Netanyahu celebra su victoria aunque deberá buscar acuerdos para seguir en el cargo
El entendimiento clave sería, según las encuestas, con su exaliado Naftali Bennett, un empresario que lidera Yamina, una fuerza de derecha radical, y que se volverá clave en las próximas semanas.
El saliente primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, destacó la “inmensa victoria para la derecha” que representaron las elecciones de hoy en el país, en base a los sondeos que lo mostraban ganador y cerca de poder aspirar a un nuevo mandato si lograba un acuerdo con el partido de derecha nacionalista Yamina.
En su cuenta de la red Twitter y sin que por el momento se conozcan resultados oficiales, Netanyahu destacó que resulta “evidente que una mayoría aplastante de ciudadanos israelíes es de derechas y quieren un gobierno de derechas, fuerte y estable”.
«Ciudadanos de Israel, ¡gracias! Ustedes dieron una inmensa victoria para la derecha y para el Likud bajo mi dirección”, insistió, aún cuando para que la victoria sea total y quede a las puertas de otro mandato debe cerrar antes un acuerdo de gobierno.
El entendimiento clave sería, según las encuestas, con su exaliado Naftali Bennett, un empresario que lidera Yamina, una fuerza de derecha radical, y que se volverá clave en las próximas semanas.
Los sondeos dan entre 31 y 33 escaños al Likud de Netanyahu, y ocho plaza a Yamina, lo que, sumados a otras bancadas aliadas de conservadores alcanzaría para totalizar 62 bancas, una más de las necesarias para la mayoría parlamentaria, informó el Jerusalem Post.
En concreto, las primeras encuestas dan al sionismo religioso siete escaños, nueve a los Shas ultraortodoxos y otros siete al Judaísmo de la Torá Unida de los 120 que tiene el Parlamento.
Las proyecciones de los medios israelíes sitúan al partido Yesh Atid, del rival de Netanyahu, su rival de centro Yair Lapid, segundo por detrás del Likud, con entre 16 y 18 escaños.
El bloque anti-Netanyahu alcanzaría 59 escaños, según el diario Haaretz.
Aunque durante la campaña Bennett se mostró abierto a integrar una coalición con cualquiera de los dos bloques, diferentes analistas coincidieron en que las negociaciones para que el premier logre un nuevo mandato se anuncian arduas.
La de hoy fue la cuarta elección en Israel en dos años, considerada un referendo sobre la polémica figura de Netanyahu, y también una muestra del cansancio de los votantes, reflejado en una participación del 60,9%, la cifra más baja desde los comicios de 2009.
Netanyahu representa una verdadera y tajante división en el país y Bennett alimentó el misterio de qué hará con sus votos porque nunca fue claro sobre si le daría su respaldo a su exaliado, con quien comparte buena parte de su pensamiento pero no su gestión.
El partido de Bennett aboga tanto por el ultraliberalismo económico como por la línea dura ante Irán y por la anexión de casi dos tercios de la Cisjordania ocupada, lo que brinda a su partido de derecha radical mucha popularidad entre los colonos judíos.
Hijo de inmigrantes estadounidenses, nacido en marzo de 1972 en Haifa, Bennett se impuso a comienzos de la década de 2000 como uno de los niños mimados de la «start-up nation» gracias a su empresa de ciberseguridad Cyotta, vendida por 145 millones de dólares (casi 122 millones de euros) en 2005, antes de dar el salto hacia la política en el Likud de Netanyahu al año siguiente.
El partido estaba entonces en la oposición. Dos años más tarde, Bennett abandonó al Likud para dirigir durante un tiempo al Consejo de Yesha, principal grupo de defensa de centenares de miles de colonos israelíes en la Cisjordania ocupada, y el 2012 sorprendió al tomar el control de la formación de extrema derecha «Hogar Judío», que sedujo a una parte de los colonos con comentarios enérgicos.
«Hogar Judío» fue la base, aliada a otras pequeñas formaciones, de Yamina (derecha), grupo conocido por su musa, Ayelet Shaked, pero dirigido actualmente por Bennett, quien participó en coaliciones dirigidas por Netanyahu antes de dejarlo.
«Haré sólo lo que sea en interés de Israel», declaró esta misma noche, dejando abierto el interrogante sobre su futura conducta.
Antes de las especulaciones sobre la formación de un gobierno que obligará a repartos de poder, el interés estaba puesto en cuantos israelíes irían a las urnas.
«Vote, vote», apeló Netanyahu al electorado tras depositar su sufragio en Jerusalén, acompañado por su esposa, Sara.
Con las urnas todavía abiertas, el premier nacionalista de derecha consideró a las elecciones de «festival de democracia» y confió en que sirvan para poner fin a las recurrentes crisis y la parálisis política que arrastra el país desde abril de 2019.
Su rival Lapid, por su parte, dijo que los comicios eran «el momento de la verdad para el Estado de Israel», informó la agencia de noticias AFP.
«Aquí hay solo dos opciones: o Yesh Atid gana fuerza, o tendremos un Gobierno tenebroso, racista y homófobo», agregó, en alusión al Likud y sus aliados.
Como todos los procesos electorales últimos, la campaña estuvo marcada por la pandemia de coronavirus y Netanyahu basó parte de su propaganda proselitista en la exitosa campaña de vacunación que puso en marcha.
Casi el 80% de los 9,3 millones de habitantes de Israel ha recibido al menos alguna dosis de la vacuna contra el coronavirus, aunque la pandemia dejó más de 6.000 muertos.
El Gobierno saliente de Netnayahu también fue duramente criticado por no haber enviado cantidades suficientes de vacunas contra la Covid-19 a los territorios palestinos de la Franja de Gaza y Cisjordania, de los que Israel es potencia ocupante, según la ONU.
En los 72 años desde la creación de Israel, ningún partido logró la mayoría parlamentaria necesaria como para formar Gobierno solo, sin trabar alianzas con otros.