La jauría: un panfleto pertinente y necesario

Panfleto: Libelo difamatorio. En estricto rigor una expresión comunicacional que busca el agravio de algo o alguien.

Por Miguel M. Reyes Almarza*

Encontrados -es poco decir- están los ánimos y la crítica general respecto del trabajo más reciente de la productora Fábula, la velozmente popular serie de televisión mezcla de thriller y drama conocida como “La Jauría”.

Apenas estrenada este 10 de julio por Amazon Prime Video en su plataforma de streaming, la marca registrada de los hermanos Pablo y Juan de Dios Larraín, nuevamente remeció las aguas tranquilas de la producción audiovisual nacional, esta vez con una altisonante crítica social.

Para algunos y específicamente algunas es una obra que visibiliza, que integra, que conecta con una realidad del todo desplazada en el ideario colectivo. Para otros, específicamente algunos, no pasa de ser una venia gratuita a la moda de la recuperación -mas no real consideración- de los grupos oprimidos.

En resumen lo que hace de este trabajo dirigido por Lucía Puenzo (Premio Goya 2007 por XXY) un producto digno del análisis público es su tosco y muchas veces incomodo hilo argumental, que no escatima en poner toda la situación social que vivimos como país -y como planeta- en porciones de apenas 50 minutos.

“La Jauría” es un golpe de realidad sin filtros, a veces evidente, a veces trabajosamente obvio, pero no por eso menos necesario en lo que a la televisión respecta.

La historia, basada en el caso “La manada” (de España) opera desde la desaparición y posterior violación de una estudiante líder del movimiento feminista de su colegio. De allí en adelante accedemos, de buen tranco, a una historia de fácil lectura -demasiado, a veces- de corte policial al mejor estilo de sus símiles ‘On Demand’, donde no quedan espacios para la reflexión profunda y pesada y todo se convierte en un cóctel de elipsis que avanzan de situación en situación sin respiro.

Desde el punto de vista de la entretención un vigoroso guion sustenta la posibilidad, hoy casi una necesidad de la audiencia, de facilitar un atracón que acabe con toda la temporada en apenas una tarde.

Sin embargo, y al parecer “el karma” de las películas y series chilenas está en la actuación. Salvando a Antonia Zegers (comisario Fernández) que logra mantener el protagónico a sus espaldas, del resto no hay mucho que decir. María Gracia Omegna (Subcomisario Farías) y Daniela Vega (Comisario Murillo) quedan en deuda, son complementos flojos que no van más allá de sus personalidades, o como el resto, la ‘creme de la creme’ de las tablas nacionales, actúan de sí mismos, luciendo en su mayoría personajes de telenovelas en formato compacto. Sumado a lo anterior -y esto da para una revisión exhaustiva-

¡Vaya que es difícil que un veinteañero cercano a los 30 encarne un papel de adolescente! Todos los ‘escolares’ representados en los protagónicos no pasan de ser adultos caricaturizando menores de edad y eso se ve y se escucha mal.

El papel de Alfredo Castro -hoy la vedette de la actuación nacional- no es más que el eterno copy and paste del psicoanalista presente en casi todas las series policiales quien guía por el caso en cuestión a un débil agente y de paso revela algún contexto sórdido de su relación.

De la música, no hay mucho que decir, el tema principal “no estamos solas” interpretado por Ana Tijoux (quién también tiene un papel dentro de la obra) y Gabo Paillao, nos recuerda lo favorecidos que somos de poder ‘omitir la intro’ de estas obras, una letra forzada y pesadamente efectista para decir mucho en poco espacio y que solo logra generar una letanía que no aporta a la expectativa sino la destruye en un susurro y un latido de tambor, poco comprometido con lo que se espera de un opening para una serie policial. Dentro de cada capítulo la música de Camila Moreno y Pablo Chill-e no hacen más que reforzar el punto, dramatizar de sobra cada una de las emociones allí desarrolladas y desaparecer en su obviedad. De seguro, terminado el idilio con la serie, no recordaremos mucho de aquello.

Pero hay algo de este pasquín que es muy necesario. Mientras la pandemia nos mantiene dormidos en el miedo, miedo que de alguna forma se intenta ligar con una eventual y falaz irresponsabilidad de los movimientos sociales que la antecedieron, es bueno recordarles a los telespectadores, de la forma que sea, que existen demandas incompletas. Si le molesta el feminismo, pues va a tener que respetar su aparición -incluso forzada- en este visionado ya que todavía es una discusión del todo pendiente. Si le molesta la desigualdad social, pues bueno, también tendrá que asistir a su impugnación recurrente ya que es una controversia no resuelta que amerita su continuidad en la producción cultural, ya que de lo contrario, y con el pavor que genera el apocalipsis institucional y medial, su intensidad y prioridad comienza a debilitarse.

Si un panfleto -como algunos han osado denominar a “La Jauría”- agravia a su objeto que es la desigualdad en todas sus formas, este se configura en una herramienta legítima. Así como muchos consumen obras que hacen alegoría de la virilidad tóxica y la política exterior colonizadora -a saber toda la empalagosa saga de superhéroes norteamericanos- donde ya nadie reclama por el burdo y letárgico contenido político, otras reivindicaciones más necesarias y cercanas como las que nos convocan en esta serie, merecen, a pesar de sus imprecisiones, todo el espacio del cuál podamos disponer.

★★★☆☆ (3,5 sobre 5)

*Periodista e investigador en pensamiento crítico.

3 Comentarios
  1. Anónimo dice

    La serie es mala, si vamos a dramatizar las demandas sociales, hagamoslo bien, y las pésimas actuaciones se deben al guión predecible, rígido, infantil a veces, y a personajes sin sustancia, estereotipos mil veces vistos que ni un ganador del Oscar podría salvar.

  2. Marines dice

    La serie es mala, si vamos a dramatizar las demandas sociales, hagamoslo bien, y las pésimas actuaciones se deben al guión predecible, rígido, infantil a veces, y a personajes sin sustancia, estereotipos mil veces vistos que ni un ganador del Oscar podría salvar.

  3. Anónimo dice

    «Un golpe de realidad» que, como el 99% de las series y producciones, ocurre en Las Condes

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