia, estaremos muy lejos de sobrepasar la crisis económica, la degradación social e incluso sicológica de todos quienes han sufrido de manera feroz los embates de la desigualdad de la cual habla el informe con el que comenzamos, agravados por la pandemia viral. En otras palabras, no habremos en absoluto ni empezado a salir de la pandemia de desigualdades.

¿Y la Convención Constitucional? Ella seguirá su curso; “muchos será los llamados, pocos los elegidos”, como dice cierta escritura. Por supuesto, una parte de estos (difícilmente los dos tercios) intentarán hacer su trabajo con consciencia y aplicación.

Tenemos que ayudarles. Podemos imaginar a la Convención como una tripulación de navegantes que funcionan en circuito bastante cerrado. Pero es muy diferente que esta nave se dirija tranquilamente en tal o cual dirección cuando el río en el cual se desplaza o las corrientes marinas y los vientos avanzan en otro sentido. Y esas corrientes y vientos son nuestra tarea, somos nosotros.

Debemos hacer que por todas partes se hable, se diga, se publique, se discuta, que por todos lados se cante, se dibuje, se dance, se filme y se poetice alrededor de ideas de avanzada. Es decir, proposiciones audaces, “radicales”, como dijimos en la primera parte, sin olvidar en ningún momento las desigualdades, la injusticia y el abuso, porque es a eso a lo que hay que responder en prioridad, sin dejarse distraer.

Ello irá conformando algo así como un contexto verbal, un ecosistema de ideas, una logosfera, un medio ambiente intelectual y moral que circulará permanentemente alrededor de la Convención. Si lo logramos, será difícil que esta se acomode en torno a soluciones “medias tintas”, ideas consabidas, falsas soluciones, engaños y cortinas de humo para salir del paso. El navío no podrá ir enteramente contra esas corrientes.

No digo que lo hará imposible; una vez más, la historia juzgará. Y no creo que podamos hacer mucho más; pero nuestro deber absoluto, nuestro compromiso moral ante las generaciones futuras y, para algunos, pienso en quienes lograron ser candidatos, el mayor desafío de sus vidas será no hacer menos.

Los puntos esenciales los conocemos desde hace mucho, pero la consciencia sobre ellos “explotó” en octubre 2019. El quiebre de la confianza entre el pueblo y sus élites, fuente de resentimiento y violencia en vastas regiones del mundo. La marginalización de vastas capas de la población, tanto de la riqueza material y cultural producida y circulando en el país, como de la participación en la vida política. Problema de la economía y problema de la democracia. No hay que separarlos. Por eso no son algunas vagas reformillas a las instituciones representativas que pueden resolver ese enigma. El problema es la “democracia representativa” misma que excluye a las grandes mayorías, que deben conformarse con un voto cada cierto número de años. Y luego el sistema económico extractivista, de apropiación, desposesión y concentración de riquezas, destructor del medio ambiente y coherente con el neoliberalismo globalizado.

Estas dimensiones no pueden ser separadas. La democracia está en crisis porque la gente, los pueblos, las naciones, los géneros y las generaciones no se sienten representadas, y con razón sienten que unos pocos se han acaparado la facultad de decidir. Y la sociedad misma está en crisis porque la injusticia social se ha vuelto insoportable. La “pandemia de desigualdades”, en nuestro país se ha vuelto endémica.

Las candidaturas ya están. Las campañas comienzan. Y la secuencia será extremadamente rápida. Seis semanas. En realidad, es una locura si pensamos en todo lo que hay que proponer, clarificar, debatir para elegir la composición de la Convención Constitucional.

Pero lo fundamental es no perder de vista lo fundamental. No, no es una tautología de filósofo. Para decirlo de otra manera: lo esencial es no dejarse distraer. Y las distracciones abundarán. Falsas soluciones, fórmulas demagógicas, jergas y resquicios terminológicos para llenar los matinales y ocupar las agendas de la Convención. Atención a los especialistas (“constitucionalistas”, abogados y juristas) que disponen de vastos repertorios en estas materias. Las abordaré en un próximo artículo; lo que yo llamo las falsas buenas ideas, muchas de las cuales ya circulan. No hay que dejarse ni impresionar ni distraer.

Pero desde ya, propongo una pregunta que puede ser útil –el trabajo de los filósofos es principalmente formular preguntas–, que habría que hacerla cada vez que se pueda a los candidatos:

¿En qué tal o cual proposición aborda el uno o el otro o los dos problemas fundamentales, la democracia y la economía? ¿No los aborda? ¿Se trata de otra cosa? ¿Los aborda “en la medida de lo posible”?

Entonces hay que pasar a otra candidatura.

Hay candidatos(as) que querrán hablar de un solo tema, porque se presentan como representantes de tal o cual movimiento. El problema es que tendrán que deliberar y votar en todos los temas. Por eso es nuestro derecho exigirles claridad y una toma de posición global sobre la sociedad que quisieran construir antes de aportarle nuestros votos.

Continuemos el debate ciudadano, exactamente como si estuviéramos deliberando en una verdadera Asamblea Constituyente desde las bases. No olvidemos: somos las corrientes marinas y los vientos que deben influir la navegación de la nave constitucional; nadie debe apoderarse de ella, y a nadie más que a nosotros, es decir al pueblo empoderado, le corresponde fijar el rumbo.

Pandemia de desigualdades y Proceso Constituyente (Parte I)

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