Falleció en París de coronavirus el director de cine y político argentino Pino Solanas
Era el embajador de Buenos Aires ante la Unesco y se contagió de coronavirus en Francia. (Télam)
El embajador argentino ante la Unesco, Fernando «Pino» Solanas, falleció esta madrugada en París, Francia, donde recibía un tratamiento por coronavirus, informó esta madrugada la Cancillería.
«Enorme dolor por Pino Solanas. Murió en cumplimiento de sus funciones como embajador de Argentina ante la Unesco», indicó el Palacio San Martín en su cuenta oficial de Twitter.
«Será recordado por su arte, por su compromiso político y por su ética puesta siempre al servicio de un país mejor. Un abrazo a su familia y sus amigos», agrega la publicación.
A mediados de octubre, el exsenador nacional informó -a través de su cuenta de Twitter- que había dado positivo en coronavirus y que estaba internado en un hospital de París, donde está ubicada la sede de este organismo de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura.
El exlegislador posteó junto con ese último mensaje una foto en la que se mostraba en reposo en una cama de terapia intensiva, mientras permanecía aislado y recibía tratamiento.
Cineasta, ex diputado nacional, ex senador y principal referente de la agrupación Proyecto Sur que integra el Frente de Todos, Solanas tenía 84 años y se encuentra en el grupo de riesgo etario más expuesto ante el coronavirus.
Antes de ser conocido como Pino Solanas a raíz de su actividad política, el público lo conocía como Fernando Ezequiel Solanas y era un referente del cine militante de la década de 1960, cuando en plena dictadura de Onganía su película «La hora de los hornos», codirigida con Octavio Getino, era exhibida en forma clandestina en unidades básicas y casas particulares.
Nacido en Olivos, provincia de Buenos Aires, el 16 de febrero de 1936, siempre defendió su raigambre peronista con documentales famosos –» «Perón: Actualización política y doctrinaria para la toma del poder» (1971, también con Getino) es un ejemplo-.
Sin duda, su carrera de cineasta sobrevivirá en el recuerdo de películas premiadas internacionalmente, ya clásicas del cine nacional, como «Los hijos de Fierro», «Tangos, el exilio de Gardel» y «Sur», en las que recreó una estética popular no carente de elementos eruditos.
Siempre atraído por el arte, estudió Derecho pero también teatro y música; sus primeras armas en la pantalla fueron con los cortos «Seguir andando» (1962) y «Reflexión ciudadana» (1963), cargados de inquietudes sociales y políticas, e, influido por la época, el auge de la Resistencia Peronista y el influjo de la Revolución Cubana, fundó a fines de la década el grupo Cine Liberación.
Ese núcleo, compartido con Getino y Gerardo Vallejo, tuvo ramificaciones con otros directores politizados -Enrique y Nemesio Juárez , Pablo Szir , Raymundo Gleyzer, Eliseo Subiela, entre otros- que abandonaban sus tareas en el cine publicitario pero aprovechaban esa experiencia para profundizar el lenguaje de sus propuestas militantes.
«La hora de los hornos», sobre el neocolonialismo y la violencia en el país y en América latina, terminó siendo un modelo en su tipo, fue ejemplo fílmico en numerosos países y obtuvo premios en el Mannheim-Heidelberg International Filmfestival de 1968 y del British Film Institute en 1972.
«Perón: Actualización política…» fue rodada en la residencia madrileña de Juan Domingo Perón durante varias jornadas entre junio y octubre de 1971, y sirvió para que con los medios técnicos de la época el líder proscripto se comunicara con su militancia en la Argentina, con conceptos que en muchos casos tienen aún una vigencia formidable.
Su primer largo de ficción, rodado en 1975, fue «Los hijos de Fierro», actuado por intérpretes profesionales y conocidos militantes –algunos de ellos luego desaparecidos-, reivindicaba las posturas rebeldes del poema de José Hernández en el marco de la caída del peronismo en 1955 y el regreso de Perón en 1973.
Por entonces debió exiliarse en España y luego en Francia, por las amenazas de muerte de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) y el intento de secuestro por un comando de una de las fuerzas armadas.
En Francia rodó el documental «La mirada de los otros» (1980), sobre discapacidades físicas, a pedido de las autoridades de ese país, al tiempo que participaba de numerosos foros de lucha contra las dictaduras que regían entonces en la Argentina y otros países de la región.
Esa fue la raíz de «Tangos, el exilio de Gardel» (1985), esa «tanguedia» rodada entre París y Buenos Aires, que reflejó las luchas y sueños de los refugiados latinoamericanos y que tuvo notables interpretaciones de Miguel Ángel Solá, Marie Laforet, Ana María Picchio, Lautaro Murúa y el propio Solanas.
Ese filme, el más taquillero y comentado de su carrera, arrasó con premios en Venecia, La Habana, Turquía, el César francés, el Konex de Platino y varios Cóndor de Plata de la Asociación de Críticos Cinematográficos de la Argentina.
Otro tanto aunque con menor ruido sucedió con «Sur», que buceaba en la identidad porteña y argentina y dejó en el celuloide estupendos pasajes a cargo de Solá, Roberto Goyeneche, Lito Cruz, Ulises Dumont, Philippe Léotard, Gabriela Toscano y Susú Pecoraro, rematados por el tango «Vuelvo al Sur», con letra de Solanas y música de Ástor Piazzolla.
En esta película, además, le dio un protagónico de antología a Roberto «Polaco» Goyeneche, concretó el debut cinematográfico de Fito Páez y además compuso la «Milonga del tartamudo» que cantó Alfredo Zitarrosa.
Durante la década del 90 ya se había interesado por la política activa y procuraba preservar edificios de la ciudad para la creación de centros culturales, por lo que recibió seis disparos en las piernas de un grupo de desconocidos; ello lo llevó a postergar el rodaje de «El viaje» (1992), un retrato de América latina y el subdesarrollo.
Tan política como ese filme fue la iracunda «La nube» (1998), que fustigaba al neoliberalismo y recibió premios en Venecia y en La Habana –cuyo Festival le entregó el Gran Coral a su trayectoria- y tras un período de descanso creativo inició su período documental y de denuncia, donde unió su postura ética con su certero manejo del lenguaje cinematográfico.
Así se sucedieron «Memoria del saqueo» (2003) con la que viajó al Festival de Berlín donde en 2004 le entregaron el Oso de oro honorario, «La dignidad de los nadies» (2005) y «Argentina latente» (2007).
Sus intereses por la defensa de los ferrocarriles se apreció en «La próxima estación» (2008) y luego encaró una saga esencial para entender la problemática ambiental desde la defensa de los territorios, de las personas que los habitan y de los recursos naturales como «Tierra sublevada: Oro impuro» (2009), «Tierra sublevada: Oro negro» (2011), «La guerra del fracking» (2013) y «Viaje a los pueblos sublevados» (2018).
En medio de esa serie contra los extractivismos, también propuso «El legado estratégico de Juan Perón» (2016), toda una colección de obras que conviene rever cada tanto, fruto de un creador particular y discutido que quedará en la memoria grande del cine argentino.