My Sweet Lord: George Harrison y una amarga historia de plagio

Por Miguel Reyes Almarza, periodista e investigador en pensamiento crítico.

Miles de anécdotas alrededor de los Beatles gozan de gran publicidad y cobertura mediática. Otras tantas, sin embargo, son las que pasan a la historia cubiertas tras un velo mítico y casi legendario. Es el caso de la controvertida historia de la canción “My Sweet Lord” que este 15 de enero celebra 50 años de su publicación en el Reino Unido y que, más allá de lo importancia en la carrera solista de Harrison, le costó mucho más que dinero. Una canción dedicada a su gran maestro y que sin quererlo se transformó en todo un infierno llevándolo directamente a los tribunales.

Así comienza esta historia. Una canción, un juicio y un oscuro personaje que poco a poco fueron confabulando para darle vida a uno de los escándalos de plagio más renombrados de la música, esta vez, golpeando la conciencia de la apacible vida del Beatle silencioso.

I Really Wanna See You

George Harrison nunca pensó que aquella melodía pegajosa que se gestó entre ensayos y descansos de su gira por Dinamarca en diciembre de 1969 le traería tantos dolores de cabeza. Jamás predijo que aquellos mágicos acordes que resonaron en su mente mientras zafaba de una conferencia de prensa junto a Delaney & Bonnie and Friends, iniciaran una secuencia de melodías escabrosas y poco armónicas para la justicia.

Fue así, en medio de viajes y amigos, que George Harrison creó una de las más hermosas canciones de todos los tiempos, una plegaria a Krishna -aunque pueda atribuírsele a cualquier otra deidad en devoción- que con la ayuda de Billy Preston pudo terminar justo para ser incluida en el fenomenal disco “All Things Must Pass” de 1970, apareciendo como el primer single del álbum y convirtiéndose inmediatamente en número uno alrededor del mundo.

Es Harrison quien en un principio deja la canción en manos de Billy Preston para que esta fuera ensayándola para que tomara su forma definitiva. El eximio tecladista trabajó en ella con suaves arreglos ambientales y la incluyó para sí en su disco “Encouraging Words” producido por el mismo Harrison para el sello Apple, versión que no salió hasta después del disco del ex Beatle. Como era de esperar fue Harrison quien la inscribió en el registro de propiedad intelectual internacional en Estados Unidos en tanto letra, armonías y melodías para su posterior inclusión en ATMP, tal como las leyes del hombre obligan.

Sin embargo, George sospechaba de esta canción, pero no precisamente de alguna similitud con otra, más bien, con el compromiso de mencionar a Dios -su Dios- en un tema popular y que este no fuera precisamente el Dios “oficial” de los oyentes. Las dudas cesaron rápidamente y el guitarrista -ex Beatle- decidió abrir su espiritualidad al mundo entero, como siempre, sin ningún tipo de censura.

I Really Wanna Be With You

Tres meses más tarde y con el mantra todavía en la cima de los rankings se desencadenó el conflicto. El 10 de febrero de 1971 Bright Tunes Music Corp. (Sello americano) Interpone una demanda judicial de plagio en contra de George Harrison y su canción “My Sweet Lord” en Harrisongs Ltd. de Inglaterra y Harrisongs Inc. de Estados Unidos incluyendo también a Apple Records, BMI y publicaciones Hansen. La guerra estaba declarada.

¿A cuál canción se supone que se parece? Fue la pregunta de George al saberse demandado por primera vez y rápidamente sus asesores le indicaron una canción “soul” medianamente popular compuesta por Ronald Mark y Grabada por The Chiffons en 1962. La preciosa, pero poco difundida “He’s So Fine”. Número uno por cinco semanas en Estados Unidos y sólo una entrada en el puesto número 12 para Inglaterra, condujeron a la canción de manera subconsciente a los oídos de George, quién más tarde declaró haberla escuchado en junio de 1963 cuando “From Me To You” de The Beatles encabezaba las listas de canciones más pedidas. No obstante, fue muy enfático al señalar no haberle dado nunca mucho crédito.

Los Beatles crecían como la espuma y “He’s so Fine” se perdía en los anales de la música popular apareciendo sólo de vez en cuando en recopilaciones “soul” femeninas.

Beware of ABKCO

Es en este instante donde todo comienza a enredarse. Allen Klein, manager de Harrison para ese entonces trata de llegar a un acuerdo con Seymur Barash, presidente de Bright Tunes, Klein le ofrecía la compra total por parte de Harrison del catálogo de Bright Tunes y Barash por su parte ofrecía darle la mitad de los derechos de la canción a Harrison. Como no hubo acuerdo Klein contrató un grupo de abogados y un musicólogo Harold Barlow –opinión que al fin y al cabo nunca sirvió- para defender la posición de George y comenzar con la defensa del juicio. Luego de que el caso se extendiera más de lo normal Klein dejó de ser manager de los Beatles y acto seguido, dejó a George también. Pasaron los años donde se mezclaban pesquisas de tipo musical, compases, melodías y tonos y nada se resolvía a favor de Harrison. Al parecer los profesionales contratados por Klein no eran del todo idóneos. Esto lo deja de manifiesto George en su canción “This Song”, donde cuenta que sus expertos insistían en que “no había porqué preocuparse” mientras, en tribunales, todo seguía estancado.

En 1976 Harrison ofrece US$176.000 lo que significaba el 40% de los derechos recibidos por la canción en Estados Unidos, misteriosamente el abogado de Bright Tunes desechó la oferta exigiendo un 75 % de los derechos. Aquí entra la mano de negra de Klein, ya que el mismo presidente de Bright Tunes estaba contento con la oferta, pero Allen Klein, ex manager de Harrison estaba comprando para sí el catálogo de Bright Tunes y como conocía el patrimonio de George –ya que manejó sus finanzas y contrató su primer abogado- le pidió a Bright Tunes que no aceptara el ofrecimiento ya que a George se le podía sacar mucho más dinero. Klein y su empresa ABKCO tentaban a Bright Tunes, en bancarrota, para comprar la empresa completa ya que el “correcto” manager sabía cuánto podía sacarle a Harrison en un juicio usando información privilegiada. Su oferta para comprar a toda la empresa Bright Tunes era de más de US$260.000. Obviamente Bright Tunes sospechó y se tomó su tiempo para decidir. Más tarde Klein se introduce en Bright Tunes y le ofrece a Harrison los derechos de “He’s So Fine” en US$600.000. La trampa era clara y estaba lista.

I Really Want to Know You

Desde febrero de 1976 el tribunal comenzó a evaluar la defensa de los abogados y especialistas de Harrison. Simplemente se basaba en que la secuencia de acordes de las canciones en disputa era “muy común” y la melodía tenía una diferencia en la segunda estrofa, la que está en Mi y Do#m, ya que el tema de las Chiffons carecía de este último cambio.

Bright Tunes por su parte, argumentaba que estaban los compases necesarios para declarar plagio además que el mismo George había afirmado conocer la canción con anterioridad.

Luego de extenuantes jornadas el juez Owen decretó que ambas canciones eran “prácticamente idénticas” aun cuando no podía determinar que esta similitud fuera consciente (fue llamada Plagio Inconsciente).

A esta resolución y antes de definir los montos a pagar por Harrison, éste determina apelar ya que la característica de “inconsciente” no puede aplicarse a un delito ya que las transgresiones al derecho de autor deben ser efectivamente premeditadas. Es en este momento donde el juicio toma otra arista, lo que significa para George reducir considerablemente los montos de reparación para Bright Tunes. Una consideración importante fue que el mismo George reconoció haber escuchado la canción y nunca lo negó.

Otro atenuante fue la participación del mismo Allen Klein como asesor de Harrison y más tarde como asesor de Bright Tunes en los ofrecimientos para Harrison. Esto simplemente es ilegal y fue tomado en cuenta por el juez a la hora de decidir los pagos ya que dejó fuera de la reparación monetaria al “astuto” manager que todavía era parte de la empresa. Finalmente, de un cálculo de derechos de más de 2.5 millones de dólares, que correspondían a ¾ de los derechos de “My Sweet Lord”, el juez ordenó reducirlo a 1.6 millones de dólares ya que el impulso internacional del nombre de George Harrison y de la letra de la canción había ido en beneficio de Bright Tunes también.

But it Takes So Long, My Lord

El año 1993 se realizaron las últimas diligencias del famoso plagio. Harrison logró descontar cerca de un millón de dólares de la indemnización a Bright Tunes y obviamente lo recuperó con creces en sus publicaciones posteriores y sus escasos conciertos. Lo que pareció una broma al principio, de considerar que el caso se resolvería antes de terminar el siglo XX, terminó siendo una gran predicción ya que se extendió por más de 20 años.

Una de las canciones más emblemáticas de George Harrison, sino la más emblemática de su carrera como solista, queda en su poder, años de confusión y traición quedan atrás, Klein pasa a la historia como uno de los empresarios musicales más inescrupuloso de todos los tiempos y George continuó su carrera de éxitos y espiritualidad infinita. Corrían los 90 y una incipiente metástasis pulmonar iba a complicar al Beatle Silencioso quien 8 años después se iría reunir con su dulce señor.

 

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El Periodista