El amanecer de un Chile digno y solidario y el fin de la hegemonía del mercado neoliberal

"Podrán cortar todas las flores, pero no podrán detener la primavera" Pablo Neruda

Por Edmundo Leiva, académico USACH

El resultado del plebiscito de cambiar la Constitución fue tan categórico e indiscutible que abre la puerta para que pensemos qué es lo que prioritariamente debemos cambiar para tener un mejor e inclusivo país.

Esta columna entrega algunos antecedentes de cómo el modelo de sociedad neoliberal conlleva a una práctica avasalladora que se expresa en las desigualdades económicas, pero también en la hegemonía socio-cultural y política que inexorablemente estamos llamados a transformar desde sus mismas bases.

El modelo neoliberal reclama la supremacía del derecho a la propiedad, lo cual conduce inexorablemente a la concentración del poder y los privilegios de pocos impuestos sobre cualquier otro derecho humano, social o de la naturaleza. En resumen, el neoliberalismo se puede sintetizar en cuatro características como modelo de sociedad. Primero, es un modelo individualista centrado en ganar y acumular dinero no importando el medio, pero pregona hipócritamente la sana competencia, lo que no ocurre en la práctica. Segundo, se centra en la capacidad individual de elegir o tomar decisiones propias, asunto que no tiene nada perjudicial si se tiene en cuenta la brújula del bien común que Chile extravió hace mucho tiempo. Tercero, para el ejercicio pleno del modelo neoliberal se requiere obediencia y hegemonía ideológica de las masas, lo que empieza a transmutarse a partir del estallido social de hace un año atrás. El cuarto dogma del modelo de una sociedad neoliberal asume que el principio del estado subsidiario, vale decir, que las funciones del Estado que son exclusivas son supeditadas a todo lo que no sea rentable para los privados, lo que explica e implica el deterioro de la salud pública y el traspaso de los bienes públicos a manos privadas.

Para que el modelo de sociedad neoliberal funcione las personas no solo deben adoptarlo como la única realidad socio-política-cultural posible sino reproducirlo tácitamente o inconscientemente de manera absurda con nuestros actitudes y comportamientos cotidianos. En particular, solo una persona fuera de la realidad puede sostener que el sistema de salud público chileno es el mejor del mundo, o que el sistema de AFP de capitalización individual producirá pensiones dignas para todos los chilenos sin exclusión.

Los detonantes del cambio

Como ya sabemos la desconfianza con los políticos de oficio no tiene nada de nuevo, son numerosos los estudios sobre el tema, lo confirmó la consulta municipal del 15 de diciembre 2019 e incluso las manifestaciones pacíficas de la calle post 18-O. El mensaje desde la ciudadanía hacia la clase política es fuerte y claro: No confiamos en ustedes, han traicionado nuestra confianza individual y la fe pública y su actuar no sirve a Chile ni a los/as chilenos/as.

La actual Constitución de Chile fue creada en plena dictadura por una comisión encabezada por el abogado Jaime Guzmán que le dejaba el camino despejado al experimento social de la instalación del sistema neoliberal en Chile, incluso antes que sucediera en otras partes del mundo como en EE.UU. con Ronald Reagan y en Inglaterra con Margaret Thatcher. Somos pioneros en el mundo en esto de la innovación neoliberal y lo más probable es que seamos los pioneros en abandonarla. Aquello ocurrirá solo bajo dos condiciones. Primero, que se redacte una constitución con una auténtica democracia participativa y que se garantice una transparencia radical de todo el proceso. Segundo, que se excluya explícitamente de la comisión constituyente a los privilegiados que históricamente se han negado a revisar la ideología neoliberal y admitir los impactos negativos que ha tenido y tiene en la vida de los ciudadanos, los pueblos originarios y el medio ambiente.

Temas de reformas y nuevas leyes relacionadas con instituciones privadas que nos afectan como las AFP, las ISAPRES o los organismos públicos como SERNAC han sido y son sistemáticamente frenadas por la clase política con absurdos impedimentos que son más propios de Macondo de García Márquez y del realismo mágico, que de un país que se dice democrático y conectado con la realidad. Es así como las urgentes reformas sociales y cambios estructurales en la distribución de la riqueza pasan a ser un tema tabú o bien no pasan los desleídos filtros de nuestro congreso secuestrado por el influjo del poder económico.

La estructura de cómo nos gobernamos y ponemos en práctica la democracia, ya no es funcional a las necesidades actuales de sus ciudadanos. La Constitución debe cambiar sin temor a superar cualquier pensamiento binario limitante al estilo de “patria o caos” como proclaman algunos amantes del autoritarismo de antaño. La pregunta obvia y que asalta a este punto es la siguiente: ¿A quién sirven las leyes actualmente? Y, sobre todo, ¿A quiénes van a servir en la nueva Constitución?

¿Y ahora qué sigue?

Somos nosotros los que debemos escribir el marco de convivencia nacional por medio de una Constitución política paritaria, multinacional, solidaria, democrática y que nos haga prósperos, siempre que se cumpla con el requisito de la justicia social y la sostenibilidad. No queremos “amarres” a las antiguas leyes o acuerdos suscritos para el beneficio de pocos por muchos de los próceres de la política de antaño. Se quiere promover un nuevo marco legal, pero ya no desde la concertación ni de la derecha o de esos híbridos – centro-derecha o centro-izquierda – amorfos que ahora, ya no portan un significado para nadie. La ciudadanía exige democracia real y participativa ahora, no tan solo poner una rayita en un voto que ha sido la tónica sobre la participación ciudadana en democracia. Los independientes deben escribir la Constitución de Chile para todos y todas donde se vea reflejado el sentir de un pueblo que se cansó de los abusos para recuperar, de una vez por todas, la dignidad humana.

Pareto, otra vez Pareto

Los datos del plebiscito reflejan quiénes son los privilegiados y que no quieren ningún cambio para Chile y que curiosamente reflejan la regla de Pareto 80/20. Las diferencias han tenido un amparo en las leyes y las objeciones del Tribunal Constitucional (TC) a leyes que pudieron ser más justas para la mayoría del país. El TC es quién reproduce la odiosa división entre las leyes que favorecen a los privilegiados 20% a costa de leyes que beneficien al resto del país 80%. El 20% que votó por el rechazo son los mismos privilegiados que se reparten el 80% de los beneficios económicos del país. El resto, el 80% de la población apenas alcanzan a repartirse la miseria del 20% de todos los beneficios de la riqueza de Chile. De repente no advertimos lo grotesca que es esta división y cuánto nos divide socialmente independiente de las ideologías políticas a la cual nos adscribimos si es que nos adscribimos a una. En resumen, estamos frente a una consulta ciudadana que muestra, de otra manera, cómo se constituye Chile como uno de los países más desiguales del mundo: ¡Qué vergüenza más grande!

¿Qué se debe cambiar?

Se debe cambiar el modelo de sociedad en Chile para que éste sea más solidario e inclusivo y permita recomponer el tejido social y comunitario deteriorado por décadas. Ya no desde dogmatismos como es el neoliberalismo o las anochecidas divisiones de la guerra fría – derecha o izquierda – o de esa “socialdemocracia” con sabor a nada que también ha fracasado. Todas esas opciones, ya no son viables, son parte del político Jurásico que hace tiempo que dejaron de ser funcionales para nuestra sociedad. Es el momento para que los independientes con vocación de servicio imaginen un Chile mejor más allá del marketing mentiroso y la propaganda. Es preciso que no permitamos que los políticos o privilegiados de siempre decidan por nosotros e impongan su ideología que ellos trafican como la realidad.

El sistema neoliberal busca por cualquier medio anestesiar nuestra conciencia y evitar que volvamos a construir comunidades de verdad. Ellos nos quieren sumergidos en su sueño – su oasis mentiroso fuera de toda realidad – que en verdad resultó ser una pesadilla de más de 30 años o casi 50 si sumamos el golpe militar que nos arrebató la democracia. Nos dieron un golpe en la cabeza que nos tumbó en el suelo y nos adormeció por el miedo a la muerte. Aún no despertamos a la realidad de ese gran golpe, seguimos enganchados cuan hámsteres en su ruedita que gira y gira sin sentido con la ilusión del avance, bailando ya no «el baile de los que sobran» sino «el baile de los anestesiados».

Los que no crecieron o vivieron en dictadura, no conocieron la ideología del shock que aplicaron los militares al mando de Pinochet para doblegar el espíritu humano de chilenos y chilenas para imponer por la fuerza y la violencia su ideología neoliberal. Afortunadamente esta nueva generación es distinta y tiene “la desfachatez” de demandar un Chile digno como lo refleja la estadística del voto joven en este plebiscito para cambiar la Constitución.

El neoliberalismo se muestra como exitoso, pero ha influenciado en el deterioro moral de la sociedad chilena. ¿Cómo los organismos del estado, amparados en la Constitución política, permiten que esto suceda? Familias destruidas, gente apática e indiferente al dolor, ansiosa, violenta, estresada y convertidas en meras máquinas para pagar deudas o combustible para sus AFP y sus ISAPRES son el triste resultado de este sistema neoliberal.

Hagamos que esta ventana de oxígeno que partió con el rotundo triunfo de la opción apruebo de este domingo, 25 de octubre 2020 se convierta en una auténtica oportunidad para que desde la legitimidad de la base social nos demos una nueva Constitución, ya no tutelada desde la elite o las cúpulas privilegiadas sino desde la gente que le importa a la gente a partir de los ya existentes cabildos territoriales a lo largo de todo Chile.

Va siendo hora de darle la extrema unción al sistema neoliberal, sin temor al “apocalipsis” que pregonan los privilegiados de siempre por medio de su máquina de propaganda que vemos a diario en los medios o subliminalmente en la televisión abierta, pero cerrada y cuadrada al imaginario colectivo neoliberal que lamentablemente permea nuestras mentes.

Los invitamos a todos/as a que nos despertemos de una vez por todas de esta pesadilla neoliberal y que desde nuestras legítimas diferencias apoyemos a quienes de manera independiente desean escribir la nueva Constitución, no será la de unos pocos para otros pocos sino la de ciudadanos que buscan el bien común para la mayoría. El mandato del pueblo soberano ha sido expresado, ahora sólo nos queda caminar hacia el desarrollo de un nuevo modelo de sociedad para Chile.

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El Periodista