Exposición en Madrid da cuenta de cómo el poder propagó el «rol» de la mujer a través de las artes
El Museo Nacional del Prado inaugura hoy la primera exposición temporaria desde su reapertura, "Invitadas. Fragmentos sobre mujeres ideología y artes plásticas en España (1833-1931)", que reflexiona sobre el modo en el que los poderes establecidos defendieron y propagaron el papel de la mujer a través de las artes visuales. (Télam)
Curada por Carlos G. Navarro, conservador del área de Pintura del siglo XIX del museo, la exposición que se desplegará hasta el 14 de marzo de 2021, «tiene como objetivo reflexionar sobre el papel de la mujer y los diferentes roles que desempeñó en el sistema artístico español desde el reinado de Isabel II hasta el de su nieto Alfonso XIII», informó la institución en un comunicado.
Estructurada en 17 secciones, la muestra reúne más de 130 obras que, en gran parte, participaron en exposiciones internacionales o fueron ganadoras de premios creados desde 1853 para «fomentar el progreso del arte español y constituir una imagen ideológica de la nación», añadieron.
Como una suerte de mea culpa, el bicentenario museo madrileño explica que en ese tiempo «el Prado se convirtió en elemento central de la compra y exhibición de arte contemporáneo y desempeñó un papel sustancial en la construcción de la idea de escuela española moderna».
«En todos estos espacios las mujeres que aparecen son pocas veces protagonistas por voluntad propia y rara vez están en los lugares que desean; sólo fueron invitadas incómodas en la escena artística de su tiempo. Es posible que alguna de estas obras sorprenda a una sensibilidad contemporánea, pero lo hará no por su excentricidad o malditismo, sino por ser expresión de un tiempo y una sociedad ya periclitados», afirmó Miguel Falomir, director del Museo Nacional del Prado.
Con la idea de incorporar nuevas narrativas, la muestra «Invitadas» se enmarca en un periodo cronológico que va desde los tiempos de Rosario Weiss (1814-1843) hasta los de Elena Brockmann (1867-1946), con obras articuladas a su vez en distintos fragmentos temáticos.
De este modo, el itinerario ilustra el respaldo oficial que recibieron aquellas imágenes de la mujer que se plegaban al ideal burgués, y cómo el Estado legitimó estas obras mediante encargos, premios o adquisiciones, al tiempo que se rechazaban todas aquellas que se oponían a ese imaginario.
En la segunda parte de la muestra se abordan aspectos centrales de las carreras de las mujeres artistas, cuyo desarrollo estuvo determinado por el pensamiento predominante en su época, que diseñó su formación, participación en la escena artística y reconocimiento público.
Ejes temáticos como «El molde patriarcal», «Desnudas», «Madres a juicio», «Censuradas», «Náufragas» o «Modelos en el atelier» dan forma a la primera parte de la exposición.
Uno de los ejes conceptuales, «Reinas intrusas» reúne obras como «La reina doña Juana la Loca, recluida en Tordesillas con su hija, la infanta doña Catalina», un óleo de Francisco Pradilla y Ortiz, figura favorita de los pintores de historia, quienes, obviando el rigor documental, alimentaron el mito de su locura de acuerdo con los prejuicios sobre la mujer y su incapacidad para gobernar.
La sección «Pintoras en miniatura» da cuenta de cómo las mujeres no tenían acceso a las Academias de Bellas Artes, por lo que las pocas que llegaron a desarrollar una carrera profesional –provenientes en su mayoría de familias de artistas– se dedicaron principalmente al retrato en miniatura o a la copia de obras, por lo general religiosas, del pasado, actividades que desarrollaron dentro del entorno cortesano.
«Las primeras fotógrafas», con obras por ejemplo de la artista Jane Clifford, explica cómo la consideración de «disciplina menor» que la fotografía tuvo en sus orígenes permitió la participación más activa de las mujeres.
En las últimas dos décadas del siglo XIX la presencia de mujeres artistas en los certámenes públicos aumentó de manera notoria, y la crítica de la época reconoció su valor, aunque la mayoría de las alabanzas mantenían intacto un sesgo diferenciador, patente en comentarios como los que afirmaban que Elena Brockmann pintaba «como un hombre» o que Antonia Bañuelos era «el mejor pintor de su sexo», explica el museo.
A través de pintura, escultura, fotografía, miniatura, cine y artes decorativas, la muestra traza un itinerario de 1883 a 1931, retratando la situación de la mujer en el sistema artístico español, desde los principales hitos de su producción artística hasta el escenario ideológico en el que todas ellas debieron desarrollar sus carreras.