EEUU: una historia marcada por elecciones en crisis
Por Valeria L. Carbone, Dra. en Historia (UBA). Cátedra de Historia de los Estados Unidos (FFyL,UBA). Investigadora Instituto Interdisciplinario de Estudios e Investigaciones de América Latina (Indeal) y exbecaria Fulbright.
Las elecciones 2020 no son ni las más definitorias ni las más importantes de la historia estadounidense, pero sí tienen una característica que no se veía desde hace más de un siglo y medio cuando el país se encaminaba hacia su peor guerra interna.
Elecciones importantes hubo varias. La de 1912 enfrentó por primera vez a cuatro candidatos de proyección nacional (el demócrata Woodrow Wilson, el republicano William Taft, el candidato del partido Progresista Theodore Roosevelt y el socialista Eugene Debs) en unas elecciones marcadas por denuncias de corrupción y tráfico de influencias. La de 1932, cuando Franklin D. Roosevelt se alzó con la victoria en el difícil contexto de la crisis de 1929 y la gran depresión. La de 1968, sucedida en medio de una profunda crisis económica, con las calles en manos de numerosos colectivos y movimientos manifestando su descontento con la política doméstica y exterior, y con una nación padeciendo el impacto de los dos más recientes asesinatos políticos: el de Martin Luther King, Jr., referente de la lucha del movimiento negro, el 4 de abril; y tan solo dos meses después la del precandidato con más chances de obtener la nominación del partido demócrata, Robert Kennedy. La de 1972, celebrada en medio del escándalo político e institucional que implicó el caso Watergate. La de 2004, cuando en el contexto de la lucha contra el extremismo y las masivas manifestaciones contra la invasión a Irak, un Presidente que había accedido a la Casa Blanca luego de un comprobado fraude electoral en el estado gobernado por su hermano, buscó la reelección. La de 2008, cuando en medio de una crisis financiera global producto del colapso de la burbuja inmobiliaria y de la crisis de las hipotecas subprime, un afrodescendiente y una mujer contaban con chances reales de convertirse en el primer presidente entre los de su raza o género en la historia del país.
En términos de elecciones tan importantes como definitorias, la de 1860 enfrentó a un país a la perspectiva de una secesión. La victoria de Abraham Lincoln desató un conflicto bélico de perdurables consecuencias en el plano político, económico, social, cultural e ideológico. La elección siguiente, realizada en la última etapa de una cruenta guerra, no solo puso en juego los votos de los soldados apostados en el frente, sino la configuración de un mundo posbélico en el que había que decidir el destino de los rebeldes derrotados que conformaban la mitad del territorio del país.
¿Qué es lo que destaca entonces de este ciclo electoral? La crisis económica producto del colapso sanitario y de salud pública sin precedentes son atenuantes de una elección no solo impugnada desde antes de comenzar, sino caracterizada por su impredecibilidad y por la posibilidad de violencia en las calles. A la impugnación de los resultados como consecuencia de las anticipadas denuncias de fraude, supresión de derechos electorales e interferencia extranjera se suma la incertidumbre del escenario poselectoral. Que el Presidente que busca la reelección haya aventurado la posibilidad de no reconocer el resultado y de no conceder una victoria a su contrincante si él cree, considera o piensa que hubo fraude, es improcedente. También lo es que el primer mandatario no sea capaz de, o se niegue a, garantizar una transición pacífica del poder, tanto como que no desaliente sino que incentive el peligro de violencia y enfrentamiento en las calles. Y de ello si no hay precedentes, al menos, desde 1860.