Piñera: el gobierno del absurdo

Esta crónica de la infamia tiene demasiadas aristas para analizar, sin embargo, lo fecundo de su expresión nos obliga a destacar aquellos momentos que necesariamente requerirán ser revisados desde un juicio político e histórico apenas cese dicho mandato.

Por Miguel M. Reyes Almarza*

La empatía y la capacidad de enmendar cursos de acción dañinos para la ciudadanía son habilidades propias de los gobernantes democráticos, o al menos esas serían acciones del todo deontológicas para ejercer el poder que le confiere la ciudadanía. Incluso los líderes no tan democráticos construyen puentes de colaboración en el caso que eso pueda anticipar y detener algún tipo de manifestación social. Este definitivamente no es el caso. Ya no es la ausencia de democracia el acuerdo fallido, sino el respeto por el otro que no aparece honrado en ninguna decisión del Ejecutivo y sus redes de apoyo.

         Miguel Reyes

La estrategia de la «burla» es la que mantiene paradojalmente respirando a este gobierno, con un fantástico 24% de aprobación según CADEM, confundiendo a tal nivel a la opinión pública -o lo que va quedando de ella- que logra congelar la crítica balbuceante impidiéndole ir más allá de la pasmosa afirmación «¡Es que no puede ser tan imbécil!». Absurdo que pone en evidencia el desprecio por el otro, la mofa para aquellos que no tienen el poder suficiente para soslayar las mismas leyes que se redactan para la galería inocente. Esta crónica de la infamia tiene demasiadas aristas para analizar, sin embargo, lo fecundo de su expresión nos obliga a destacar aquellos momentos que necesariamente requerirán ser revisados desde un juicio político e histórico apenas cese dicho mandato.

El mes del mar definió el ascenso de esta particular estrategia, algo así como las maniobras de distracción que tanto se ven en el mundo animal ante la eventual amenaza, un color intenso por aquí, un olor repulsivo por allá, nada concreto, nada real, solo una puesta en escena lo más “Ionesca” posible para embrollar la crítica. Confundir es mejor que negar, un enredo es más rentable que una línea segura.

Quizás las palabras que desde un universo paralelo emitía el Intendente de la Región Metropolitana, Felipe Guevara, en el matinal de turno, puedan darnos un punto de partida. En dicho espectáculo y ante la visualización de imágenes de una iracunda manifestante en contra de las AFP’s quien le enrostraba, por medio de la cámara, el hecho de no tener para comer siendo dueña de dichos fondos que son usufructuados por otros que no tienen tanta necesidad, el flamante licenciado en historia respondía «¿Qué tiene que ver el hambre con no más AFP?» y claro, qué tiene que ver, qué beneficio puede traer obtener parte de los propios ahorros para poder sobrevivir a la pandemia, nada que ver señor Intendente, nada que ver. De seguro es más lógico pensar en un futuro que tiene un presente impredecible.

En la misma ruta del caos, días después y con la gobernabilidad acostumbrándose a las cifras “bajo 0”, el Presidente se encomienda a Dios y al espíritu de Prat -héroe por infortunio- para salir de las tribulaciones, mientras su mejor pieza de ajedrez, Jaime Mañalich -hoy exministro de Salud- proclamaba la unidad de todos los chilenos teniendo como fondo la imagen de la corbeta Esmeralda, escenario cruel donde se torturó y asesinó a muchos chilenos. Pero es probable que no haya sido a propósito, hay partes de la historia que hasta hace muy poco no aparecían en los libros que regala el Estado.

No podemos hablar de acto de magia o de ilusionismo, ya que en ambos casos hay una expectativa que se cumple desde la satisfacción de una emoción, no, acá la maniobra del gobierno es eminentemente de “Shock”, aquello que nadie se esperaría en condiciones normales, por ejemplo, que funcionarios gubernamentales que están allí para trabajar por los demás quienes se reconocen como iguales no sepan, por ejemplo, quiénes son esos otros y peor aún como viven. Terminaba mayo y el extitular de Salud se coronaba de indolente con esta joyita «no sabíamos las reales condiciones de pobreza y hacinamiento en el país» y, sin embargo, en menos de 24 horas vuelve a cambiar de apariencia y remata tras una pregunta en un punto de prensa que conoce «todos los espacios de hacinamiento y pobreza». ¿Lectura veloz? ¿Programación neurolingüística de vanguardia? El asunto es que el secretario dominó una realidad histórica en menos de lo que canta un gallo. ¿Se sienten engañados? Tranquilos, como diría el gran Tony Kamo “es producto de su imaginación”

Pues bien, no todo puede ser malo ¿no? Claro que no. Comenzaba junio y el gobierno pensó en la gente aquejada por el desempleo producto de la pandemia y luego de dos meses de comenzados los erráticos confinamientos -¿otro espejismo?- el gobierno se dispone a regalar cajas de mercadería para la gente en dificultades, sin embargo, en su afán de no perder tiempo en el salvataje de los “más necesitados” envía a la población de Alto Hospicio, en Iquique, los comestibles en veloces camiones de basura. Ojo, no es un regalo, eso se paga con nuestros impuestos y lo de la falta de higiene ¡No seamos tan juiciosos! ¿llegó a tiempo o no?

‪Sí, llegaron a tiempo -al menos 13 de ellas- pero ese es un tema menor, ya que la autoridad sigue dando muestras de “escuchar” a la gente y reemplaza a una ministra poco idónea por otra aún menos en lo que supone, como cartera ministerial, otra piedra en el zapato del gobierno como lo es el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género. Volvamos al cambio, la primera, Macarena Santelices, sobrina nieta del dictador, admiradora de su gestión y reconocida voz antinmigrantes, responsable de una campaña que relativizaba la violencia de genero haciendo una apología del victimario por, Mónica Zalaquett, quien en 2013 como diputada y teniendo como escenario las manifestaciones a favor del aborto, protegió a las mujeres considerando que una niña de 11 años abusada por su padrastro tomaría una «decisión valiente» si decidiera tener al hijo. Ya antes había “velado” por sus iguales el 2010 votando en contra de el post natal de seis meses ¿Un error del presidente? Por supuesto que no. De seguro buscaba que cada una de sus candidatas aportara desde un punto de vista distinto, no todo tiene que ser tan coherente.‬

Renunciado Mañalich, porque él decide irse, no porque se lo hayan “solicitado”, aparece su espléndido sucesor, Enrique Paris, invocando el controvertido y muy “adecuado” lema del escudo nacional «por la razón o la fuerza» aportando así con el punto de vista científico acerca del control de pandemia, que tanto se extrañó de su predecesor. A propósito de Mañalich, no vale la pena enjuiciarlo, tenemos nuevo ministro así que será mejor olvidarlo.

El 20 de junio, en el conteo diario de víctimas por Covid-19, el jefe de epidemiología -Rafael Araos- advirtió 3069 casos de fallecidos ‘no registrados’ -¿perdidos?- a los 4295 contabilizados en el balance, sin embargo, la cifra diaria -que era de 202- no iba a cambiar, cito textual: «para no alterar el sentido de realidad». Porque claro, todos los fallecidos no registrados debido al mal manejo de las cifras y el cambio azaroso de las metodologías no modificaban en nada la realidad de la situación país. Absolutamente en nada.

La guinda de la torta vino -ojo con esta palabra- del nuevo ministro de Salud quien, saliendo al paso de la muy legal y pertinente salida de compras del Presidente a una Vinoteca -¿En busca de un Merlot?- sentenció en una inmejorable comparación: «El rey, como decían, es la autoridad máxima, tiene que dar el ejemplo. Se lo decía Julio César a su mujer también: no solamente hay que serlo, sino que parecerlo», así es como nuestro “Rey”, dicho por su propio ministro, no debió ir por aquel delicioso mosto, aun cuando como presidente no está sometido a ningún estado de excepción. Perfecto, el criterio, el tino y la pertinencia para nada son atributos de un líder.

Más allá de todos los eufemismos y sobre adjetivaciones que convoca este artículo, la conclusión es muy obvia. Cada cosa que ha hecho este gobierno, sobre todo desde que comenzaron las movilizaciones sociales y la pandemia en curso, ha tenido como criterio estratégico de comunicación el uso de lo absurdo, lo impresentable, lo inesperado, aquello que dista 180 grados de un camino eficiente para una solución, no podemos hablar hoy de errores ya que es una tendencia que se consolida más allá de las coincidencias. Cuando se enfrenta a la ciudadanía desde lo irreal, esta, en su mayoría, tiende a rehuir de la confusión suspendiendo el ejercicio fiscalizador, ya sea porque no vale la pena o porque simplemente ¿es una locura lo que se está haciendo! Como resultado, se dilata el empoderamiento ciudadano y entre disparate y disparate, se consolida el statu quo. El gobierno y sus representantes nos dan risa, en el mejor de los casos, nos dan mucha rabia, alejándonos así de la emotividad adecuada para ejecutar nuestra crítica. Es el gobierno del absurdo, en una clara anfibología que vincula, como adjetivo, una cualidad del gobierno, pero también, enuncia que quien gobierna también lo es.

Un Estado que juega a la contradicción, a lo inesperado y a la equivocación no tiene ninguna posibilidad de que sus gestos tardíos se conviertan en acciones para la ciudadanía. Por eso cuesta tanto que la gran mayoría asuma responsablemente las cuarentenas y otras medidas restrictivas, sobre todo cuando el presidente, líder por decreto, puede fotografiarse en una zona prohibida, abrir el ataúd de una familiar víctima de contagio o salir a comprar vino mientras solicita que la gente se quede en sus casas y solo se mueva para cosas urgentes ¡Vaya confusión!

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

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