Partos en Pandemia

En el área de salud sexual y reproductiva también estamos viendo con preocupación que, por distintas circunstancias y con diversos argumentos, se están tomando conductas que pueden revertir las positivas cifras de mortalidad materna y perinatal que nuestro país ha tenido por décadas.

Por Andrea von Hoveling Schindler* y Alvaro Insunza Figueroa*

Pese a lo que pudiera pensarse, en medicina hay pocas intervenciones con la capacidad de evitar un gran número de muertes. La mayoría de las acciones que tomamos a diario, como ingresar a una UCI o efectuar una cirugía, tienen un impacto importante en la vida de ese paciente en particular, pero una mínima mejoría de las cifras nacionales.

Esto en ningún caso las hace menos importantes, pero pareciera que a veces se olvidan las acciones que, en forma silenciosa y sin heroísmo, salvan las vidas de (literalmente) millones de personas.

El descubrimiento de los antibióticos y el desarrollo de vacunas se cuentan entre estas intervenciones. También acciones que se salen del ámbito médico, como la potabilización del agua y el desarrollo de letrinas y alcantarillado.

La especialidad de Obstetricia y Ginecología cuenta con varias intervenciones de alto impacto. El Papanicolaou y la mamografía, por ejemplo, son los exámenes preventivos que más muertes por cáncer logran prevenir. La anticoncepción y la atención profesional del embarazo y parto han bajado de manera espectacular las muertes de madres y niños: antes de que estas acciones fueran de amplio acceso en nuestro país, la primera causa de muerte en mujeres eran las complicaciones del embarazo, parto y puerperio. Asimismo, las muertes de recién nacidos eran un hecho tan frecuente que -sin duda- todos tenemos ejemplos en nuestra familia. Basta preguntar a madres o abuelas.

El mérito se lo llevan las políticas públicas desarrolladas en la década de los ´60 y también las matronas, por su ininterrumpido aporte durante décadas a nivel de Atención Primaria de Salud, que es donde realmente se optimiza la salud de los chilenos y chilenas.

Irónicamente, nos topamos diariamente con que las acciones que tienen mayor y mejor repercusión son las más criticadas y puestas en duda. Difícilmente alguien se negaría a que lo operen frente a una apendicitis, pero negarse a una vacuna contra la poliomielitis no suena tan aberrante. Los argumentos son múltiples: no le temo a dicha enfermedad (claro, gracias a la vacuna ya casi no se ve), me asustan los efectos adversos de la vacuna (el cuadro clínico tiene sin duda mayor número de complicaciones), no estoy de acuerdo con las vacunas en general (no hay mucho que argumentar en estos casos).

En el área de salud sexual y reproductiva también estamos viendo con preocupación que, por distintas circunstancias y con diversos argumentos, se están tomando conductas que pueden revertir las positivas cifras de mortalidad materna y perinatal que nuestro país ha tenido por décadas.

Se suspenden diariamente métodos anticonceptivos, en gran parte por problemas de acceso: consultorios que no distribuyen fármacos y/o no dan horas de atención, farmacias sin disponibilidad de medicamentos y, por supuesto, el menor poder adquisitivo de muchas familias que lleva a priorizar otros gastos.

La fertilidad de la población no decrece en estas circunstancias y la frecuencia sexual (salvo situaciones concretas) tampoco. La suspensión de la anticoncepción, por tanto, sólo puede llevar a un aumento importante de la natalidad. Lo lamentable de esto es que suele darse en entornos vulnerables y tratarse de embarazos no deseados… y es un hecho descrito que una gestación en estas condiciones afecta en forma negativa tanto el pronóstico biomédico como psicosocial de esas madres y sus hijos. La fundación Women´s Link Worldwide calcula en 7 millones los embarazos no deseados que se darán a nivel mundial por la baja del control de natalidad debida a la pandemia. El instituto Guttmacher los estima en 15 millones.

Desde hace tiempo y con distintos argumentos hemos visto acérrimas defensas a los partos en casa; en tiempos de pandemia se suma el miedo al contagio en centros hospitalarios. Incluso se ha llegado a decir que el parto domiciliario es más seguro que el que ocurre en un hospital.

En medicina es peligroso dejar que una infección grave siga su curso natural. Vamos al caso específico de una mujer en trabajo de parto: si sale de su casa corre el riesgo de contagiarse. Cabe destacar que todos los centros asistenciales tienen estrictos protocolos para reducir esta posibilidad, pero es verdad que algún riesgo hay. Incluso si llega a adquirir COVID 19, la posibilidad de tener un cuadro grave y morir -siendo ella una mujer joven y su hijo un recién nacido- es mínima. Si se queda en casa, corre menor riesgo (nunca es nulo) de contagio. Pero si ocurre un evento adverso grave, la probabilidad de que su integridad física y la de su hijo se vean francamente afectadas es alta. Es cierto, los accidentes obstétricos son infrecuentes, pero ocurren. Y son impredecibles y dan pocos minutos para actuar. La evidencia muestra que un parto domiciliario tiene entre 2 y 4 veces más riesgo de que el niño muera al comparar con un nacimiento intrahospitalario, incluso considerando sistemas de atención más expeditos e integrados que nuestra realidad actual.

Reconocemos y nos hacemos cargo de la responsabilidad que como profesionales de la salud tenemos no sólo en optimizar las condiciones sanitarias de nuestras maternidades, sino también de mejorar día a día la experiencia de la mujer, tomando en consideración que la vivencia del parto se enmarca en sus derechos sexuales. Tenemos una deuda al respecto, y confiamos en que podemos subsanarla sin nunca poner en riesgo la salud de nuestras madres y nuestros hijos.

Estamos acostumbrados a nacer, crecer y vivir en una realidad en la que hay herramientas para prevenir embarazos no deseados. En que las madres no mueren en el parto. Durante un embarazo se espera a ese niño con confianza, pues contamos con que tiene todo a su favor para nacer seguro y volver a casa con su familia. No volvamos, voluntariamente y por falta de prevención, a normalizar algo tan catastrófico como la muerte de una madre o de un recién nacido, eventos que enlutan a una comunidad completa.

Sin duda, de las grandes conquistas que ha tenido la mujer en Chile es minimizar el riesgo de muerte atribuible a su proceso reproductivo. No perdamos lo ganado.

*Delegada en Chile para REDISSER (Red Iberoamericana de Salud Sexual y Reproductiva)
Directora SOCHEG (Sociedad Chilena de Endocrinología Ginecológica)
Miembro SOGIA (Sociedad de Ginecología Infantil y Adolescente) y SOCHOG (Sociedad Chilena de Obstetricia y Ginecología).

**Especialista en Medicina Materno Fetal
Vicepresidente SOCHOG

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