A 50 años del golpe de Idi Amin, el carnicero de Uganda

Uganda atravesará mañana el aniversario número 50 del golpe de Estado que encabezó Idi Amin, el llamado carnicero de Uganda, y que inauguró una cruenta dictadura de ocho años, signados por excentricidades y rarezas de una figura a la que las potencias primero subestimaron y luego no supieron cómo tratar, y en los que se calcula que murieron unos 500.000 opositores.

El 25 de enero de 1971, Amin, hasta entonces jefe de las fuerzas terrestres de su país, aprovechó un viaje al exterior del presidente Milton Obote para dar un golpe de Estado que abrió un periodo de crueldad, decisiones insólitas, persecución a extranjeros y una profunda crisis económica.

Ya de entrada, Amin dio muestras de su sadismo para con los prisioneros: se ejercían torturas de todo tipo, mutilaciones de órganos sexuales, castigos inhumanos, persecuciones extremas y las atrocidades más impensadas.

Para protección propia, armó un cuerpo de 23.000 personas y fortaleció al Ejército con ayuda de Libia y Sudán, y, como parte de sus temores, expulsó del país a británicos, estadounidenses y soviéticos.

Aún así las potencias parecieron ignorar sus actos.

«Las potencias siempre se interesan por lo que pasa en cualquier punto del mundo que sea rico en recursos naturales. Cuando se mantienen ‘indiferentes’ es porque toman la decisión política de hacerlo. Logran así un uso político del desorden que les permite de modo más sencillo acceder, en este caso, a oro, estaño, cobre, petróleo y una gran cantidad recursos ictícolas y agropecuarios», señaló Luz Marina Mateo, magíster en Relaciones Internacionales y secretaria del Departamento África del Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

El número de víctimas de la dictadura nunca fue claro, pero el Tribunal de La Haya lo acusó de genocidio.

Uno de los mitos sobre su vida es que acostumbraba a comer carne humana, una versión que se sostuvo en el hallazgo de frigoríficos con restos de personas en lugares por los que Amin solía ir, en declaraciones de algunos de sus funcionarios y hasta en una propia vieja confesión.

«Me gusta la carne humana porque es más blanda y salada», dijo el dictador en alguna oportunidad y se ganó el nombre de el carnicero de Uganda.

Enriquecido por el contrabando de oro y marfil y vista su gestión casi como surrealista, Idi Amin tuvo 6 esposas y 30 hijos, al menos reconocidos, aunque hay publicaciones que hablan de 45.

Esta misma cuestión representa una muestra de una lectura liviana de su dictadura: viejas notas periodísticas insisten en destacar que se creía una potencia sexual y repiten la historia de una invitación a la Reina Isabel, a la que le sugirió una visita para que conociera «a un hombre de verdad».

Los delirios se multiplicaban: Amin se autodesignó con varios títulos: «señor de todas las bestias de la tierra y peces del mar», «conquistador del Imperio británico» y «el último rey de Escocia» fueron algunos.

«Esa construcción de algunos medios de que era un bufón, un loco, casi como una figura ‘simpática’ por sus excentricidades, no solo fue mediática: el propio Amin se preocupó por cultivarla con sus excentricidades. Está directamente relacionado con que eso resultaba útil para tapar las atrocidades que cometía y que eran denunciadas por desertores y exiliados ugandeses», evaluó Mateo.

El cine se ocupó de Amin en más de una oportunidad. Probablemente «El último rey de Escocia» sea la cinta más conocida, pero es el documental «General Idi Amin Dada: Autoportrait», de 1974 y del francés Barbet Schroeder, donde se ve al dictador en las imágenes más curiosas: baila, canta, hace bromas, encabeza «tropas» ugandesas en una batalla ficticia contra Israel y sugiere a médicos no ir a trabajar borrachos.

Un tiempo después, Amin encerró en un hotel a 200 franceses para obligar a Schroeder a cambiar algunas partes del filme que, parece, no lo conformaban. El director debió aceptar.

Pero fue de alguna manera la debacle económica, cuando ni el Reino Unido ni la entonces Comunidad Europea mantenían su ayuda, lo que empezó a empujar su salida del poder.

El 11 de abril de 1979, el frente Liberación Nacional de Uganda, formado por 18 grupos de exiliados y apoyado militarmente por Tanzania, derrocó a Amin, que, con todo, jamás pasó en una cárcel un solo día de su vida.

Se exilió primero en Libia y después en Irak, pero finalmente se instaló en un lujoso palacio de Yeda, en Arabia Saudita, a orillas del Mar Rojo, donde gozó de servicios de atención que pudo seguir pagando.

Murió en esa misma ciudad en agosto del 2003. Recién entonces el documental del francés Schroerer pudo verse en su versión original.

Fuente: Télam.

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