Historiador Gabriel Salazar: Lo que está cambiando y revolucionándose aquí es el ciudadano
En su oficina, rodeado de libros, diarios y apuntes, el premio Nacional de Historia 2006 y académico de la Universidad de Chile, Gabriel Salazar, analiza este último año en nuestro país. Cuenta que ha seguido atento cada una de las movilizaciones sociales que se han registrado desde el estallido social, y que ha sido invitado -de manera remota-, en reiteradas ocasiones para ser parte de asambleas y cabildos, donde ha podido ver y palpar el interés ciudadano en pueblos y zonas rurales del país.
«Estamos construyendo un ciudadano nuevo, donde no solo estamos peleando por la asamblea constituyente, estamos peleando dentro y entre nosotros por construir un ciudadano soberano, distinto», afirma.
Durante la conversación, que se extendió por cerca de una hora, el historiador, sostiene que el descontento social o «cansancio» ciudadano, se arrastra hace dos siglos, y donde el problema, dice, radica en que «a lo largo de nuestra historia hemos venido arrastrando problemas no resueltos que se van acumulando y se siguen arrastrando y se siguen renovando sin resolverse».
Agrega el profesor, que el grueso de la manifestación callejera, se expresa, «en contra de este sistema neoliberal y en contra de una carga histórica que viene desde mucho tiempo atrás. A esto agrega que «la soberanía claramente está donde está la ciudadanía y el pueblo, lo que sienten, lo que quieren y lo que piensan. Por tanto, hoy día la soberanía no está en el parlamento, no está en el Congreso, no está en los políticos, no está en los partidos y no está en el Estado. No está en el derecho escrito y la soberanía esta siempre donde está el pueblo vivo, actuando y pensando, ahí está la legitimidad».
Salazar, quien ha desarrollado una larga carrera académica durante los últimos 50 años, en diversas universidades del país, es crítico sobre el rol que han tenido las comunidades educativas durante el estallido social. Dice que esto es producto de que los planteles en Chile, «han sufrido inevitablemente la impronta del modelo neoliberal en términos de fragmentación, pulverización de lo público y la impregnación con la lógica del mercado».
Frente a los resultados del plebiscito y la ventaja del Apruebo, ¿qué reflexión podemos sacar?, ¿cómo lee este proceso?
No hay duda de que hay una correspondencia en el hecho cualitativo del estallido social, el 18 de octubre en adelante, y el cuantitativo del plebiscito que ocurrió el 25 de octubre de este año. Se demostró claramente que la gran mayoría que se manifestó en las calles también lo hizo esa mañana en las urnas. Uno podría decir, por tanto, que el grueso de la manifestación ciudadana en contra de este sistema neoliberal y en contra de una carga histórica, que viene desde mucho tiempo atrás, corresponde a la gran masa ciudadana que podemos denominarla clase popular o ciudadanía popular.
Se requiere una reforma profunda, no solo del modelo neoliberal, sino de las lacras sociales, económicas y políticas que se han venido arrastrando en el país de mucho tiempo atrás, desde el siglo XVI. Basta decir, solamente, que un problema histórico no resuelto tiene un nombre muy conocido: pueblo mapuche.
Hay quienes dicen que el descontento social se inició en el 2006 con las protestas de los secundarios, luego con los universitarios y ahora con el estallido, sin embargo, usted plantea que lo arrastramos hace dos siglos, ¿por qué?
Yo diría que los problemas que introdujo el modelo neoliberal, se añadieron a una carga que se viene arrastrando penosamente a lo largo de varios siglos. Por eso, tiendo a pensar que ese estallido no fue una explosión como dicen algunos elegantemente, oriunda de sí misma, como un estallido que surgió de problemas estrictamente locales, contemporáneos, de ahora. No, aquí el problema más profundo es que a lo largo de nuestra historia hemos venido arrastrando problemas no resueltos que se van acumulando y se siguen arrastrando y se siguen renovando sin resolverse.
Están los problemas que yo llamo premodernos, que se arrastran precisamente de los siglos XV y XVI; los mapuches, por ejemplo. Tenemos otros problemas modernos, que no se han resuelto, que son propios del siglo XIX cuando comenzó la modernidad en el mundo, después de la revolución industrial. Nuestras exportaciones siguen siendo igual que el siglo XVII. Otro problema no resuelto que es del siglo XIX, es tener una constitución política ilegitima.
A lo largo de nuestra historia, ¿hemos vivido procesos similares?
Uno entre 1822 y 1828, que fue un movimiento ciudadano, organizado por pueblos locales y en torno a un cabildo. Ese fue un movimiento muy “redondito”, muy victorioso porque partió derribando la dictadura de O’Higgins y terminó proclamando la Constitución de 1828, que es la única Constitución legitima que ha tenido este país.
El segundo proceso similar ocurre más menos entre 1918 y 1925, donde fundamentalmente se produce un movimiento ciudadano militar entre los oficiales jóvenes del ejército, coincidente con un movimiento popular de los trabajadores en particular, de los profesores y estudiantes en el mismo sentido. Es decir, de llevar a cabo la organización de una asamblea constituyente que dictará una nueva Constitución.
En los dos casos, se planteaba una asamblea constituyente libremente electa. Esa funciona en 1828 pero no pudo funcionar 1925, porque ahí hubo una traición al movimiento del que era presidente entonces, Arturo Alessandri Palma. Le pidieron a él que organizara la asamblea constituyente y nunca la convocó. Organizó un comité constituyente con sus amigos y con ese comité redactó la constitución del 25. Entonces, ha habido dos procesos anteriores, el primer exitoso en 1828, pero un año después vino el golpe militar, organizado por los grandes comerciantes de esa época, que organizaron un ejército mercenario que derrotó al ejercito patriota, que había ganado la Independencia y lo deshizo.
Y, hoy ¿quiénes deberían liderar la redacción de la nueva Constitución?
En principio, teóricamente -es decir, de acuerdo a la lógica pura de lo que es soberanía-, una asamblea constituyente legítima debería estar constituida solo por ciudadanos libremente electos con exclusión de toda organización política, y de partidos políticos profesionales. Eso ocurrió en 1828. Lo mismo se esperaba que ocurriera en 1925, pero con Alessandri pasó todo lo contrario. Quienes deliberen deben ser todos ciudadanos, porque, de lo contrario, no hay soberanía. Y, quienes redacten el texto constitucional, eso lo decide la propia asamblea constituyente, dentro de sus miembros.
El año 28, se reunió la asamblea constituyente en Valparaíso, y ellos mismos designaron a un par de personas que presentaran un texto que resumiera los acuerdos. Ahí el principal redactor, entre varios, fue Melchor de Concha y Toro. Después, eso se aprueba el texto final, con algunas correcciones, en el conjunto de la asamblea.
El año 25, como no hubo asamblea constituyente, la redactó Arturo Alessandri Palma con un grupo de personas que él designó. De acuerdo a las actas, en la práctica él la redactó, artículo por artículo. Teóricamente, en principio y en lógica pura de soberanía, la asamblea designa a un grupo, tres o cuatro personas que redacten el texto y después ellos la discuten y la aprueban. Y después claro viene el plebiscito para que todo el pueblo la apruebe o no.
Uno ve en los medios cómo han estado reapareciendo políticos de antaño, rostros más bien conocidos…
Hoy día se está usando una frase que se había perdido en el tiempo, que no se usó nunca jamás entre 1938 y 1973: soberanía popular. Los políticos jamás hablaron de soberanía popular. En segundo lugar, no se usó otra expresión que es legitimidad y poder constituyente. Estaban excluidas del lenguaje político corriente, de los partidos y de la misma ciudadanía. Hoy día, en cambio, están en el léxico corriente y tú los vas a encontrar en todos los cabildos locales y en los pueblos chicos, sobre todo que son los más despiertos.
Vuelvo a la pregunta. ¿Dónde radica la soberanía popular y qué es lo que se va a entender por soberanía?
La respuesta es, y los intelectuales están más o menos de acuerdo: la soberanía radica por derecho natural en la comunidad ciudadana. O sea, en la totalidad del corpus ciudadano; en el pueblo podríamos decir, en última instancia, por eso soberanía popular. La soberanía no radica en la constitución, como poder. La constitución es producto de una acción soberana, o debería ser producto de una acción soberana. Cuando la soberanía se expresa en la constitución, esa constitución tiene legitimidad.
Hay quienes plantean que la constitución de 1925 debería ser tomada como base para no partir desde una hoja en blanco…
Es la lógica de los políticos. Los políticos no pueden aceptar que la soberanía es soberana y que está en la calle. Les guste o no, está en la calle, donde está el pueblo, donde está la ciudadanía, entonces se las arreglan para decir frases que en el fondo son legalistas, pero no legitimas. Por eso es que muchos de ellos han dicho que, uno de ellos planteó muy seriamente en 2018 que el poder constituyente, o sea la soberanía en tanto construye estado, radica en el Congreso Nacional y de preferencia en el Senado. Él era senador, por cierto. Otros dicen, que la mejor solución para que no haya un caos después de la Asamblea Constituyente es que los políticos que saben de política, que saben de leyes, sean predominantes dentro de la asamblea, por eso propusieron la asamblea mixta. Y, ahora se preparan para controlar la Convención Constitucional. Se creen indispensables.
Nuestros políticos no reconocen, no tienen conciencia histórica del periodo que estamos viviendo, porque nunca han tenido conciencia de que la soberanía no está en ellos, sino que está en la ciudadanía.
¿Ve esperanza en este cambio profundo que se pretende hacer?, ¿hacia dónde nos conduce todo esto?
Lo que está cambiando y revolucionándose aquí es el ciudadano. La revolución real ocurre dentro de nosotros. Dejar de ser ese indigno -por decirlo así- ciudadano, peticionista, que vive pidiendo, que vive desnudando sus miserias para que el Estado, los políticos u otros les resuelvan esa miseria, que vive creyendo que un voto individual, que se suma como un número, es soberanía. Esa es una gran mentira. El voto individual no es soberanía porque la soberanía es una voluntad colectiva, no individual. Por eso es que la gente intuitivamente, ante esta tremenda carga de problema histórico no resuelto, ¿qué es lo que hizo?: se juntó, se miraron cara a cara, conversaron, dialogaron, cabildearon y en eso están para construir voluntad colectiva, es decir, para construir soberanía.
El verdadero fenómeno revolucionario que está en marcha es la autorevolución del ciudadano. Hasta el periodo de Pinochet, era un ciudadano masa en la calle, gritando, pataleando, pidiendo, exigiendo, pero hoy día el ciudadano tiende a adquirir la responsabilidad de hacer las cosas por sí mismo según lo decida en sus deliberaciones comunitarias locales. Eso es nuevo. Estamos construyendo un ciudadano nuevo, donde no solo estamos peleando por la asamblea constituyente, estamos peleando dentro de nosotros, y entre nosotros por construir un ciudadano soberano, distinto.
Fuente: U de Chile/ Adprensa