La mentira noble: Carlos Peña aborda y polemiza sobre la meritocracia
¿Cuántos bienes han de correspondernos en proporción a lo que hagamos, o no hagamos, y cuánto a lo que simplemente recibimos, o no recibimos, en la cuna?, se pregunta el rector de la UDP en este libro del sello Debate.
Hoy día uno de los debates más frecuentes, que ha dado origen a ríos de tinta, es el del lugar que le caben al mérito y a la suerte, es decir, al esfuerzo y a la fortuna, en la distribución de recursos y de oportunidades ¿Cuántos bienes han de correspondernos en proporción a lo que hagamos, o no hagamos, y cuánto a lo que simplemente recibimos, o no recibimos, en la cuna?
Hay quienes sugieren que una sociedad justa es una que distribuye los recursos y los bienes en proporción al esfuerzo que cada uno haga para obtenerlos. Los bienes, según este punto de vista, se debieran conferir según el esfuerzo. Pero hay quienes sugieren que ese principio es erróneo no sólo porque más temprano que tarde, y de tener éxito, acabaría separando a las personas entre las capaces y las ineptas -infatuando a los primeros y humillando a los segundos- sino porque olvida que la vida humana se desenvuelve en medio de un conjunto de factores que están lejos del control de los individuos. Ocupar el mérito como criterio de distribución olvida que mucho de lo que somos no depende de nosotros.
Del autor
Carlos Peña (Santiago, 1959) es abogado, con estudios de posgrado en Sociología y doctor en Filosofía.
Es rector de la Universidad Diego Portales y académico de la Facultad de Derecho en la Universidad de Chile.
Autor de Práctica constitucional y derechos fundamentales (1996); Rawls: el problema de la justificación en filosofía política (2008); El concepto de cohesión social (2010); Estudios sobre Rawls (2011); Ideas de perfil (2015) y Globalización y enseñanza del derecho (2017). Ha publicado artículos en revistas nacionales e internacionales. Actualmente es columnista del diario El Mercurio.
Ficha técnica:
Título: La mentira noble. Sobre el lugar del mérito en la vida humana
Autor: Carlos Peña
Sello: Debate
Págs.: 240
P.V.P.: $13.000
Las opiniones de Carlos Peña, abogado, Doctor en Filosofía, Académico de la Facultad de Leyes de la Universidad de Chile y Rector de la Universidad Diego Portales me merecen gran respeto, y muchas veces las comparto con entusiasmo. Desgraciadamente esta columna ni su libro, son el caso. La única gran verdad en su artículo es que «mucho de lo que somos no depende de nosotros». Efectivamente, no elegimos nacer o no nacer, ni el lugar geográfico, grupo étnico, medio socio-cultural y financiero, ni menos a nuestros padres. Lo que las personas somos tanto físicamente como también ciertos rasgos de personalidad, son heredados («de tal palo, tal astilla dice la sabiduría popular). Tampoco elegimos nuestras capacidades intelectuales y otras destrezas innatas que nos hacen ser individuos únicos y diferentes (todos nacimos iguales sólo en nuestros derechos, pero no biológicamente…). Nuestra «programación» cultural(educación, lenguaje, ideologías, Arte, etc.) propia del medio en que nacimos, tampoco es elegida por nosotros. Dentro de esta individualidad, los elementos de nuestra personalidad, carácter,, valores ético-morales, muchos de ellos adquiridos del medio que nos rodea, tampoco lo elegimos. Esto hace que que algunos individuos, en una medida u otra, tengan capacidad de trabajo, esfuerzo, persistencia y resiliencia, más allá de lo esperado de la comunidad en general. Uno de los motores de tales capacidades es la competitividad, esa energía innata generalizada en todo el Reino Animal y que se relaciona también con la auto-preservación. En nuestra sociedad, también es el motor para lograr nuestros sueños…Por lo tanto, el MERITO, que podría definirse como el derecho a ser reconocido y/o premiado considerando las acciones meritorias (esfuerzo, trabajo, persistencia y resiliecia) de la persona para lograr un objetivo, es parte integral e irradicable de los seres humanos. Por tanto, cuando se elige a un candidato a la Escuela de Leyes, o a la Escuela de Medicina, los elegidos serán siempre meritocráticos sin considerar etnia, género ni orígen . Por supuesto, habrán muchos que no calificaron como candidatos o no fueron elegidos aún teniendo muchos otros mérios. Otros sistemas de selección que tratan de «compensar» las falencias e inequidades de candidatos provenientes de ciertos grupos étnicos, o personas de escazos recursos o de educación secundaria mediocre, es crear CUOTAS. Esto significa que los aceptados con menores requisitos, habrán desplazado a individuos que sí calificaban a la Universidad, pero que fueron eliminados injustamente. Ambas situaciones pueden crear resentimiento, rabia, polarización ideológica e incluso violencia hacia los llamados ganadores o perdedores.
El tema de la inequidad, tiene que ver con los fundamentos valóricos, culturales y político-económicos de las sociedades, mas que con la meritocracia. Su mitigación radicaría fundamentalmente en la EDUCACIÓN, el fortalecimiento de LA FAMILIA sea cual sea su definición o composici,on, de los VALORES ético-morales de la sociedad, de una ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO basada en la LIBERTAD individual, de la valoración y dignidad del TRABAJO y PROFESIONES básicas esenciales, INNOVACION y TECNOLOGÍA, entre muchas otros.
. Si los individuos poseen elementos valóricos de solidaridad y respeto social, esto hace que los ganadores debido a su propio mérito, sean capaces de entender que junto al natural orgullo producto de sus éxitos, los deben aceptar con humildad y reconocer que aquellos que «perdieron» no deben ser mirados en menos, sino que quizás no ganaron porque no era su momento. Pero esta es una actitud valórica, que no tiene nada que ver con la meritocracia en sí, ni tampoco es la culpable de los abusos del mercado ni de la Pandemia del Covid-19.
Estoy seguro que el Doctor.Michael Sandel, Filósofo, Académico de la Universidad de Harvard y el Doctor Carlos Peña, Filósofo, Académico de la Universidad de Chile y Rector de la Universidad Diego Portales son los mejores exponentes de la Meritocracia, y que ninguno de ellos ha mirado en menos o con arrogancia a los derrotados competidores por los cargos y categoría que ellos ocupan y merecen. Tampoco sentirán culpables de las inequidades e injusticias derivadas del Capitaliso, o de el así llamado «Modelo Neo-liberal».
La Meritocracia funciona y hay que incentivarla. El culpable de la Inequidad y de Injusticia social está (o estan) en otra parte.