Paradigmas, políticas públicas y pandemia: Cuando el conocimiento no es neutral…
Que la pandemia no nos impida hacernos preguntas, cuestionar aquello que damos por sentado. Que no limite la reflexión necesaria que nos permitirá discutir una nueva Constitución.
Por Verónica Figueroa Huencho, académica mapuche Universidad de Chile
La pandemia provocada por el COVID 19 ha puesto en tensión múltiples premisas que han dado sustento a nuestra democracia, a nuestro diseño político-institucional y a la formulación de políticas públicas en las últimas décadas, invitando a la construcción de nuevas narrativas en torno al conocimiento que les ha dado sustento.
Las perspectivas economicistas, los análisis estancos, los supuestos de comportamientos racionales de actores políticos y de la ciudadanía, la supremacía de visiones homogéneas y universalistas, la fe en una experticia objetiva, entre otros elementos, han formado parte de los paradigmas prevalecientes en las últimas décadas, que han contribuido, a su vez, a moldear una forma de pensamiento y raciocinio entre quienes toman decisiones políticas y las traducen en políticas públicas que afectan la vida de las personas, que influyen en sus cotidianeidades, en sus dinámicas familiares, en sus hogares. Pero también han incidido en la ciudadanía y en el rol que se espera de ella.
Las narrativas en torno a conceptos como nación, Estado, ciudadanía, igualdad, democracia construidas desde el siglo XIX, se sustentaron en una creencia en la unidad y en la naturaleza progresiva del desarrollo, asignándoles categorías esenciales que los definen y explican en todo tiempo y lugar. Estas generalizaciones han privado a estos conceptos de lo que los hace distintivos, significativos y contextualizados, y donde hemos generado reglas y normas que tienden a buscar esa esencia universal: “Buena democracia” “buena gobernanza” “buena ciudadanía”. En pos de esa búsqueda se implementaron cambios radicales a nuestro modelo económico y a nuestro Estado en la década de los ochenta, siguiendo las propuestas de organismos financieros internacionales, pero también de paradigmas hegemónicos enseñados en las Universidades. Sin embargo, el conocimiento, sus contenidos y enfoques no constituyen propuestas inocuas, sino que propugnan la construcción de un modelo de sociedad. Por ejemplo, las limitaciones de nuestro Estado subsidiario quedan en evidencia cuando vemos que nuestras instituciones representativas no son más que una pequeña parte de un proceso político más amplio, donde los intereses de múltiples actores, muchos de ellos no elegidos bajo las reglas del juego democrático, negocian e inciden en las políticas públicas. Enfrentamos nuevas realidades, nuevos contextos, y seguimos aplicando las mismas lógicas.
Las soluciones propuestas a las necesidades que evidencia esta pandemia, con mayor crudeza que antes, demuestran las limitaciones de las alternativas que valoran los niveles políticos y policymakers, así como la voluntad de continuar defendiendo un modelo económico, social y político de sociedad. Sin embargo, la otra cara de la moneda es que demuestran la necesidad de construir nuevas formas de ciudadanía, de representación y de democracia, de reformular las narrativas existentes. Hoy más que nunca necesitamos abrir nuestros esquemas de pensamiento para dar cabida a otros conocimientos y propuestas, para amplificar nuestro espectro de soluciones a problemáticas que tensionan nuestros modelos de vida, nuestras instituciones y formas de representación.
Que la pandemia no nos impida hacernos preguntas, cuestionar aquello que damos por sentado. Que no limite la reflexión necesaria que nos permitirá discutir una nueva Constitución.