Joe Biden, un heredero de la tradición demócrata y un eterno sobreviviente político
La esperanza de la oposición estadounidense para sacar a Donald Trump de la Casa Blanca, Joe Biden, se siente más cómodo con la tradicional base electoral demócrata que con los movimientos sociales y el progresismo, y en sus 50 años como dirigente ha logrado reconvertirse tras escándalos y pujas políticas, con una larga lista de críticos pero muy pocos enemigos. (Télam)
Hijo de descendientes europeos y criado en una familia de clase trabajadora acomodada que pasó algunas dificultades económicas, Biden se convirtió en una joven promesa del Partido Demócrata muy rápido: a los 27 años fue electo concejal de la ciudad donde creció, New Castle, Delaware, y dos años más tarde se convirtió en uno de los senadores federales más jóvenes del país.
Apenas unas semanas después de esta elección, su esposa Neilia Hunter y su beba de un año murieron en un accidente de auto, una tragedia familiar que lo marcó y dejó solo a cargo de sus dos hijos mayores, de dos y tres años, hasta que en 1977 se casó con su actual esposa, Jill Biden.
Biden aprovechó desde el primer momento su banca de senador para construir alianzas y poder.
Para 1987, cuando se avizoraba el final de los dos mandatos del republicano Ronald Reagan, el joven Biden había construido la imagen de renovación que los demócratas necesitaban.
Pero su campaña presidencial no duró mucho.
Medio año antes del inicio de las primarias, la prensa reveló que había plagiado un discurso del entonces líder laborista británico sobre sus orígenes vinculados a trabajadores mineros.
Su campaña primero dijo que Biden «estaba en automático» y luego argumentó que había tomado prestado el discurso porque tenía un vínculo familiar con una región minera.
En una reciente columna, el diario británico The Guardian, sin embargo, destacó que el familiar de Biden que venía de una región minera era jefe de una mina, no un trabajador minero.
El escándalo por su discurso creció aún más cuando la prensa descubrió que Biden ya había plagiado un trabajo en la universidad y varios párrafos de discursos de Robert Kennedy.
Tras abandonar la carrera presidencial, Biden volvió a concentrarse en el Senado y, según cuentan las crónicas de esa época, nunca guardó rencores con los aliados y rivales que lo atacaron.
En sus 36 años en el Senado, Biden ocupó cargos clave para construir poder y, principalmente, convertirse en el referente demócrata de la cooperación bipartidista, como lo fue su amigo, el fallecido excandidato presidencial John McCain, para los republicanos.
En 2008, luego de abandonar su segundo intento por llegar a la Casa Blanca, se convirtió en el compañero de fórmula de una nueva joven promesa demócrata: Barack Obama.
Los análisis políticos del momento explicaron su elección por dos razones.
Primero, con 66 años, a Biden ya no le quedaba mucho tiempo para seguir alimentando sus aspiraciones presidenciales, por lo que no sería un factor desestabilizante. Segundo, poseía exactamente lo que le faltaba a Obama: experiencia en política exterior y comprobados contactos con todo el mundo político en Washington.
Pese al buen vínculo que mantuvo con Obama, al final de los ocho años de su Gobierno, Biden ya no oficiaba ni de operador de la Casa Blanca en el Congreso ni de referente en temas sensibles de la política exterior. En ambos casos, había perdido la confianza del mandatario.
Sus fracasos quedaron en parte expuestos en las memorias del primer secretario de Defensa de Obama, Robert Gates: «Se equivocó en casi todos los temas importantes de política exterior y seguridad nacional de las últimas cuatro décadas».
El año pasado, cuando la precandidatura presidencial de Biden era casi una realidad, Gates ratificó su opinión en una entrevista con el canal CBS, pero aclaró: «Es un hombre íntegro, incapaz de esconder lo que realmente piensa y es una de esas personas a las que uno puede pedir ayuda en medio de una crisis personal».
Hasta este año, cuando se hizo conocida una denuncia de abuso sexual, se lo acusó de racista -incluso por su actual compañera de fórmula, Kamala Harris- y se visibilizó un posible tráfico de influencias a través de su hijo Hunter en Ucrania, en general, sus detractores no lo habían criticado como persona o líder.
En 2016, muchos analistas consideraron que Biden se había bajado de su última oportunidad para llegar a la Casa Blanca. Oficialmente argumentó que la muerte de cáncer de su hijo Beau fue demasiado para él, pero extraoficialmente no había salido fortalecido de sus ocho años como vicepresidente.
Pero la victoria de Trump con los votos de muchos trabajadores de clase media desilusionados y la falta de un candidato opositor claro en medio de una creciente crisis de identidad de los demócratas volvieron a convertir a Biden -un confiable miembro del aparato partidista y figura aceptable para los republicanos desencantados- en la esperanza de cambio, a sus 77 años.