La pandemia de la violencia de género
Por la Doctora en Sociología Karina Batthyány, secretaria Ejecutiva del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).
La región latinoamericana y caribeña enfrenta graves problemas por la pandemia del Covid-19 en gran parte de lo que va del año 2020, pero esta situación no debe invisibilizar otra pandemia que hace años nos afecta: la violencia contra las mujeres y las niñas que constituye una de las más graves violaciones a sus derechos humanos.
Recordemos que ya en 2013 la Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmaba que «la violencia física o sexual es un problema de salud pública que afecta a más de un tercio de todas las mujeres a nivel mundial».
Esta violencia afecta a una de cada tres mujeres a lo largo de su vida y, en 2019, se registraron 38.000 víctimas de femicidios en nuestra región. Estas cifras son alarmantes y sabemos que la pandemia las está incrementando aun más de acuerdo a los datos preliminares disponibles para algunos países.
La violencia basada en género es una forma de manifestación extrema de la desigualdad relacionada con el género, impuesta a las mujeres y a las niñas a causa de su posición subordinada dentro de la sociedad, y sus consecuencias son devastadoras y prolongadas, afectando la salud física y el bienestar mental de las mujeres y las niñas.
Las violencias contra las mujeres y las niñas no conocen fronteras geográficas o culturales, es una forma de violencia globalizada, sin distinción de clases, raza, etnia o grupo de pertenencia y dirigida a todas las mujeres y niñas. Se expresa en diferentes dimensiones: física, sexual, emocional, económica, institucional, entre otras. No hay un perfil específico de víctimas de violencia, el factor de riesgo principal es ser mujer.
Como cada año, desde que en 1981 en el Primer Encuentro Feminista Latinoamericano y Caribeño realizado en Colombia se instituyó el 25 de noviembre como «Día de la lucha por la no violencia hacia las mujeres» en homenaje a las hermanas Mirabal, en este 2020 también se alzarán las voces de las mujeres contra la violencia y la discriminación. Romper el silencio es el primer paso para transformar la cultura de la violencia de género. Es necesario trabajar en el ámbito educativo, educar a las niñas y a los niños como iguales, como personas independientes, con capacidad crítica, con capacidad para tomar sus propias decisiones y sin estereotipos sexistas que naturalizan la violencia y la discriminación. Es necesario también seguir trabajando, discutiendo y construyendo políticas y acciones concretas para hacer efectivo el derecho de las mujeres a una vida sin violencia.
Fuente: Télam