Piñera juega al gato y al ratón con la pandemia en Chile

Esta escena de militares y de carabineros haciendo numerosos controles de los ciudadanos circulando en las calles, evidencia por sí solo, lo ridículo que es creer, como lo hace el gobierno de Sebastián Piñera, que el control, la amenaza y la represión de las personas, es el mejor remedio para terminar con el problema sanitario en Chile.

Por Héctor VERA V., periodista

Se ha hecho tan cotidiano en nuestro país, desde la dictadura de Augusto Pinochet, que los militares patrullen las calles con las metralletas al hombro, que pocos se percatan de lo ridículo que resulta esta acción en el escenario de una pandemia de un virus nanoscópico.

¿Están estos militares chilenos, combatiendo realmente el virus o se preparan para un ataque subversivo ante un enemigo interno?

Este contacto cívico-militar, en la práctica, no hace sino que aumentar la posibilidad de contagio para ambos lados. Hay contacto directo y largas filas de autos esperando el control antes o después de hacer las actividades. La conducción a la Comisaria o al Juzgado no hacen más que aumentar los contagios, que se dice querer evitar.

¿Y si estos militares tienen que actuar realmente, con el sofisticado equipamiento que portan, procederán a disparar y a matar a decenas o a centenares de personas?

¿Con toda su preparación y valentía, estos soldados podrán, definitivamente, poner al virus contra la pared y lo derrotarán? ¿Qué sentido tiene este exagerado equipamiento bélico en una situación de crisis sanitaria? ¿Si esta escena de los “combatientes armados “para enfrentar el virus, no es cómica o paradojal a qué se le podría llamar una broma o contradicción?

De un lado, se otorgan más de un millón de permisos diarios para circular en la Región Metropolitana. Luego, salen los militares y las policías a controlar a las calles a los peatones y a los automovilistas. Es como el juego del gato y del ratón. Te doy permiso…, pero si te pillo en alguna falta… te castigo y luego te doy permiso de nuevo. Ahora si las cifras son buenas el mérito es del gato, si son malas, como ocurre ahora, entonces la culpa es de los ratones que rompen la regla, de los que están en contra de la autoridad y del orden.

Esta escena de militares y de carabineros haciendo numerosos controles de los ciudadanos circulando en las calles, evidencia por sí solo, lo ridículo que es creer, como lo hace el gobierno de Sebastián Piñera, que el control, la amenaza y la represión de las personas, es el mejor remedio para terminar con el problema sanitario en Chile.

El toque de queda desde las 10pm a las 5am, la prohibición de ir a trabajar si no se trata de actividades esenciales, impedir salir de sus casas a los mayores de 75 años, pedir permiso para pasear el perro durante algunos minutos, etc.

Para justificar esta absurda planificación represiva, el gobierno levanta un lenguaje de guerra, de amenazas, de terror. Al gobierno le gusta utilizar el lenguaje de “derrotar la pandemia”, de “combate” al virus, de ganar “la guerra de Santiago “como lo anunciaba Mañalich y lo sigue sosteniendo el aún actual presidente Piñera que habla del “poderoso enemigo invisible”.

De este modo, el coronavirus en nuestro territorio nacional nunca ha enfrentado tanta ridiculez para circular e infectar a la población. En otros países se han tomado medidas sanitarias efectivas como en Uruguay, Corea del Sur o Nueva Zelanda y se nota con menos infectados y muertos y mucho menos represión.

En Chile, se alista, todos los días, a miles de carabineros y de militares para salir a las calles armados hasta los dientes para “defender las vidas de los ciudadanos”. Nada más absurdo y ridículo y sin sentido. Por eso, no nos extrañemos que tengamos en Chile tantos contagios y tantas muertes. Se invierte más en los controles y en las leyes represivas que en el aislamiento de los contagiados y en el tratamiento de los enfermos. Se usan más recursos en prohibir salir a trabajar que en apoyar económicamente a los que se les impide trabajar. Hay médicos que se rehúsan a hablar de cuarentena, por considerar que no ha existido una que sea efectiva en Chile, solo una decretada.

En vez de adoptar las medidas sanitarias adecuadas y pertinentes a la pandemia, el gobierno de Chile se llena de militares y de policías bien equipados. Se destinan millones de dólares y de recursos para pertrechar a los militares y a las policías para patrullar todos los rincones y se priva a los hospitales de los recursos necesarios para enfrentar las enfermedades. Los represores se contagian y van por las calles un tanto perplejos. Posiblemente se preguntan a qué sirve exponer su salud en estas acciones. Estos agentes del Estado, a su vez, no pueden evitar ser contagiados por los “enemigos “visibles o invisibles”.

Vivimos en un “estado de catástrofe” decretado por el presidente Piñera, que tuvo inicialmente una etapa de 90 días, período renovado por otros 90 días, en nombre de controlar el Covid 19. Los resultados sanitarios siguen siendo catastróficos o inútiles para la población de Chile.

Un término de las libertades individuales, incluidos las de circular en su propia comuna, durante tanto tiempo ¿qué resultados mesurables ha obtenido? Todo ha sido un sonado fracaso.

Chile es, sin dudas, el país con más medidas represivas y prolongadas para su población como no hay caso alguno en el mundo entero. Cuarentenas decretadas por más de 100 días, cordones sanitarios que prohíben salir de las ciudades y anuncio de castigos penales y civiles severos.

Todos sabemos que a este gobierno le gusta mostrar los dientes, aunque sea ineficiente en la práctica. Desea hacer saber de los rigores de las cuarentenas, mientras por otro lado, otorga millones de permisos y de pases libres de circulación, porque Piñera no quiere afectar a los empresarios ni detener la maquinaria productiva, pero quiere aparecer como humanista, ocupado de la salud de los chilenos.
Esta lógica, un tanto lúdica y patológica, motiva o construye este cómico escenario del juego del gato y del ratón que vivimos en el Chile actual, con muchos contagiados y muertos por la pandemia y al mismo tiempo, con muchos permisos para circular en el espacio y el tiempo.

Se intenta justificar el desmesurado gasto en represión policial y militar, la privación de los derechos humanos de la población, mientras la pandemia, con pocos recursos médicos y hospitalarios, hace su trabajo de enfermar y de atemorizar al conjunto de la población.

Es momento que sinceremos la situación, dejemos de ser ridículos, pidamos perdón y se retiren los militares armados de las calles, se pare la represión y las amenazas a los ciudadanos, para ser reemplazada en combatir sanitariamente a la pandemia y se dé apoyo real y oportuno a las personas privadas de sus trabajos y de sus derechos.

1 comentario
  1. Jorge García López dice

    El autor tiene toda la razón, que justifica a los militares armados en la calle?, contra quién está combatiendo?. Es absurdo el gasto , mas aún viendo los resultados

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