Mank: una elocuente pretensión cinematográfica
Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en Pensamiento Crítico
★★★★☆ (4 sobre 5)
Cuando se habla de pretensión en el cine y no necesariamente de lo que se pretende como objetivo de una obra cinematográfica, sino más bien como aquello sobre lo cual se alardea y se intenta ser sin serlo, uno de los elementos a considerar ha sido siempre el uso del blanco y negro como elemento diferenciador entre el séptimo arte y las franquicias comerciales. Por un lado, recordamos películas como El Artista (2011) donde la estética del filme, su argumento y su contexto se apoyan necesariamente en la fotografía con ausencia de color. Sin embargo, y no por eso menos galardonada, Roma (2018) exhibe igual proceso técnico sin justificación alguna buscando simplemente ‘parecer’ aquello que no es.
Por otra parte, la pretensión también trabaja a nivel histórico, ya sea utilizando técnicas ya obsoletas en el cine -o buscando tal similitud- y de paso haciendo referencias hipertextuales acerca del pasado de la industria y sus personajes más relevantes. ¿Hasta dónde el cine puede ser tan específico y no perder su capacidad de amalgamar el beneplácito de la audiencia? ¿O es que la audiencia en su afán de ‘pretender’ también juega a ver el traje nuevo del emperador?
Muchas veces el éxito en el cine se da en la consecuencia -sin juicio ético ni moral- entre la oferta y la demanda. Si se entiende, es otro tema.
Mank (2020), dirigida por David Fincher (Red Social, 2010) es la historia biográfica del guionista Herman J. Mankiewicz durante su trabajo en la creación del guion para la película “El Ciudadano Kane” en los albores de los años 40´s. En una especie de metarrelato, ya que hablamos del guion del guion, que fue escrito por el padre de Fincher, Jack, quien a fines de los 90´s pensaba en incluir en los protagónicos a Kevin Spacey y Jodie Foster cuestión que no logró resolver antes de su deceso en el año 2003. El argumento, utiliza la expresión biográfica como subterfugio para llevar luz a la relación incestuosa entre la política y la industria del entretenimiento, afirmando sin pelos en la lengua el motor de movilidad social en el que se convertía el cine, sobre todo a la hora de defender los valores patrios y la vigencia plena del “sueño americano”. Es en este escenario donde la historia se detiene en la figura amenazante del trabajo de Orson Welles que junto a su guionista estrella -Mank- que no tienen reparos en representar, mediante figuras casi miméticas, los poderes de facto que transforman a la gran pantalla en un medio de comunicación de masas de poder sin precedentes.
Gary Oldman (Las Horas Más Oscuras, 2017) es Mank y su interpretación roza en la genialidad que le llevó a ganar el Óscar como mejor actor encarnando a Winston Churchill hace apenas 4 años. Simplemente es otra persona, que sopesa con justicia el drama profundo de sentirse ajeno a las banalidades que le dan de comer y la comedia que lo ayuda a sobrevivir mediante su ponzoñoso cinismo. La ejecución de Oldman seguramente dará que hablar para los premios de la Academia.
Por su parte Fincher se traslada -en forma y fondo- al Hollywood de los cuarenta usando todos los artilugios técnicos de un director de esa época para componer su obra. Vemos un rodaje basado en la longitud del celuloide -20 minutos cada rollo- precedido por la famosa quemadura de cigarrillo en la parte superior derecha. El uso eficiente de los fundidos encadenados y los cierres a negro. Los continuos ‘flashbacks’ también coquetean con lo que fue un lenguaje en desarrollo durante el siglo pasado y que ayudaba a hacer de las historias algo menos evidente. En eso el director se destaca sin excusas.
En suma, Mank es lejos una de las mejores películas del 2020 ya que tiene todo lo necesario para ser recordada por los expertos, sin embargo, queda esa sensación de ir más allá de lo debido, de requerir demasiado del telespectador, de pretender dar un curso de cine y de paso de política y entretenimiento norteamericano y en eso suele confundir a la audiencia casual que preferiría menos datos o referencias cruzadas y más volumen de acción. De todas formas, con todos esos arabescos, cumple en demasía con lo que se conoce como una buena cinematografía y quizás por allí también se haga presente en todo tipo de galardones.
Disponible en Netflix.