Kamala Harris tiene todo para ser más que una figura simbólica en EEUU
Harris tendrá un poder pocas veces ostentado por un vicepresidente durante al menos dos años (Télam)
Una figura en ascenso al lado de un presidente de 78 años, el voto del desempate en el Senado y una especialista en temas penales en un momento en que parte del país pide a gritos reformas profundas para frenar el racismo y la brutalidad policial: las razones sobran para que Kamala Harris no se agote en el simbolismo de ser la primera vicepresidenta negra y de ascendencia asiática de Estados Unidos.
La Vicepresidencia suele ser un cargo simbólico con una sola característica importante: el o la dirigente está a un latido de corazón de la Presidencia, como dicen los estadounidenses. Pero en esta coyuntura, Harris tiene todo para alzarse por sobre este estereotipo y convertir su mandato en un nuevo escalón en su rápido ascenso político.
Las razones son muchas.
Primero, es la vicepresidenta de un exvicepresidente, es decir, de alguien que conoce de primera mano la frustración que significa estar al lado del poder y no poder tomar decisiones.
Segundo, Harris tendrá un poder pocas veces ostentado por un vicepresidente durante al menos dos años, hasta las elecciones legislativas de mitad de mandato: es el voto del desempate en el Senado, donde el avance demócrata en las últimas elecciones legislativas de 2020 dejaron al pleno 50 a 50.
El vicepresidente de George W. Bush, Dick Cheney, tuvo ese poder, pero solo durante seis meses.
Harris lo tendrá -si no sucede algún imprevisto como una renuncia o un fallecimiento- durante los dos primeros años del Gobierno de Joe Biden, quizás el período más difícil en el que deben controlar de una vez y por todas la pandemia que ya mató a más de 400.000 personas en el país y volver a hacer crecer la economía.
Tercero, Biden y su vice se complementan.
Muchos analistas destacaron que a diferencia de lo que pasó en las últimas dos décadas, cuando tanto Bush como Barack Obama eligieron vicepresidentes que les aportaron las décadas de experiencia en Washington que ellos no poseían, Biden es el experimentado ahora, con dotes comprobados de negociador en el Congreso y en la diplomacia internacional.
Harris fue senadora solo durante los últimos cuatro años y, en ese período, además, ganó protagonismo como una de las voces más combativas contra el oficialismo republicano de Donald Trump, no como una forjadora de acuerdos bipartidistas, como su nuevo jefe.
Tampoco es una dirigente con experiencia en política exterior, algo que hace tiempo es una de las tareas asignadas a los vicepresidentes.
Pero sí tiene lo necesario para compensar con los aspectos más débiles de Biden, un dirigente blanco que nació en un país con segregación racial legal, que siempre se sintió más cómodo con los sindicatos y el aparato partidario que con los movimientos de protesta y las organizaciones de derechos civiles, que impulsó leyes que alimentaron el encarcelamiento de minorías y que está convencido que los consensos bipartidistas son el alma de la democracia estadounidense.
Harris, en cambio, nació en el seno de una familia de universitarios inmigrantes, creció con su mamá, sus amigas feministas y activistas negras, y su hermana defensora de derechos civiles.
Conoce los reclamos, habla el lenguaje y vivió en carne propia muchas de las cosas que se denuncian hoy en las protestas en las calles. Sin embargo, a lo largo de su carrera política, la mayoría como fiscal, demostró ser una dirigente muy pragmática y con una mirada siempre estratégica.
Pasó de ser rechazada y atacada por las fuerzas de seguridad a conseguir su apoyo para convertirse en la primera fiscal general mujer y negra de California, y para Manisha Sinha, profesora de Historia de la Universidad de Connecticut y autora de La causa del esclavo: una historia de abolición (The Slave’s Cause: A History of Abolition), es este mismo pragmatismo el que la convertirá en una pieza central del Gobierno de Biden.
«Creo que Biden intentará usarla en temas sensibles. Por ejemplo, podría quedar a cargo de las reformas que se necesitan dado el racismo sistemático y las técnicas brutales que existen dentro de las fuerzas de seguridad», aseguró la académica en diálogo con Télam.
Pero cuanto más protagonismo y más poder despliegue Harris en los próximos meses y años, más posibilidades hay de que su figura -una líder política negra y con aspiración declarada de cambiar las cosas- desate una renovada reacción de los sectores más racistas del país, como sucedió con la victoria electoral y la Presidencia de Obama.
«Históricamente, cada vez que hay un progreso, hay una reacción terrible. Por ejemplo, después de la abolición de la esclavitud, se formó el Ku Klux Klan y crecieron los intentos de deshacer lo que se logró con la guerra civil. En el siglo XX, con el movimiento de los derechos civiles, el derecho al voto y el fin de segregación racial legal, el Partido Republicano adoptó lo que conocemos como ‘la estrategia del Sur’, a partir de la cual adoptaron una oposición a estos cambios y dogmas realmente racistas como parte de su estrategia para ganar las elecciones», explicó Sinha.
«Estos grupos supremacistas blancos siempre existieron, pero Trump los empoderó para que actuaran abiertamente de manera fascista. El ataque al Congreso fue un llamado de atención para muchos estadounidenses, incluso muchos que votaron por él porque este es un sistema bipartidista y muchos lo votaron porque votan republicano», agregó.
Para la académica, una nueva reacción supremacista es posible -aunque «estos grupos perdieron poder cuando los republicanos perdieron la Casa Blanca y el control del Senado»-, por eso, el futuro lo decidirá el nuevo Gobierno demócrata y su determinación de hacer reformas.
«Tendrá que hacer una limpieza interna porque sabemos que las fuerzas de seguridad están infiltradas por estos grupos» y «necesita una reforma electoral porque los republicanos han sido muy exitosos en obstaculizar el voto de las minorías», explicó.
Y ahí, Harris sin dudas será central, por su rol en el Senado y porque en la campaña presidencial ha demostrado que se siente más cómoda en esa discusión que Biden.
«No creo que el Gobierno de Biden pueda terminar con el racismo, eso existe hace siglos, pero puede crear leyes y normas claras para condenar ese comportamiento y limitarlo», sostuvo Sinha.
El escenario político es favorable para que Harris siga creciendo desde la Vicepresidencia. Su mayor peligro será que sus declaradas aspiraciones presidenciales -fue precandidata en las primeras del año pasado y una de las más duras rivales de Biden- conspiren con la buena convivencia en la Casa Blanca.